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Estas líneas...

GUAYMAS, Son.- Cuando llegó Mario Cuén Aranda a comparecer ante la Fiscalía Anticorrupción, Sonora cree ver los nuevos tiempos prometidos, los de imponer orden donde la corrupción y la impunidad se asentaron fincando el cinismo de funcionarios convencidos de haberse vuelto dueños del patrimonio de la entidad.

Exalcalde refugiado años en la Administración Portuaria de Guaymas, reapareció con Guillermo Padrés y pronto ocupaba la tesorería estatal. Lo acusaron, pero había un muro formado por ministerios públicos, jueces y magistrados que servían al amo.

Cuén comenzó a oler a dinero. Sus empresas multiplicaban ventas al Gobierno de Sonora, más caro por cierto que en el mercado, fluyendo con rapidez el pago, contrario al viacrucis del proveedor común.

Días después, Roberto Romero López, exsecretario de Gobierno, cruzaba el mismo umbral donde Odracir Espinoza blande el sable de la justicia, pero su rostro no tuvo la rigidez mostrada por Cuén. Su sonrisa nunca desapareció y respondió a preguntas. A todos dejó contentos su “actuación” en esa pasarela y dejó la impresión de no tener vela en el entierro de la corrupción asfixiante vivida por Sonora el sexenio previo. Para otros, solo fue más cínico.

 

Seguirá la pasarela pero la insistente interrogante es hasta dónde llegarán, si una representación social dejará una ventana abierta por donde salgan triunfantes los malos; o un juez encuentre un indebido proceso que mañana deseche el caso. Si es así, la desconfianza de la mula arisca hará pensar en la negociación material en lo oscurito.

La prueba de que esos funcionarios algo hicieron al margen de la ley, es su bienestar económico. El tufo del dinero es fuerte, refleja riqueza de auténticos potentados, pese a la honrosa medianía deshonrada con toda la alevosía y ventaja estimulada por el refugio tipo cueva de Alí Babá en la que vivían.

Me gusta esta expresión de David Palafox Celaya en una magnífica entrevista: “el extesorero y el ex secretario de Hacienda estaban involucrados en todas las corruptelas”.

El legislador describe una hacienda pública desastrosa y recuerda los primeros 3 años con Alejandro López Caballero (lo califica de ambicioso sin medida). Allí comenzó el remolino de la suerte; más tarde quiso ser alcalde de Hermosillo y para lograrlo dejó hechas pedazos las finanzas del estado. “Luego hizo lo mismo con la ciudad”.

Habla de la dupla Carlos Villalobos-Mario Cuen, secretarío de Hacienda y tesorero, quienes llegaron a las nubes en su enfermizo afán de atesorar el dinero de los sonorenses. No descubre el hilo negro al acusar el actuar nulo de la Contraloría y la Procuraduría. No imagino a Carlos tapia o al vanidoso Carlos Navarro haciendo sus obligadas funciones. Eran, dice bien Palafox, “cómplices y tapaderas” y sus cuentas bancarias dirán si llevaron parte o no.

Insisto en el tema central. Ningún sonorense cree que hubo mansos corderitos en el sexenio ido; pero estamos en el presente y se piensa en cosas de hoy, en resultados y, dentro de poco deben estar resultados a la vista de los hecho no solo para castigar a los corruptos, sino para recuperar algo del saqueo descomunal que posterga un mejor nivel de vida por el que todos pagamos.

El tiempo corre. El Ricardo de nombre al revés tiene la lupa encima.

GUAYMAS, MIL MILLONES

Mil millones de pesos no debería ser mucho dinero para Guaymas, pues produce mucha pesca y agricultura de exportación; el turismo deja buen dinero y la inversión maquilera ni se diga, sin contar la operación de su gran puerto de altura y sus numerosas trasnacionales.

Pero la nueva autoridad municipal ve la dificultad de conseguirlos para rehabilitar la ciudad de los huracanes habidos –incluído el de los tres años previos--, pues la calificación por sus malas cuentas se le redujo. Y Peor, los ingresos de Tesorería están comprometidos para pagar un enorme préstamo cuyo destino se desconoce.

Tiene razón Lorenzo De cima, el alcalde que en un mes y medio ya vio el tigre que se sacó en la rifa, al señalar lo fácil que sería limpiar la ciudad, iluminarla y darle una buena seguridad pública, en lugar de pensar en proyectos oníricos y gastar en caprichos.

Hoy, como frívolo por ejemplo, están en su escritorio los gastos del Carnaval (no pasaron por el Instituto de Festividades, que conste) que incluyen actuaciones de cantantes populares cobrando cifras millonarias, los tres años, para satisfacer el ego del jefe. Entre otros gastos del tipo, claro. Así, el progreso no llega nunca.

Ah, esos mil millones que se ocupan, son para arreglar calles, alcantarillado, traer agua y rescatar del mugrero que nos dejaron el centro histórico, así como un drenaje pluvial, o implemente esto no funcionará. Ya basta, dijo el alcalde al asumir. Ahora entiendo a que se refería.