Banner

Estas líneas...

+ No se vale, de veras          GUAYMAS, Son.- Son los propios miembros de la clase política que nos gobierna, los que han advertido del hartazgo que priva en el país y hasta el propio Presidente habla de la “irritación social” existente.

La irreverencia a la institución presidencial que ahora se observa, deriva de la falta de respeto promovida por las actitudes de los hombres que han portado la banda tricolor en su pecho, pero no se había visto lo que ahora sucede en el país.

Hay gente irritada, pero otros bromean del drama en marcha y eso es peor, dice la enseñanza política, y debe poner a pensar a los mandatarios que ante el pueblo ahora son solo monarcas, minoría corrupta y prepotente que los somete.

Al presidente ya se le menciona cual vecino de junto, con expresiones como “Peña se salió”. Eso, para no hacer citas altisonantes que inundan las conversaciones de barrios, cafés o redes sociales.

Enrique Peña Nieto debiera, debe, estar preocupado. Su papel al frente de las instituciones nacionales quedó muy lejos de lo esperado cuando juró defenderlas o enfrentar la demanda popular. Ahora la tiene frente a sí debe darle una respuesta.

Si hoy hubiese elecciones, su partido haría el ridículo, dice el análisis de expertos. Ojalá no sea por eso que el presidente haya aprobado y promovido esas medidas que ahora encienden al país y se vuelven preocupantes para todos, aunque el mexiquense terminó el año de alzas y graves tropiezos, jugando golf en exclusivo “resort” mazatleco.

Si nos fijamos, no hay quien levante la cara por el tricolor, partido que no se preocupó por crear figuras nuevas y se esmeró en derribar las que había consolidado. Parafraseo textos bíblicos para definir cómo es la gente que ahora controla las siglas, para controlar al país mismo:

Buscan hacer tesoros y por eso “donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”. Ellos atesoran lo que ganan con negocios surgidos del dinero público y en eso están inmersos, no en servir al pueblo. Y como nadie puede servir a dos señores, sirven al dinero. A su bolsillo, más claramente explicado, y eso es la traición al pueblo. No hay ideas frescas, la ilusión de un país mejor que traen las nuevas figuras.

Cuando se echó al PRI de Los Pinos en 2000, se pensó que su regreso mejoraría las cosas tras el foxiato circense y el calderonato convulsivo y confrontador.

Pero no. Regresaron y volvieron las crisis, las devaluaciones, a romper “el cochito” para salir de apuros y dejar en la orfandad el ahorro nacional, las pensiones, las reservas, todas esas prácticas en lo que son expertos.

Peña no se manda solo, se entiende, pero la gente común solo sabe que es el presidente y, si no él, quién le defenderá de la voracidad, de la especulación interna y externa, de la corrupción que pone de rodillas al país ¿Deberán defenderse solos?

Hoy tanta marcha y manifestación es la “irritación social” vuelta desafío de la gente que ve a un gobierno puesto en su contra, que la explota para mantener los privilegios de sus saqueadores, sustractores de la riqueza que debiera reflejarse en mejores servicios, educación, salud… todo lo que puede dar el país pero que se va a manos de unos cuantos.

La gente ya tomó las calles, carreteras. En Hermosillo tomarán agencias fiscales; en el centro del país gasolineras; en otras, oficinas públicas. Las marchas existen en todos lados.

Sería un pésimo mensaje a la gente aplicar estrategias de intimidación, de cooptación. Por ejemplo, Hacienda anuncia que dará estímulos a dueños de estaciones para que enfrenten el “gasolinazo”, pero eso suena como un soborno para sofocar potenciales protestas del empresario. Y no dice cómo ayudará al consumidor final para que soporte la agresiva carga.

Seamos honestos, el crecimiento de México se diseña con el sacrificio de los trabajadores. El ridículo salario mínimo es reflejo. Si creen que es referencia, por favor, confírmenlo.

Jugando al Tío Lolo, aceptaremos que el alza a los combustibles no debe afectar, pero hace días el transporte público federal cobra más; el local ya pide alza; el café en las tiendas cuesta más caro como ocurre con el agua purificada y empeora todo al hablar de la despensa en las tiendas y... bueno, prácticamente todo.

No se vale, de veras.