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Estas líneas...

+ Pemex afecta a Guaymas y Sara Valle revive la gestión para restituir; el puente Metropolitano no existe: el dinero se “fue quedando” en el camino; el abogado Saucedo no es el enemigo, el Sutsag quizá, pero juega con las reglas de siempre; Santiago Luna sigue de delegado, pero Taddei “le jaló el mecatito”

 

GUAYMAS, Son.- Pemex, empresa de los mexicanos regalada a sus cuates por los últimos cuatro presidentes previos a la 4T, apoyaba a los municipios donde opera, pero fueron eliminando eso.

Los señores del dinero se fueron sobre ella y la socavaron para apropiársela. Y cual ocurre con el egoísta manejo del dinero privado, quitó casi todo apoyo a la sociedad. Si acaso, dejó un difícil trámite para ello, caso de Guaymas, donde opera una Planta Terminal Marítima que distribuye millones de toneladas con cientos de autocamiones y un poliducto.

Con estas instalaciones genera contaminación (Profepa, ni sus luces) y destruye caminos por los que llega a la planta desde la Carretera federal, bajo los cuales revientan líneas de agua y drenaje cuya reparación toca al Ayuntamiento (Sara Valle) y Comisión Estatal del Agua (Roberto Romano).

Pichicatearle los apoyos fue fácil para Pemex, al descubrir que el Ayuntamiento los malversaba.

El panista César Adrián Lizárraga, quien vive dorado semirretiro en su rancho cercano a Ures, “perdió” cuando alcalde, 400 toneladas de asfalto donado por la desnacionalizada y lo hallaron en Hermosillo, en una constructora privilegiada con contratos de obra pública.

Lizárraga entregó el mando al priísta al hermosillense nacido en Guaymas, Otto Claussen Iberri, y el escándalo de este y otros casos de corrupción llenó los medios. Las demandas del Claussen, miembro de la realeza financiera consumidora de muchos presupuestos públicos, fueron “light” y se perdieron en la Contraloría Municipal.

El chisme de los trompeteros del panista era que Otto le pidió un millón de dólares por “dejar las cosas así”, pero topó con pared cuando Lizárraga soltó sonora carcajada por la disparatada cifra, para sus alcances. Y surgió la andanada mediática. Como lo que es de todos no es nadie, nadie fue llamado a cuentas, castigaron al Ayuntamiento y los culpables gozan el resultado de “su esfuerzo”.

Por eso hoy quien preside al Ayuntamiento guaymense acudió a Pemex y pidió reponer los apoyos y reparar daños. Recordemos, la languidecida paraestatal no paga prediales ni servicios públicos de los que se beneficia, pese a sus cuantiosas operaciones desde este suelo.

Así, la comuna podría recibir –no como graciosa dádiva, sino obligada reciprocidad-- 800 mil litros de gasolina, 400 mil de diesel y mil 200 toneladas de asfalto cada cierto tiempo. Luego, ver reparado el tramo carretero hacia su planta –que ni es tanto—, a lo cual se sumaría la APIGUAY (Abraham Larios), administradora portuaria que ya está puesta.

Otra cosa fuera si los últimos alcaldes que hemos padecido hubieran ideado esta gestión que hoy empuja la señora Valle, quien, cierto, no navega en mares tranquilos en su actuar político, pero al menos tiene una idea clara del por qué el puerto está como está.

Corrijo: lo tienen como lo tienen.

TIROS RÁPIDOS

1.- El “Puente Metropolitano” sobre la bahía Guaymas-Empalme no existe.

Un gran proyecto contempla el aspecto vial, seguridad para alta velocidad en cuatro carriles, ornato, señalamiento y playa pública con área comercial y estacionamiento sobre suelos ganados al mar, hoy ociosos.

Se propuso para suplir al viejo puente Douglas y aprobaron dinero federal, pero no llegó completo. Entre la Secretaría de Hacienda y el ganador de la licitación y subcontratistas, se fue diluyendo la suma. Eran tres etapas y 120 millones de pesos, pero parece que quedó en dos, 80.

El proyecto es propuesta del Consejo Promotor Ciudadano Guaymas 21, de Luis Felipe Seldner y Marco Antonio Llano, y gestión de Susana Corella, diputada federal entonces, pero en descargo de quienes señalan a la dama con índice flamígero, los diputados no reciben dinero, sino la instancia oficial a cargo de la obra pública y la entrega en partidas supervigiladas a constructores.

Es fácil suponer qué pasó. Olvidaron el proyecto para hacer improvisaciones, mientras la ruta se volvía peligrosa y hace unos días hubo tres víctimas fatales, entre las decenas que lleva.

Debieran, insisto, castigar a los funcionarios, no a las dependencias, para bajarle un poco a eso que le dio el arrollador triunfo a la 4T.

2.- El Sindicato de Trabajadores del Ayuntamiento se manifestó con gritos acusando a la alcaldesa de incumplir con el contrato colectivo de trabajo.

Mientras se determina si es bueno o no, el contrato debe cumplirse, cierto. Pero pues, tampoco ¿no?

Martín Ríos, secretario general, y su gente, saben que está muy visto eso de justicia y democracia como bandera para proteger negocios “internos” y acatar, mediante algún estímulo, deseos del alcalde en turno que tanta merma causa a las arcas municipales.

El problema creció al desvirtuarse negociaciones y llegar a lo personal. La alcaldesa lanzó a sus huestes contra el asesor del sindicato, el reconocido abogado Armando Saucedo, cuando el profesional del derecho solo sugiere qué hacer en materia jurídica, lo cual aceptan o no los trabajadores y sus dirigentes.

Pero no es el enemigo, entiéndanlo ella y sus asesores grillos que en todo miran un ring de boxeo. Lo es el maridaje implícito en cada meta política que, por supuesto, cuesta. Y eso lo han hecho, juntos, alcaldes y dirigentes en turno. Así que, ninguna de las partes, deben llamarse robados. Comiencen a hacer lo correcto.

3.- Vaya susto del el extesorero y amo del nepotismo municipal, Santiago Luna, hoy –aún-- delegado de Profepa.

Se habló de su despido, pero se confirmó luego que no, que el movimiento involucra a todos los delegados nombrados antes del 1 de diciembre y Santiago lo es desde este marzo, cuando fue obligado a irse. Serían recontratados con las nuevas reglas laborales de la 4T.

Sigue de delegado, pero eso sí, el representante del gobierno federal en Sonora, Jorge Taddei, “le jaló el mecatito”, por andar en cosas que lo dibujan crecidito, como queriendo tomar controles que no le corresponden y, dicen, por afectar con fuego amigo a quien se supone, controla a todos los funcionarios morenistas en la entidad.