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Recuerdan a "Jimena" en Guaymas y Empalme

+ A un año de la devastación no olvidan el caos

                          Por Agustín Rodríguez L.

                          GUAYMAS.- Graciela Amavizca estaba al lado del titular local de Protección Civil.

Se tocaba el tema del clima y las posibilidades de que en plena época de huracanes, uno de estos fenómenos se acerque a la zona pero no, de momento están lejos y débiles, dijo Gerardo León Soto.

Sin embargo, fue obligado recordar el desastre que, en aquel entonces, el gobernador Eduardo Bours cuantifi có inicialmente en 600 millones de pesos. Se quedó muy corto.

Sólo en el puerto, más de 100 casas “viejas” se vinieron a tierra por los 733 milímetros de agua precipitados en 37 horas y unas 15 fueron arrastradas por las corrientes de arroyos que hoy permanecen amenazadores.

Les llegó el mar Al margen de cifras, Graciela dice que estaba el 2 de septiembre en su hogar de la colonia Ronaldo Camacho, área popular empalmense asentada en el viejo delta del río Mátape, preparándose para cualquier eventualidad.

Ya tenían un garrafón de agua, los papeles importantes en una bolsa, algo de alimentos, lámpara y radios de pilas y hacía tortillas de harina, 5 kilos.

Al caer la tarde el agua comenzó fuerte y pronto subió el nivel en la calle. Paraba y volvía a comenzar, narra, pero al otro día todo se vino de repente.

Su nieto Alexis, hoy de 10 años, le advirtió “mamá `Chela ´, a´i viene el mar”.

“Ay… siéntate, ocurrente”, fue su respuesta exasperada pero a la vez de mortifi cación, pues en su mente estaban las recurrentes inundaciones en la desatendida colonia.

Presentimiento Salió al frente y las calles estaban llenas de agua. Sus hijos jugaban dominó y algo le hizo preocuparse más, las llamó con un “ya párenle”, pero siguieron y debió arrebatarles el juego para prepararse contra lo que supuso vendría.

“Fue muy rápido”, dice. Ese mediodía no tuvieron chance de subirse al auto de una de sus hijas que estacionaban fuera, pues de pronto ya tenía el agua hasta las ventanillas y ellas, dentro de casa, veían subir el nivel que en 15 minutos tenían al cuello.

Dejaron muebles y demás bienes y pensaron en ellos. Tomaron los papeles –después supo que no eran—y las tortillas, nietos al hombro y buscaron refugio.

Lo hallaron no en las escuelas habilitadas, que no alcanzaron a abrir, sino en una vivienda vecina de dos niveles, donde las tortillas fueron de mucha ayuda a la hora de buscar alimento.

La ayuda Doce horas esperaron la ayuda que llegó a media noche y los llevó a un albergue, cruzaron las vías y vieron más de 100 familias refugiándose en furgones del tren y cualquier edifi cio que sobresaliera al agua.

Dos días duró el suplicio.

Luego, volver a la devastación y recibir algo de ayuda. Muchos, ninguna, hasta la fecha.

Graciela no quiere saber nada de lluvias, menos de huracanes y la evolución actual en el Pacífi co, al sur de Oaxaca, pese a la lejanía, la preocupa. Así preocupa a tanto damnifi cado que dejó “Jimena” en 2009, tantos, que las autoridades prefi - rieron dejar de contar.