Casi 100 muertos por el sismo; hay desaliento en la población

+ Ahora sufren la dificultad para salir de los problemas


OAXACA, Oax., 13 de Septiembre de 2017.- El terremoto de mayor magnitud en la historia de México cobró ya cerca del centenar de vidas y habitantes de Oaxaca, uno de los puntos donde más se resintió el movimiento de suelo, lloran a sus muertos mientras los rescatistas evalúan daños en las pequeñas comunidades donde el polvo de los derrumbes no termina de asentarse.

Oaxaca ha sufrido la pérdida de 71 vidas dice Águeda Robles, vocera de la Coordinación Estatal de Protección Civil; en Chiapas, 15 personas murieron, muchas menos pese a ser la entidad donde se fijó el epicentro del sismo que alcanzó 8,2 grados. En  el vecino Tabasco hubo cuatro muertes más.

Durante más de 72 horas después del terremoto del jueves, las réplicas sacudían a Juchitán de Zaragoza y pueblos alrededor. Asunción Ixtaltepec, a unos ocho kilómetros, con perros sobre los escombros se buscaba a las víctimas.

Las historias son tristes. Medios de todo el mundo las narran desde alguna esquina ruinosa dejada por el efecto del temblor.

Por ejemplo, el diario neoyorquino New York Times cita a Lourdes Pérez, enterrando a su hijo a quien trató de salvar cuando la planta alta de la vivienda donde él habitaba colapsó. El cotidiano dice que sus reporteros la vieron de pie, ojos fijos hacia las ruinas de la casa, donde la destrucción reflejaba su gran pesar interior.

El terremoto sacudió el suelo bajo sus pies, cuando Lourdes estaba afuera de su casa, ubicada enfrente de la casa en la que su hijo, Eduardo Peralta, de 33 años, vivía con su familia. Dormían en la planta y corrieron al sentir el movimiento él, su esposa Sunihey Antonio, y la hija de 1 año.

Se escuchó “tronar” la casa, se tambaleó y colapsó. Eduardo alcanzó el portón cuando una barra de concreto cayó sobre su espalda, aplastando su columna y cuello. Ella lo vio y a gritos clamaba ayuda y solicitaba equipo para extraerlos corriendo hacia los escombros. Sunihey y su hija no sufrieron heridas.

Más historias se han escuchado. Todas parecidas. Cuerpos sin vida bajo escombros de casas y edificios, incluido el palacio municipal de Juchitán de Zaragoza.

En Ixtaltepec murieron diez personas y los problemas fueron mayores, pues los auxilios se centraron en Juchitán, donde fue mayor el golpe sobre sus 100 mil habitantes. Pero las calles de esta comunidad reflejaban destrucción y escaseó durante un día completo el agua y la comida, refugiados por cientos en forma improvisada en una pista de baile al aire libre, cubierta con un techo de latón. Allí llegaron tamales, arroz y frijoles llevados por voluntarios que sirvieron comida donde se pudo, incluso cajuelas de automóviles y camiones.

El mensaje del pueblo transmitido por el rotativo neoyorquino surgió de María Luisa Mátus: “no tenemos idea de cómo vamos a reconstruir todo el pueblo”. Ella es trabajadora del Estado y coordina esfuerzos en el refugio, donde el arroz, el agua embotellada y el papel de baño formaban pilas, pero mirando al horizonte con incertidumbre plantea que “ahora eso es lo menos urgente en nuestra lista de prioridades”.

Trabaja en el cómo reunir paquetes de comida y otras necesidades para 3000 personas en Ixtaltepec que ya llevan varias noches a la intemperie, sobre banquetas agrietadas fuera de sus casas o en patios traseros, canchas de básquetbol o estacionamientos. La lluvia, la falta de colchones… todo es problema.

Los daños se llevaron al principal hospital regional de Juchitán. Se debió llevar a los heridos a otras  ciudades. Escasean los antibióticos, anestesia y equipo médico. Sin electricidad, no pueden tomarse radiografías.

Respecto a cómo reconstruir las ciudades, todavía no hay una idea, pero la población espera que tarde mucho tiempo debido a los daños. Un funcionario local expresó: “Esperemos que no tome treinta años como pasó en 1985”, refiriéndose al gran terremoto de 1985, que destruyó varias ciudades de estas entidades y numerosas zonas de la capital de la República.

VIGILABA… Y MURIO

JUCHITÁN, Oax.- Agentes de la Policía Municipal montaron una guardia de honor en el funeral de Juan Jiménez.

Se trata de un agente enterrado por los escombros al derrumbarse el edificio del Ayuntamiento. La ciudad entera presenció el trabajo de los rescatistas; su cuerpo fue recuperado el sábado y llevado a su casa, donde familiares y amigos llenaron el patio para dar el pésame a su esposa y a sus tres hijos, quienes están convencidos que su padre se fue porque “Diosito lo necesitaba”.