+ De cuando no era fácil seguir a AMLO; Heriberto Aguilar es un “morenista” ejemplar; Santa, su hermana, llega por el camino del trabajo y la lealtad
GUAYMAS, Son.- Hace 12 años acudí a la sala del Cabildo a cubrir un evento que sería rutina, supuse, al instalarse el gobierno municipal que encabezó como presidente del Ayuntamiento, el destacado político Antonio Astiazarán.
Que la mayoría de los regidores de ese Cabildo aprobaran todo y la oposición lo rechazara todo, confirmaba esa rutina. Se caminaba en acuerdos para modificar reglas y plantear lo que seguía.
Pero atrajo mi atención un regidor en especial: Heriberto Marcelo Aguilar Castillo, ingeniero civil, novato en el campo grillo pero muy interesado en el marco legal de cada propuesta del alcalde.
Quería hablar, no lo dejaban, lo “mayoriteaban” los del partido dominante votando lo que les pedían. Así sucede, bueno o malo, no sé, pero les piden “lealtad a las siglas” y los persuaden de que será mejor así.
Tras verlo “perder” todas, el alcalde entrecierra sus ojos como meditando en lo que quería ese muchacho cuyo arribo al Cabildo fue a través del desde entonces dividido PRD. Le pide tomar la palabra y exponer lo que considerara conveniente.
Muy serio, con voz baja, Aguilar Castillo deja caer su “señor presidente, lo que está usted pidiendo que le aprueben, y se lo están aprobando, no es posible”.
El alcalde que construyó el parque infantil, el bulevar Félix Serna, terminó el Malecón Turístico y su hermosa fuente danzante, mejoró la vialidad y la movilidad e impulsó el turismo de cruceros, mostró su rostro intrigado al cuestionar de qué hablaba el regidor.
La lista de acuerdos repetida por Aguilar terminó con el baldazo de agua fría: “usted está promoviendo acuerdos que se basan en una ley derogada hace seis meses”.
La sala enmudeció. La audiencia completa dirigimos la vista hacia el alcalde Astiazarán, quien giró en su silla y llamó a Tranquilino Javier Aguilar, quien debutaba como titular municipal de Asuntos de Gobierno y respondió, sonrojado, con un vacilante “sí, señor”.
“¿Qué paso con eso?”
Titubeante, responde: “déjeme revisarlo, señor”, y desapareció en la oficina adjunta. En el camino, con la discreción debida, se corrigieron las cosas que habrían violado la ley. Y Heriberto había demostrado a qué iba al Cabildo.
Desde 2006, cuando el PRD perdió la confianza ciudadana, Heriberto siguió de frente con Andrés Manuel López Obrador. Allí estaba cuando se fundó Morena con el tabasqueño planteando “un nuevo proyecto de nación” y convocando a los que llamó “promotores del cambio verdadero”.
Huelga mencionar su esfuerzo. Heriberto recorrió todo Sonora, poblados que ni en mapas aparecen. Lo escuché hablar de la gente, cómo le recibían, qué opinaban del famoso “Peje” y siempre, optimista, hablaba del triunfo tan necesario para el país.
Llegó el 2012 y ser –así decía la campaña pagada por los poderosos -- “un peligro para México”, fue la mejor publicidad negativa que impidió el tabasqueño ganarle a Enrique Peña Nieto. Ni modo, a esperar los nuevos tiempos, pero nunca, dijo Heriberto, deberían bajar la guardia.
En 2015 fue candidato a alcalde. No ganó y para seguir en el proyecto nacional, democráticamente ofreció la regiduría que tocaba a Morena. Recuerdo haberle sugerido asumirla. El número de la suerte fue para Enrique Enríquez, quien pronto, por un plato de lentejas, se alejaba de los principios de Morena y la intención de Aguilar Castillo. Tuve razón.
Hoy nadie debe llamarse sorprendido. Heriberto quizá no hubiese ganado la elección, pues comúnmente los votos no eran determinantes. Esta vez lo fueron porque se cuidaron. Había mucha gente involucrada en la demanda de ese “cambio verdadero”.
Ganarle una elección a Otto Claussen, experto en ganarlas, era impensable. Lo hizo, así que tienen gran mérito los votantes, primero, luego la persistencia de Heriberto. Perseveró, firme, y llegó.
Sostiene ese mismo espíritu al hablar de su plan de trabajo en el Congreso federal y lo que dice no se parece en nada a los comentarios prosaicos de los políticos tradicionales.
No se vale llamarle improvisado o desconocido, pues equivaldría a cuestionar el camino de Morena –en realidad, de López Obrador, con el vehículo que usted quiera. Y es su amigo— o a confirmar quienes lo hagan, que no lo conocen y no creían en lo que venía.
Es un lopezobradorista puro, de cuando –reza común de mis amigos del café—“daba vergüenza ser lopezobradorista”. Por eso cuando se buscó un candidato para este Distrito, nunca se dudó en escogerlo.
Ya que llegamos a esto, agreguemos la circunstancia similar vivida por sus familiares. Apoyaron, alentaron, trabajaron con él. No es raro entonces, que Santa Agustina, su hermana, haya sido incluida en la lista. Considerarla para el Senado podría ser demasiado, pero era leal al movimiento y muy trabajadora. Además, era la número 15. Lejos.
Pero la locomotora que arrolló a todos hizo el cambio. Hubo espacio. Ahora es Senadora plurinominal electa.
De ello, Heriberto Aguilar menciona: “Es una ciudadana con su propia autonomía y proceder político como cualquier compañera o compañero del partido; incluso hemos tenido posicionamientos muy distintos al interior del partido; el punto es, es parte de un proceso en la designación de las representaciones plurinominales. Fue el procedimiento de tómbola en la que participaron muchas y muchos ciudadanos del país y que por cuestión de suerte o por el Creador, fue favorecida en la posición 15”.
Y sigue diciendo el ahora diputado federal electo:
“Además por el triunfo electoral de muchos compañeros que estaban en la “pluri”, por la vía del voto se recorre la lista y Santa asciende al 6º lugar; fue como le tocó este honor de ser represente en el Senado”.
Santa también tiene su criterio al respecto, pero por razones de espacio, lo dejamos para la próxima, porque vale la pena escribir estos temas en un momento político en el que la frase más célebre del temido y respetado guerrillero yaqui, Cajeme, cobra gran vigencia:
“Antes, como antes; ahora, como ahora”.