Banner

El legendario "Paquín" Estrada

+ Es uno de los mejores receptores mexicanos de todos los tiempos          GUAYMAS, Son., Francisco “Paquin” Estrada atrae inmediatamente recuerdos mil entre los conocedores del béisbol mexicano.

Sentado con su mirada fija en el tranquilizador espacio frente al mar en el sur de la bahía, rodeado de seguidores de ayer y hoy, el “Paquín” atrae la imagen del momento en el que debutaba como profesional en los diamantes.

Bat en mano esperó el cañonazo desde la loma. Al ver venir aquel punto blanco acercándose y creciendo rápidamente, apretó el mango del “Lousiville Slugger” y le lanzó el golpe. La “Spalding” choca violentamente con el bat y regresa por encima del lanzador.

Pero su viaje fue mucho más largo. Recorrió todo el campo con la inercia típica hasta rebasar la cerca izquierda y rebotar en la calle, donde se volvió preciada posesión de algún aficionado de los muchos que atestiguaban el encuentro desde detrás de la barda.

Así nace la historia y la leyenda que hoy forma parte del Salón de la Fama del Béisbol Mexicano, por su brillante desempeño como jugador activo, pero también como manejador que acumula más títulos en la Liga Mexicana del Pacífico, y en el Caribe. Cómo no recordarlo cuando participó en la gran carpa con los Mets de Nueva York donde dejó buenos recuerdos.

Pocos como él, quien a los 16 años jugaba en equipos escolares cuando lo vio Tomás Herrera y lo envió a los Diablos Rojos de México, organización que lo puso a prueba con San Luis Potosí, en la Liga Central.

“No era cosa de ir a jugar, iba a probarme. Me di cuenta que debía buscar lugar entre 120 novatos y solo había 40 lugares”, recuerda. Pero se quedó. Vieron “lo que traía” y el chamaco llega al Mayos de Navojoa, el la pelota de invierno.

Inicia la justa, comienza el juego, va a tomar su turno y vuela la cerca a la primer pitcheada que le hiciera otra leyenda, el lanzador de “Ostioneros” Arturo Cacheux, en el desaparecido “Abelardo L. Rodríguez” de la avenida 6.

Allí mostró al jugador que llegaría a ser. Mayos abandonan el circuito y se le manda al Yaquis de Ciudad Obregón; cuando Navojoa regresa, vuelve con ellos durante cuatro años.

Hoy, su recuento suma 13 campañas con Yaquis, 10 con Tomateros de Culiacán y aún no se explica cómo fue su retiro como jugador activo, cuando jugaba para el Aguilas de Mexicali. Fueron 30 campañas en invierno, que le dieron también reconocimiento por su longeva labor.

Siempre se mantuvo en la receptoría por su confiable desempeño, que añadía enorme capacidad de enfriar a quienes buscaban estafarse una almohadilla; fueron pocas las pelotas de faul que evadieron su mascota siempre colocada al nivel de su cintura, como estilo muy propio.

Su inicio en los llanos se dio como manejador, en este caso con la primaria Felipe Salido de Navojoa, tierra que le vio nacer. Su casta de campeón comenzó a mostrarse con la corona obtenida por San Luis Potosí en su segundo año, cuando ya desplazaba a Cosme Retamoza en la receptoría.

Sin embargo, el jomrón no fue su fuerte. Al repetirse los “chocolates” buscó reducir fuerza con el bat para elevar estrategia y vista, volviéndose un chocador de bola de alta productividad.

Locutores, políticos, líderes obreros, reporteros, escuchan la charla arrobados. Deliciosa la “gallina pinta” en el comedor del ITG que dirige y hace crecer el huatabampense Bulmaro Pacheco.

Llega al tema del Caribe y el moreno y fuerte exjugador que enfrenta con éxito a Cronos, recuerda su primera participación, que se da con Aguilas de Mexicali y alcanzan el campeonato. Pero el antecedente es genial.

Estrada manejaba a Tomateros de Culiacán y los “emplumados” le arrebataron la final. Se fue a casa, pero le llamaron. Lo ocupaban de refuerzo y le agradeció a Benjamín “Cananea” Reyes, el manejador campeón que sin decirlo, le hizo ver que si en él hubiera recaído la decisión, no lo hubiesen llamado. Pero los números obligaban y era obligado refuerzo.

“No necesitábamos querernos, solo teníamos que hacer las cosas bien”, rememora el legendario receptor y recuerda que “lo hicimos tan bien que nos trajimos el título”.

El acucioso reportero Guillermo Urías le pidió recordar el momento del triunfo. Los ojos de “Paquìn” brillan y su sonrisa se extiende. Fue con un squeezze-play. Había bases llenas y Nelson Barrera ocupaba la tercera base. Todo hizo pensar en la genialidad del “Pelón” Mágico que con toda oportunidad resolvió la jugada adecuada.

Pero no fue así, aclara Estrada a muchos años de distancia.

La realidad es que “El almirante” ideó la jugada porque era parte de la grandeza del “Cananea”, dejar que el jugador se explayara y aplicara sus capacidades en el momento justo. El lanzamiento viajó al pentágono y Barrera se desprendió de la antesala. Luego, el apoteosis.

La charla de sobremesa se encauza al papel de los manejadores. Estrada evidentemente no tenía relación cercana con Reyes, pero eso no impide reconocer su desempeño, porque “tenía lo que tienen los buenos manejadores”. Es decir, conocimiento, disciplina, y con ello el buen equipo y la gente con la que se puede hacer las buenas jugadas.

Francisco Estrada habla con humildad de su trabajo, pero fue también un gran manager, como lo con firman sus seis campeonatos con Tomateros, dos en Serie del Caribe dirigiendo a ese equipo; cuatro con Leones de Yucatán en el verano, y se añaden dos con Puebla y Bravos de León.

Así llegó el año 2000, cuando recibió el llamado siempre pensado, pero inesperado. Lo esperaban en la sede del Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, de donde se había resuelto hacerlo formar parte.

El “Paquin” no puede describir su emoción. Los años le han añadido paciencia a su carácter y arma su comentario para hacer una secuencia de sus satisfacciones.

Una, grande, fue en 1972 cuando llega al béisbol de los Estados Unidos para enfundarse en la casaca de los Mets de Nueva York. Lo enviaron a una sucursal clase “A”, pero en pocos días “quemó” la Liga, por ello pasó a Doble “A”, pero el “dejá vú” provocó el rápido salto a “AAA” y no terminaba el año cuando ya pisaba el campo neoyorquino de los metropolitanos.

Sonríe a la pregunta de sus ingresos ingresos. No era igual que hoy. Su primera remuneración fue de mil 200 pesos por mes; el último 150 mil. Ni compararse con el presente, cuando los sueldos son elevados y mejoran cuando uno es ordenado. Si no, “sólo te vas”, dice al sugerir esa disciplina y orden para no caer en los excesos que acaban con las carreras de tanto joven talentoso en poco tiempo.

En cuanto al bateo, le da crédito al “Supermán de Chihuahua”, Héctor Espino, como el mejor en la historia del béisbol mexicano. Eso lo sabe cualquiera, pero Estrada revela algo que le dicta su juicio: era, también, muy hábil para desempeñarse en la primera base, un excelente filder.

Como pitcher da ese reconocimiento al nativo de Santa Rosalía, luego adoptado guaymense, Vicente “Huevo” Romo, quien poseía un brazo infalible. La bola siempre estaba donde él quería, apunta, por eso brilló en el beisbol mexicano y lo hizo muy bien en Grandes Ligas.

SUS TRES DECADAS

Francisco “Paquin” Estrada duró 30 años como receptor.

Como bateador, registra mil 248 hits, con 73 jonrones, que le permitieron producir 515 carreras. Bateó .245 de por vida hasta su retiro en la campaña 1993-94.

En la LMP jugó para Navojoa, Ciudad Obregón, Mazatlán, Culiacán y Mexicali.

Fue cuatro veces Manager del Año y primer manager de México en un Clásico Mundial.

Hoy dirige entrenamientos de Los Bravos de León, en la Liga Mexicana, el mismo equipo al que hizo campeón en aquellos años. Y espera ganar más campeonatos, pues la vida le ha tratado al llevarse bien con la vida, y afirma tener fuerza para ello.