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"Descubren" a paraísos fiscales

+ ¡Oh, qué sorpresa, aquí se roba! Explica New York Times cómo se oculta el dinero en los paraísos fiscales… dinero que no siempre es bien habido

 

OAXACA, Oax., 10 de Noviembre de 2017.- Los muy ricos son muy ricos y quieren ser más ricos todavía y no piensan detenerse ante nada para serlo.

La alusión la hace el cotidiano New York Times en su edición de este viernes, al narrar que un consorcio de periodistas contó que había accedido a más de 13 millones de archivos de Appleby, una vieja compañía financiera —Bermudas, 1898— especializada en offshore legal services, o “servicios legales fuera de las costas”, que los comunicadores modificaron a “servicios legales fuera de las leyes”.

No es noticia que existan esos refugios para el dinero oscuro. Si no sabemos bien cómo funcionan, es porque su principal característica consiste en ocultarlo, con el trabajo de expertos contratados por los grandes capitanes del sistema para encontrar las mejores maneras de burlar al sistema.

Ilegales o no, ofrecen “truquitos” al capitalismo globalizado para pagar menos impuestos, para defraudar a tu Estado —a tus compatriotas— o para birlarles lo que les deben.

En México de un tiempo a la fecha ya se habla de ellos. Son los paraísos fiscales, aunque la traducción no habla de paraísos, sino de una mala traducción del inglés haven —refugio, cala— que alguien transformó en heaven —cielo, paraíso— y así se impuso.

El paraíso original es un invento de los poderosos para que todos sigan las reglas que ellos fijan; el paraíso fiscal es un invento de los poderosos para no seguir las reglas que ellos fijan, menciona la exposición de NYT.

Esos refugios-paraísos muestran su fuerza y su debilidad: que pueden esconder sus dineros, que deben esconderlos. Son el mejor ejemplo de la desigualdad: que los que más tienen, tienen más posibilidades de escapar a la ley.

Gabriel Zucman, economista de Berkeley experto en el tema, calcula que el 10% de la riqueza del mundo está escondida en esos paraísos. Solo África pierde, cada año, unos 14 mil millones de dólares en impuestos no pagados. Es decir, deja de crear escuelas, hospitales.

También se menciona que 45% de los beneficios de las multinacionales van a estos paraísos donde no pagan impuestos. Eso sumó unos 720 mil millones de dólares en 2015. Pasa siempre. NYT insiste que eso no es noticia.

NO ES BIEN HABIDO

La noticia de los Paradise Papers —o Papeles del Paraíso— fue, si acaso, que entre los dueños de ese dinero gris estaban los ministros de Finanzas de Argentina y Brasil, el de Comercio de Estados Unidos; el presidente colombiano Santos, el cantante humanitario Bono y la cantante Madonna, las reinas de Inglaterra y de Jordania, la novia del ex rey de España, los virreyes Slim y Soros, Apple, Facebook, Nike, McDonald’s, Siemens, y larga lista más. Y que juntan, entre todos, unos 10 millones de millones de dólares.

En México, eso se lee como 10 billones de dólares, considerando que la nación azteca llama así, billón, al millón de millones, contra lo que hace Estados Unidos, de llamar billón cuando completa mil millones.

Se critica que cuando un funcionario ocupa un cargo, tome algo de aquello que debería custodiar para el bien público. O, dicho de otro modo: que se gaste o se haya gastado fortunas en asesores que le dirán cómo evadir los impuestos del Estado que maneja.

Los Papeles del Paraíso revive también las funciones de la información, pues da detalles de algo que sabíamos, pero no cómo se hace. ¿Qué hacemos con eso? Quizás indignarnos un rato. O aliviarnos con la ilusión de que nadie está completamente a salvo de que lo denuncien. O regodearnos pensando en la —relativa— desazón de los denunciados.

Quizá sirva para recordar que no hay autoridad global que pueda o quiera controlar las grandes fortunas globalizadas, escondidas en sus paraísos, y que todo va a seguir igual pese a estos pequeños contratiempos.

O para que no olvidemos que no tenemos ni idea de cómo funciona realmente el capitalismo global.

A veces el periodismo saca por un momento a la luz pública eso que todos sabemos pero tantos deciden no ver. Entonces algunos poderosos no tienen más remedio que reaccionar un poco:

Esta semana, por ejemplo, el ministro de Economía de Francia, Bruno Le Maire, propuso a sus colegas europeos sanciones contra los paraísos. Hay una escena de Casablanca en que el capitán Renault, que acaba de ganar con trampas mucho dinero en la ruleta del Rick’s Café, necesita una excusa para cerrarlo. Entonces, con cara de matrona ofendida, dice: “Oh, qué sorpresa, aquí se juega por dinero” —y ordena la clausura—.

La tarea del periodismo volvió a obligar a los gobiernos a decir: “Oh, qué sorpresa, aquí se roba”, y hacer como si fueran a hacer algo.

Es cierto que los Estados pierden mucho dinero pero lo ganan los hombres que suelen manejarlos. También por eso es improbable que lo hagan, a menos que los obligue un clamor incontenible.

¿Y por qué habrían de hacerlo? Solo nos están robando —al público, a los pueblos— millones de millones, mucho más que cualquier impericia, que cualquier corruptela.