+ Permisos falsos para desarrollos; CMCOM, perdió 6 MDP; Deporte, medio para reconciliar GUAYMAS.- No es fácil asimilar tanto lodo en el manejo del dinero público, como el que acumuló la corrompida administración de Otto Claussen Iberri, cuyo pasó por Palacio Municipal dejó daños cuya recuperación tardará décadas.
El viernes se exponían ante el alcalde Lorenzo De Cima trámites cumplidos para crear vivienda de esas que solo gente insensible puede pensar en construir para que vivan --si se puede hacer vida en esos hacinamientos-- trabajadores que pagarán siempre por un sitio lejano a la norma mínima.
Reflejó ira el jefe municipal, me platican funcionarios que iban y venían, sin terminar de explicar cómo ese tipo de “trámites” caminaron el largo trecho de la burocracia municipal del podrido trienio. El punto es, gran parte de los papeles que allanaban requisitos exigidos por la autoridad, son falsos.
Todo documento fue recibido por un empleado, fue al inspector, al supervisor, al jefe del área y con sello y firma la devolvió el titular de la oficina. Obras Públicas y Control Urbano supieron del procedimiento y pudieran –me mostraré ingenuo—haberse equivocado… o corrompido.
Sin darle mucha vuelta, el responsable de las leperadas al final del día es el alcalde; en ese momento, el director de Infraestructura Urbana –Roberto Banuet--, de quien ya nadie se acuerda pero no está en este momento preocupado por el mañana.
Haydeé Ochoa, ingeniera de profesión, asumió el cargo de Banuet. Es ahora la jefa en el área. No es experta. De hecho es muy joven, cosa que llamó la atención del sector de la construcción, pero nadie opina públicamente para no “embroncarse” con el alcalde en turno. Hay poca obra y esperan que “les tiren con algo”, como me explicaba alguna vez genuflexivamente el antecesor de Julio Rodríguez en el Colegio de Ingenieros Civiles y Arquitectos de Guaymas.
Ochoa fue Jefa de Proyectos y Construcción en la Administración Portuaria Integral y colaboró con el Ayuntamiento de Empalme, cita la breve información divulgada por la comuna. Por lo pronto ya expuso ante el alcalde algunas de las muchas leperadas del trienio previo en la obra pública, entre ellas 28 que dejaron tiradas, como la del bulevar Costa Azul.
Ahora piensa cómo decirle a los guaymenses que fueron robados en cada obra que anunciaba Otto el cleptómano –lo siento señor Gutiérrez, no puedo usar su sugerencia para aludir al señalado—, y que no sabe dónde quedó el préstamo de 365 millones de pesos para esos trabajos. Es fácil suponerlo, difícil comprobarlo. Los beneficiarios de ese mundo de dinero que pagarán dos generaciones de contribuyentes porteños, son expertos en enredar finanzas y hacer que 23 personas voten como ellos quieren en una mesa de presuntos vigilantes del interés público llamados regidores, síndico (Oralia Sánchez, aprobadora automática de todo) secretario (el ya célebre “robasuelos” Ramón Leyva) ) y alcalde, que no necesita presentación. El tesorero no vota (Otto tuvo dos), pero le agarra la pata a la vaca.
Material pues, hay para proceder judicialmente y ya tiene esos pendientes en la agenda el experto jurisconsulto y mejor funcionario judicial del nombre al revés, Odracir Espinoza. Mucho tiempo en prisión se vislumbra para los nocivos sujetos que nos heredaron esa gigantesca deuda junto con rezagos imperdonables.
De paso, agrego que se perdieron 6 millones de pesos en el Consejo de Concertación para la Obra Pública. La gente aportó, pero un día Otto se despertó como un amigo mío que radica en Las Colinas decía que se despertaba, y no quiso más convenios con el Estado. Tampoco devolvió dineros a sus dueños, perdiéndose esas sumas en los laberintos en los que se convierte Tesorería Municipal.
A propósito, todo mundo se pregunta cómo va el pleito entre el tesorero Jorge Lozano y el titular del Instituto de Festividades Javier Ballesteros. No se vale lo que le hacen al organizador del Carnaval, de veras, pero como siempre, el hilo reventará por lo más delgado.
DEPORTE PARA RECONCILIAR
Años hace que los capitanes de la tarea económica guaymense se “echaron la cola al hombro”, como decía un ocurrente consanguíneo. Creo que desde 1991, cuando el PRI fue aplastado por el pueblo por primera vez en la historia, cuando apoyó a José Ramón Uribe, comenzó el drama de vivir en medio de enorme potencial pero con la economía en el tobogán.
Recuerdo al desarrollador Octavio Llano lamentando ese enfrentamiento. La expresión aquella de parecer que cada mañana tomamos un “licuado de tarántula” –o de cascabel, según otra versión—antes de salir a la calle. Hoy, comentaristas piden liderazgos nuevos, exponiendo cómo envejecieron o torcieron el camino los de hace décadas que perduran obstaculizando el paso a los jóvenes de mejores ideas.
Por eso aplaudo a figuras nuevas de la tarea empresarial que piensan en el deporte como la mejor vía para reconciliarnos. Vi a Alán Llano trabajar duro en el campo de fútbol habilitado como sede oficial de los “Cimarrones” de Guaymas, junto con decenas de personas en la logística de lo que implica un evento del tipo.
Igual a Enrique Hudson, regidor y ejecutivo empresarial, entusiasmado por ver cómo la chavalada –y otros no tan chavalos ¿no es así, señor Bellot?-- se vuelca al lugar para ver ganar a la oncena que, nadie duda, pronto estará en el siguiente nivel y hará que nos construyan un estadio para 10 mil personas como lo visualizan Félix Tonella y Luis Felipe Seldner junto con Lorenzo De Cima.
El alcalde también anda en lo del estadio de béisbol, camino hacia el retorno a la Liga Mexicana del Pacífico. Pero algo que ya da resultados es el basketbol promovido por Rogelio Sánchez y su entusiasta grupo, que siempre nos tiene al filo del asiento en la regional Cibacopa.
Cierto, el deporte ayudará a reconciliarnos. Para eso es. Pero también para generar empleo como el que esos sábados de fútbol alcanzan a mostrar. Enhorabuena.