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+ El Colegio Navarrete, una historia muy sensible


GUAYMAS, Son.- El Colegio Navarrete, escuela del nivel Primaria y Secundaria, fue fundado por personalidades de los años 50 cuya preocupación era elevar el nivel de preparación de sus hijos, quienes los sustituirían en la tarea económica y en general en el esfuerzo para el desarrollo de su región.

Querían una formación de conciencia ciudadana, nacionalista, cívica. Sobre todo esto último, donde se encuentran los valores hoy perdidos en gran parte y siguen bajo fuego de quienes no aceptan la ordenada convivencia.

Pues esa escuela genera hoy nostalgia y pasiones. Esta semana se dijo que la cerrarían y versiones encontradas incluían testimonios sin fuente precisa, sobre entregar suelos adjuntos para negocios inmobiliarios particulares. Eventualmente se ampliarían sobre el plantel mismo.

Empresarios actuales y de las dos generaciones anteriores vinculadas al plantel, saben que su sobrevivencia se dio en épocas duras, cuando particulares difícilmente podía entrar al negocio de la educación como hoy, cuando personas preparadas e inversionistas serios, incursionan en el medio. Aunque también lo hacen improvisados, que construyen escuelas `patito´ por todos lados.

Desde don Germán Uribe y varias generaciones de las familias Luebbert y Zaragoza, junto con Iberri, Vielledent, De Cima y otros, estuvieron atentos a sostener ese esfuerzo.

El último notable fue el empresario y filántropo Ernesto Zaragoza Decima. Pero no pudo seguir en esa útil causa de formar guaymenses en un plantel que intentó siempre sostener las bases de  ese ayer que nos dio tanta gloria.

Ernesto se nos fue en un desgraciado accidente carretero y con él, muchos proyectos. El de este colegio también. Pronto surgieron las ideas locuaces de sacar provecho por encima de aquellas decentes de mantener un objetivo social ajeno a mezquindades.

Ahora la estafeta la tiene Carlos “El cacho” Zaragoza, hermano del muy recordado Ernesto, y me contestó que no era así. Fui directo en la pregunta del por qué quería vender ese suelo. Así hemos platicado siempre él y yo, sin descuidar de mi parte el respeto a su talla empresarial y su todavía no revelada capacidad de líder heredada de su padre, don Ernesto Zaragoza Iberri, quien fuera uno de los capitanes de la industria y el comercio regional al lado de sus hermanos Gaspar y Fernando, cuya trascendencia tuvo alcance nacional.

Don Ernesto ahora disfruta su retiro y de vez en cuando aporta ideas favorables a la heredad creada durante décadas de esfuerzo productivo, como lo hace Gaspar, ex alcalde guaymense en la época en la que los alcaldes sí sabían qué hacer y cómo, en lugar de dar vergüenza a quienes representan como hoy sucede. Don Fernando también se ha ido de este mundo.

El “Cacho”, de fallida incursión en la política, para lo cual no nació, me contestó: “No, qué vender ni qué nada. Hay todo un proyecto y se entregará a una empresa dedicada a la educación, con experiencia”. Y abunda en lo que se visualiza.

En ese momento yo no sabía que el plan incluía vender suelos en la parte alta, al pie del Cerro El Vigía --reservas para una expansión no alcanzada--, donde se piensa crear vivienda.

De una vez les digo a Carlos y a quienes diseñan el proyecto inmobiliario: hace poco el empresario y líder obrero Jesús Fajardo intento establecer un negocio cerca de allí, pero lo atajó la Asociación de Vecinos de la colonia Las Delicias.

El sector es una colonia bien hecha, con vialidades y trazos para que vivir allí, fuera disfrutar calidad de vida. Para resumir, lo emprendió y terminó don Octavio Llano, quien jamás ha sido cuestionado cuando oferta sus propuestas de vivienda y complementos.

Las Delicias tiene una Asociación de Vecinos y la preside la combativa Julia Astrid Tapia, abogada y política que acostumbra llamar al pan, pan, y al vino, vino.

Saludé a Julia con mucho gusto. Se mira muy bien y habla mejor. De política sobre todo. Coincidimos en la hosteria de Héctor Zaragoza, que antes controlaba “El cacho” hasta que lo absorbió el crecimiento de su tarea pesquera e inmobiliaria, en lo cual mucho ayudaba el ahora ausente Ernesto.

Tocamos el tema que conoce bien. Y fue muy clara al decir que no deben construir casas allí, no porque ella o los directivos lo deseen o no, sino porque no hay factibilidad para obtener permisos de agua y drenaje.

Pueden comprar pipas y crear aljibes, pero el drenaje es el problema. Si llueve, hay aguas negras brotando calles abajo, incluso en viviendas. Si quiere ejemplos, la escuela primaria Nicolás Bravo es el mejor. Pregunten a la directora y verán. A menos, claro, que haya más infraestructura y sea diseñada al margen de lo que hoy opera precariamente la complicada Comisión Estatal del Agua.

Así que, en efecto, es sensible el tema del Colegio Navarrete y con sensibilidad se debe manejar. Cerrarlo, ahora que vuelve a ser negocio la educación, es mala idea. Si no hay quien lo opere con respaldo social, es bueno que lo tomen inversionistas con experiencia.

Pero dejar lugar a dudas, decidir en la opacidad, afectaría mucho la imagen de quienes tienen algo qué ver con el Patronato y la institución misma.

No lo perdonarán los guaymenses pues daría al traste con la intención de nuestros ancestros y sucesores, cuyo esfuerzo está plasmado en la historia y merece aplausos, no el olvido.

A ese olvido llevaría la desaparición del plantel y se llevaría consigo el trabajo lleno de satisfacciones hecho por esos personajes que todos conocimos ayer, y que mañana deben seguir en el recuerdo de lo positivo de la ciudad. Y vaya que urgen esos ejemplos.

Adelante, Carlos Zaragoza --y el Patronato. Tienen la estafeta y deben tomar la mejor decisión de la que muchos guaymenses estén orgullosos. Creo que por allí puede comenzar a surgir el liderazgo que hace 8 años, “El cacho” había comenzado a construir.