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Estas líneas...

+ A cumplir la ley, pero con el vecino de enfrente          GUAYMAS, Son.- El monarca oculto entre las gruesas paredes de piedra que desde 1899 alberga la sede del poder municipal, pareció recibir un chispazo de sensibilidad y decidió atender un clamor de los guaymenses: redujo la nómina.

El siempre lejano del pueblo, Lorenzo De cima, quizá se cansó de la advertencia, vuelta acusación, de tirar mucho dinero en gente ociosa, principalmente funcionarios a los que se les aprobó una quincena por “méritos en campaña” –léase prociónidos--, y ordenó al jefe de personal correr a 150, algo así como 12% del personal, que al decir del propio Alberto Albín, exadministrador del Delfinario –director de facto casi un año, cuando abandonó el cargo sin dejar de cobrar el ahora priísta Carlos González Nemer--, permitirá ahorrar millón y medio de pesos al año.

No es mucho, pero ya es algo en medio del opaco uso que se le da a los 700 millones de pesos anuales de presupuesto guaymense.

Sin embargo, se cuestiona por qué corren a gente de décadas en labores y dejan a improvisados panistas que trajo el distante Lorenzo al apropiarse de la silla que antaño era para representantes populares.

Doy razón parcial al cuestionamiento, porque ha de usted saber, entre reacciones por despidos destacan las de funcionarios y regidores. Estos últimos exigieron un asesor aparte del “bono” decembrino, el fondo de Ayuda social y los 6 mil pesos mensuales de gasolina al cual se aferran, excepto Marcos Ulloa, del partido Convergencia, quien púbicamente ha renunció a él.

Pese a quejarse del gasolinazo, nadie secundó a Ulloa. El edil sin partido Porfirio Villa, no renunciará al vale porque no sabe el uso que le darán al dinero. Ha de creer el experredista que se lo robarán el tesorero y el oficial mayor, Arturo Lozano González y Germán González Véjar, personajes hoy sumidos en el descrédito por la contabilidad oculta entre las piedras de Palacio, que los ubica como sicarios del crimen financiero contra Guaymas.

Creerlo o no, es distinto a tener los pelos de la burra en la mano, cosa difícil, pues presumen los señalados pagar mucho para no ser tocados ni con el pétalo de una rosa. Olvidan que, como el olor a guayaba, es fácil percibir cuando se eleva el nivel de vida entre ellos, lo cual incluye a varios más cuyas esposas ya viajan a Tucson o Las Vegas, cuando hace poco apenas completaban para la despensa en el Súper del Norte, porque como presume el empresario Servando Carbajal, allí sí alcanza porque alcanza, aunque sea uno diputado.

Y el tercero en la escala de crecimiento económico en medio de la opacidad municipal, sería el secretario del Ayuntamiento, Alán Jaramillo, enlodado hasta las rodillas en temas de dinero que no se puede contabilizar, pero la estructura legal complica hace suponer que tampoco le pasará nada.

Volviendo a los corridos, el regidor Gabriel Sánchez espetó a Beto Albín cómo podrá liquidar a la gente de años trabajando allí, y solo encontró encogimiento de hombros y un dedo índice apuntando hacia la oficina del presidente De Cima –es el decir, tampoco ese día estaba allí--, con la muy profundamente razonada afirmación de “allá pregúntale al jefe”.

Por lo demás, el comunicador Guillermo Urías advirtió a los despedidos que deben acudir a los tribunales, ya, pues en un mes se pierde derecho de reclamo. Es decir, Carlos Mexía –director jurídico-- tiene la mañosa orden de ganar por cansancio en ese juego del Tío Lolo contra los trabajadores.

ALCANZA, PERO PARA QUÉ

La declaración de Susana Corella Platt, diputada federal por Guaymas sobre dinero entregado a los diputados, hizo pensar en la necesidad de hacer que los políticos vuelvan a dirigir la política.

Es genial escuchar los ejemplos de la vieja usanza, como cuando el general Santos describía a la moral como “un árbol que da moras”; o al chihuahuense Bernardo Aguirre acusando que “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.

Recordemos ocurrencias como las del sonorense Robles Toyos al señalar que “los búfalos” del caborquense Salomón Fazz, amigo de José López Portillo, usaban sombrero porque algo deberían tener en la cabeza. Salidas espectaculares como las de Samuel Ocaña acosado por la prensa para “abrirse” por quién sería el mejor candidato tricolor, pidiendo “a mí déjenme con mis tigritos”, refugiado como estaba en el Centro Ecológico de Sonora.

Más cercanas, las declaraciones de Eduardo Bours cuando la crítica opositora elevaba el tono y sugería mejoras para Sonora, defendiéndose con su “son más las echadas que las ponedoras”. Finalmente lo derrotaron, pero eso es otra historia.

A lo que me refiero es que el político es vago y sale de apuros. Y esa vagancia le ayuda a hacer el bien para su gente y, como no pudo hacerlo doña Susana, con claridad poner en su lugar a sus adversarios políticos.

El problema de la diputada nuestra fue no dimensionar las cosas al explicar qué hace y cómo con el dinero público que recibe en el Congreso. La impresión que dejó es que lo gasta egoístamente en ella y no le alcanza para pagar el glamour con el que se le relaciona.

De haber tenido la vagancia que dan los años en la calle, en el mitin o en la plaza, donde cada paso cuesta por esa costumbre del político de saludar con sombrero ajeno, hubiese salido del embrollo con facilidad. Por no tenerla, la señora Corella sufrió esta sacudida que pone en riesgo su futuro en el ambiente.

Queda esta interrogante: ¿No habría ocurrido lo mismo a “Kiki” Díaz Brown, a “Kity” Mazón, “Roger” Díaz Brown, “Prosperito” Ibarra y tantos “juniors” que, favorecidos por la vida –no es malo tener dinero, por supuesto—llegan a posiciones de lucha por el pueblo, sin entender lo que necesita el pueblo?

Porque ya dijeron algo similar el senador poblano panista Javier “Coopelas o cuello” Lozano y la sonorense Ana Guevara y no, el polvo no se levantó tanto.