Muertos con tumba de oro

+ Están en Sinaloa y son célebres narcotraficantes

alt CULIACÁN, 2 de Noviembre de 2010.- Existe un sitio donde no es raro encontrarse un mausoleo de dos o tres niveles, donde los hermosos trabajos en fino mármol dejen sobresalir el ornamento de oro y piedras preciosas.

No se trata de una famosa tumba en la India, o un sepulcro de un jeque árabe que nadó en petróleo, sino un sitio denominado Jardines del Humaya, nombre distintivo en esta capital del Estado de Sinaloa.

Allí han sido sepultados algunos personajes cuya vida rondó el terreno del narcotráfico y la delincuencia organizada, y su muerte les hace sobresalir también por sus lujosas tumbas, con ostentación extrema, pues una de ellas tiene línea telefónica, pero se queda corta ante la de más al fondo, donde hay equipo de sonido y aire acondicionado.

Todo eso es posible por la cultura que priva en la región, la que ha generado el tráfico de estupefacientes que le ha dado renombre a Sinaloa y más, a esta capital, donde hay quien jura que hace seis meses, a la muerte de un “narco”, sus familiares querían sepultarlo en su vehículo Hummer.

Esta entidad del noroeste mexicano ha sido cuna de numerosos `capos´ del narcotráfico y según informaciones de la inteligencia mexicana y de los Estados Unidos, aquí estaría asentado el mayor cartel de drogas del país.

ALGUNOS DE LOS PRINCIPALES

En este camposanto-jardín, descansan juntos algunos personajes que en vida jamás pudieron verse.

La muerte hermanó a Ignacio “El nacho” Coronel, y Arturo Beltrán Leyva, de quien dicen, fue inspiración para el tema el "Jefe de Jefes" que grabaron y fue un gran éxito de los Tigres del Norte.

Ambos tienen mausoleos con grandes vitrales que cada semana reciben mantenimiento especializado, pero no son los únicos enemigos en vida que ahora están juntos, pues también se encuentran “jefes” como Gonzalo Araujo, quien fuera el jefe de sicarios del Cartel de Sinaloa y que ahora reposa en un mausoleo de dos pisos, con vidrios polarizados y una imagen de Jesucristo de casi dos metros de altura.

En este panteón son comunes las imágenes religiosas, las fotografías de personajes con armas en sus manos cual los recuerdan familiares y amigos.

Cúpulas, columnas de cantera y pisos de mármol, hay aquí y allá. También un mausoleo adornado con aviones de cristal porque quien allí descansa era piloto del narcotráfico. Pero también hay un mausoleo con habitaciones alfombradas y muebles.

Toda esta ostentación, signo de la abundancia que deja está productiva aunque muy riesgosa actividad, contrasta con lo que se ve a unos kilómetros, barrios pobres donde habita la clase trabajadora de Culiacán, incluso los albañiles que en el cementerio han construido tumbas más grandes que sus modestas viviendas.

La fama del lugar nació cuando enterraron en el sitio a Lamberto Quintero, quien habría inaugurado con su nombre la época de los narcocorridos. Dejó de parecer apabullante la rumba del poderoso agricultor o ganadero, o el reconocido comerciante o banquero, o del político adinerado.

Llegaron los nombres famosos del hampa, Inés Calderón Quintero por ejemplo, y la lista creció. Hoy, ya no es tan espectacular como antes, pues la administración del panteón del Humaya reconoce que la actividad ha crecido a partir de la ola de violencia que vive el país.

Han sido constantes desde hace cuatro años las inhumaciones a todo lujo, que incluyen música en el cortejo fúnebre, féretros de maderas preciosas y gran cantidad de flores.

En este momento el panteón tiene listas decenas de tumbas para cualquier contingencia, reflejo de lo que se vive en el ambiente.