+ Asesinan al reportero Ricardo López; la tragedia pone de luto nuevamente al periodismo en México
GUAYMAS, Son.- Sonó el teléfono y con desgano vi si no era un número de los impunes acosadores diarios que algo nos quieren vender o cobrar.
No, no lo era. Er uno de mis contactos y me llamaba para algo peor y me dio la pésima noticia: “mataron a Ricardo López”. Son esas noticias que dejan a uno la mente en blanco.
Entre el estupor alcanzo a pedir confirmación y “te lo estoy confirmando”, me reitera la voz grave cuyo tono acusaba el impacto de lo que, en ese momento, se convirtió en una de esas noticias que corre por todo el país y salta fronteras, la noticia de un asesinato más, y en este caso, de uno más de los cientos de periodistas caídos en medio de la violencia criminal que agobia a nuestra convulsionada nación.
Es doloroso e indigna. Qué se puede decir cuando llega ese tipo de noticias; y peor, cuando el centro de esa noticia es alguien que uno se encuentra en el ajetreo cotidiano; que como uno, es parte de un sector dedicado a la información y en esa cobertura trabajamos o estuvimos en muchos eventos al lado.
Es difícil asimilar ese sentimiento que empieza a envolverlo a uno al saber lo ocurrido, agolpado en el pecho y que no se puede explicar, pues no solo dan fin a una vida, al conocido de todos los días, al integrado a tu gente; no, también se atenta contra un oficio vulnerado por autoridades que no quieren darse cuenta de lo riesgoso que en México se volvió exigir uno de los derechos fundamentales de la gente, como es el derecho a la información.
Es el segundo caso del tipo en territorio nacional esta semana. Nueva suma que eleva el número de informadores caídos en los últimos años, aunque la cercanía agrega dolor a la tragedia que se vive Sonora y en México.
Ricardo Domínguez López, quien hacía su trabajo en el portal Infoguaymas con el nombre de Ricardo López, quedó tendido boca abajo, en el estacionamiento de la tienda de autoservicio Ley Marsella, al norte, a pocos metros de la sede del C4, donde opera la Comisaría General de Seguridad Pública, donde unos 90 marinos de fuerzas especiales hacen, oficialmente explicado, la función que no pudieron hacer nuestros policías ante el crecimiento de la delincuencia y su enorme poder de atemorizar o corromper.
A las 17:30 de la tarde de este jueves 22 de julio, Ricardo se volvió parte de la estadística negra que avergüenza al país. Por la noche, todo México se enteraba a través de los principales medios. Comunicadores destacados reflejaban su pesar e indignación, manifestando la urgencia de encontrar respuestas en la autoridad correspondiente.
Media hora después del crimen, la Fiscalía de Sonora emitió un comunicado confirmando la ejecución y anunciando el “Código Rojo” que desplaza docenas de agentes, marinos y personal de emergencia, con 15 o 20 patrullas que, más tarde se dice, realizan “operativos” que no son tales, pues el término define algo que da resultado y no es este el caso.
Ricardo celebraba su cumpleaños 47. Su regalo fue el ataque de no se sabe quién o quiénes, pues nadie vio. Y ver, es complicado, por eso quién haya estado cerca se sumerge en el silencio. Para qué arriesgarse a sufrir similar suerte.
Más, cuando solo durante el mes de julio una treintena de personas han muerto, víctimas de la sangrienta disputa de espacios, “de la plaza”. Está fresco en la memoria el choque en Ortiz, comisaría guaymense, donde reportaron al menos 5 muertos; este miércoles, tres hombres fueron ejecutados. Ricardo este jueves y, cuando escribo esto, no terminaba el día, por eso no me atreví a cerrar la cuenta.
Hay una estadística más grande, pero solo quiero recordar que una noche de finales de marzo pasado, varios sujetos sacaron de su casa de colonia Las Palmas, en el sur del área urbana guaymense, a otro reportero, Pablo Romero Chávez, y nada se vuelto a saber de él. Como tampoco se sabe de docenas más de desaparecidos, reportados o no.
Cierto, ya la Fiscalía Estatal consignó el ataque que se llevó la vida de Ricardo y confirmó el inicio de procedimientos, para intentar aclarar los hechos y atrapar a los culpables.
Pero eso dice en cada caso, así que esperemos sea esta vez distinto y, en efecto, resuelva los temas subsiguientes. Que se llegue a las conclusiones debidas para confirmar que México tiene aún esperanza de poder vivir bajo el imperio de la ley.