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Autodefensas, es la desconfianza en las autoridades

+ La utopía provocada por el estado fallido resalta en el estado de Michoacan


CD. DE MÉXICO.- El diario estadounidense New York Times se ocupa ampliamente del caso de los grupo de autodefensa en México y resume que es la forma de defenderse adoptada por un pueblo cansado del resultado fallido en la encomienda hecha a las autoridades.

Ejemplifica con Tancítaro, Michoacán, un pueblo que ha logrado autogobernarse luego de convertirse en una “zona cero” de la guerra contra el narcotráfico, cosa que no han podido lograr muchas otras comunidades que habían tomado el mismo camino.

De acuerdo al reportaje divulgado este jueves, en Tancítaro no hay cárteles de la droga, pero tampoco presencia policial o –peor, dícen los lugareños-- políticos mexicanos “que son vistos en gran medida como parte del problema”.

El lugar tiene sus propias instituciones. Es seguro, “es un pueblo agradable. Puedes recorrerlo caminando durante el día o la noche. Es muy bonito”, como lo define un ex miembro de la agencia nacional de inteligencia mexicana, al aceptar que ello es resultado del trabajo que debe hacerse y del cual “se encargan ellos mismos”.

Tancítaro se volvió el experimento de autogobierno que lo volvió el centro global de la producción de aguacate, que le permite exportar el fruto por unos 350 millones de dólares anuales. Eso les deja a los dueños de las plantaciones suficiente dinero para financiar grupos de autodefensas que vigilan y patrullan el pueblo.

Algo raro debieran encontrar y el NYT lo señala.: “Sacaron a todos los criminales”.

Pero la interrogante siguió. Cómo separar a los criminales de los inocentes, quién hizo la selección. Hay una versión que suena más a pueblos controlados por los cárteles de la droga, porque “es muy difícil creer que Tancítaro es una isla de paz y transparencia perfecta en Michoacán”, como cuestionan estudiosos que llegan al lugar a conocerlo.

Encuentran que hay un grupo armado actuando en nombre de la autoridad política real y a cargo del mismo está la Junta de Sanidad Vegetal, grupo de agricultores de aguacate “que limpian el lugar a su nombre y conforme a sus intereses”.

Fiestas en las calles con familias paseando confirman que son seguras incluso de noche, y están limpias.

Los aguacatales están custodiados por paramilitares uniformados. A las afueras del pueblo, en el perímetro de lo que se conoce como Tierra Caliente por el clima caluroso -- territorio de cárteles--, el comercio del aguacate es auge.

Y surgen explicaciones: el sistema en Tancítaro es excelente para brindar seguridad, pero no desarrolla ninguna de las demás funciones básicas de un Estado. Hay quien quiso organizar y crear instituciones, establecer mecanismos de justicia comunitarios y consejos ciudadanos a manera de involucrar a los ciudadanos. Los esfuerzos se han estancado con el poder sigue en manos de las autodefensas, que vuelve a la autoridad confusa. No se explica quién la legitima, ni quién es la verdadera.

El rotativo encuentra que terratenientes acaudalados imponen un seudogobierno al contratar grupos de hombres armados. Se les llama el “señor de la guerra”, o cacique, que en México son considerados “agentes de la maldad y la violencia”, y a menudo lo son, pero solo en la misma medida en la que son síntomas de la descomposición del Estado. Resultan cuando fracasa el Estado, el acceso a los recursos naturales y la seguridad de la población local.

México no se considera un Estado fallido, pero en algunos núcleos del país sus instituciones se han desmoronado lo suficiente para que imperen condiciones que asemejan las de un Estado fallido. Tancítaro, rica en recursos naturales, lo tiene alrededor.

Los recursos se monopolizan mediante la violencia, para crear suficiente estabilidad con el fin de mantener su acceso a ellos. Así se convierten en señores de la guerra y su control es arbitrario y no rinden cuentas a nadie al legitimizar su ley mediante la violencia.