El crédito de Otto hunde a Guaymas; “La Salada”, problema de salud pública; La gobernadora sufre; se fue don Miguel
GUAYMAS, Son.- Desde Palacio Municipal sigue bonita la vista del viejo pueblo pese a la obra del Conservatorio de Música que ´tapó´ la excelente postal que ofrecía la marina del Fonatur, y la bahía hacia la base Naval y la bocana.
Me quedé con la típica vista de la Plaza de los Tres Presidentes y la obra negra del conservatorio por años impulsado por el religioso Ivo Tonek, tambaleantemente iniciado y al parecer se podrá terminar por la buena nueva de la Universidad de Sonora: lo adoptaría para operarlo como su escuela de música en este lugar. Magnífico.
Pero lo que yo hacía en la casona de piedra construida por Fernando Montijo en 1901, era escuchar al experto contable explicarme el brete en el que está metida la ciudad –no el alcalde Lorenzo De Cima, pues él solo debe cuidar el dinero de la gente—, bajo el acoso de cobradores que con leperada y media le prestaron dinero carísimo a Otto Claussen Iberri, quien lo pagaría con el dinero de los contribuyentes en 20 años que, ya se ve, quebrarán a la comuna.
Los “fondos buitre” –parafraseando a prestamistas internacionales que hunden países con estas burdas prácticas aceptadas por los malos y codiciosos representantes—nos prestaron, recuérdese, 365 millones de pesos, de los cuales hace meses le expliqué, desaparecieron alrededor de 50 “en el camino”. El resto fue a obras que no se encuentran, pues la auditoría material dice que solo se gastaron en ellas poco más de 100.
Los pantaloncitos bien puestos de Lorenzo De cima evitan su lloriqueo cual políticos que quieren hacer lo mismo con esa justificante. Lo comentó, si, en corto a empresarios de influencia en la región para hacerles ver el drama de Guaymas tras la cruel depredación del Claussen que enloda el apellido familiar y daña a sus hermanos, quienes intentan sacar bueyes de la barranca en otros niveles.
Hay tantas leperadas en el trámite del préstamo y peor, huellas digitales por todos lados, que uno solo se lo explica pensando en la corrupción y la impunidad, como parte integral de la mente de los léperos que fraguaron ese criminal atentado contra la economía del puerto. Y allí andan, gastando egoístamente el dinero en su bienestar.
Y como si hubiese querido más gasolina en la hoguera, el escandalosamente enriquecido teutón cleptómano, llegó al extremo de prometer cosas sin cumplir. Como decían en mi barrio: voló el mayate con todo y hebra
Columnas atrás le platiqué a usted que el escarabajo lleva ese nombre derivado del vocablo náhuatl ´máyatl´, para que no hubiera malas interpretaciones por aquello de que Claussen “está bonito” según damas que le aprobaban todo en el Cabildo (cómplices en el crédito que nos hunde).
Entonces, recordando esa megaleperada reflejada en el análisis sobre el uso del dinero de la gente de Guaymas, ahora la ciudad paga más de la mitad de sus ingresos en ese préstamo solo en intereses.
Volver a mencionarlo es por la cercanía del dictamen que llevará al Claussen malo a una agencia del Ministerio Público a responder por lo que ya saben desde la alcaldía hasta el Gobierno Estatal y la Secretaría de Hacienda, raspadas también esas instancias por la viveza de genios financieros contratados con elevados honorarios, para completar la estafa, la perversidad contra el pueblo.
Saben ya de los papeles falsos para elevar calificación de deuda; de cómo se nos sacó “un ratito” del Buró de Crédito en el que Miffel nos tenía, a cambio de cobrar esa empresa mexiquense las lámparas chafas de aquel oscuro proyecto de alumbrado que nos heredó César Lizárraga. También de la exigencia del primer banco que nos prestaría–bueno, a Otto, para que Guaymas pagara—, y varios comisionistas e intermediarios de una trama que exhibió la codicia del teutón que ahora posee también una “Casa blanca” de 2 millones de dólares en San Carlos.
Nervioso debe estar el hombre de las cuentas mochas, porque como no dejó gran cosa en Palacio, también a él le cobran. Y la investigación formal de malos manejos se acerca a su conclusión. Lo escribí antes, Guaymas perdió crédito, se hundió, está sucio, descuidado, pero es lo de menos. Otto vino a lo suyo y lo hizo. Hoy Lorenzo De Cima exhibe lo que hay porque los hoyos arrastran al barco porteño hacia el fondo y por ello la justicia debe actuar ejemplarmente, para que el futuro no vuelva a ponernos en predicamentos tales, que comprometan, mutilen el futuro de las nuevas generaciones.
Tiros rápidos
1.- El alcalde Lorenzo De Cima cayó en la trampa que le puso su carácter. No es riñendo con jovencitos de 16 años como demostrará si hay o no tramas políticas –“complós”, diría López Obrador—para encaminarlo a yerros que le hagan salir de la casa de piedra.
Hoy, debe una explicación a la sociedad pero surgida del corazón, con humildad y reconocimiento, no con la soberbia de quienes venden asesoría para golpear criterios distintos. Eso solo acerca más al precipicio al comenzar a ver “moros con tranchete” en cada rostro. Ya hay experiencias en el no muy lejano pasado municipal.
2.- Denuncian ciudadanos guaymenses el alto grado de contaminación que registra, como en el pasado lejano, el mar frente al paraje La Salada, donde la mayor parte de las aguas negras de la ciudad descargan para ser tratadas. Pero ese supuesto lo descarta la instalación de CEA ya inoperante.
Urge el proyecto de tratamiento de aguas negras planteado desde hace años y que debió terminarse con los 600 millones de pesos gastados por el organismo operador de agua potable y alcantarillado en los últimos 6 años, dinero que solo sus administradores saben dónde quedó. Y tomado el organismo por funcionarios cajemenses cuyos paisanos han dejado muy mala memoria, seguramente está lejos el final de la contaminación que mantiene a la ciudad en un grave problema de salud pública.
Les dejo la imagen que nos presta el excelente comunicador Miguel Leyva, para evaluaciones personales.
3.- Envío mi abrazo solidario a la gobernadora Claudia Pavlovich Arellano. Ella perdió a su padre la mañana de este jueves 28 y su corazón sufre esa herida que solo curará la resignación que trae el tiempo consigo, y recordar con dulce dolor la larga y fructífera vida de don Miguel, esposo de doña Alicia, aquella mujer que dejó ejemplo nacional de cómo hacer política.