+ Se le reconoció como un icono del ultraliberalismo en ese país
BUENOS AIRES, Argentina, 14 de febrero de 2021.- Luego de una agitada y prolongada vida, este día dejó de existir a los 90 años de edad en esta capital suramericana, el expresidente Saúl Menem, por una afección que se complico con sus problemas cardiacos.
Nació en Anillaco, en 1930, y su mandato entre 1989 y 1999, es recordado por escándalos de corrupción y problemas familiares. Menem sucedió en el cargo a Raúl Alfonsín y lideró el regreso del peronismo al poder tras la reinstauración de la democracia.
El país se encontraba en grave crisis económica e hiperinflación, que Menem resolvió aplicando las políticas ultraliberales surgidas del Consenso de Washington. Impuso la convertibilidad uno a uno entre el peso y el dólar e inició un profundo proceso de privatizaciones. La economía argentina creció hasta 1998, mientas incubaba los desequilibrios que terminaron con la debacle en 2002.
Los argentinos recuerdan a Menem con devoción o desprecio, como padre de una gran transformación que lideró con talla de estadista o como gestor de una catástrofe. Quienes lo defienden recuerdan los años sin inflación, inversión en infraestructura y modernización de servicios públicos vía privatizaciones. La paridad del peso con el dólar convirtió a los argentinos en turistas de primera clase y los productos importados inundaron el mercado.
Sus detractores en cambio, ven en Menem el cierre de miles de empresas, pobreza y desempleo récord y, sobre todo, la corrupción como forma de hacer política.
Menem ganó las elecciones en 1989 como un caudillo que prometía “revolución productiva” enfundado en un poncho norteño y con largas patillas. Pronto afeitó esas patillas y cambió el poncho por trajes Armani. El peronismo progresista rompió con él y le hizo la guerra, pero la bonanza económica frenó las revueltas internas. Menem selló un pacto con el radical Raúl Alfonsín para introducir la reelección en la Constitución y en 1995 repitió mandato.
Se acuñó con él la frase “roban pero hacen”, como oposición a los radicales, tipos que los peronistas consideraban honestos pero faltos de habilidad para el poder, hasta calificar los años de “pizza con champán”, porque el menemismo tuvo su propio estilo de hacer negocios fáciles y riquezas rápidas.
Menem jugaba al fútbol, pilotaba aviones, conducía autos de carrera y forjaba fama de playboy. En una ocasión ordenó cerrar al tránsito 500 kilómetros de autopista para conducir a toda velocidad un Ferrari que le regaló un empresario italiano.
Durante el menemismo, Argentina vivió los dos únicos atentados terroristas de su historia: el que destruyó la Embajada de Israel en 1992 y el ataque a la mutual judía Amia en 1994. Argentina carga aún con las esquirlas de esos ataques no resueltos.
En 1998 intentó reelegirse por tercera vez, pero no tuvo apoyo para modificar otra vez la Constitución. Perdió la elección ante una alianza de radicales, liderados por Fernando de la Rúa. En 2001 un juez le sometió a prisión domiciliaria por traficar armas hacia Ecuador y Croacia pese a embargos de la ONU. El expresidente estuvo encerrado 5 meses, acompañado de su nueva esposa, la ex Miss Universo chilena Cecilia Bolocco.
En 2003, Menem intentó ser presidente una vez más, pero cayó ante Néstor Kirchner. Se refugió en su provincia natal, La Rioja, donde obtuvo una banca en el Senado. Coqueteó con el macrismo y luego apoyó al kirchnerismo en el Congreso. Su fuero como senador le evitó la cárcel y murió en libertad, ocupando su escaño hasta el último día.
Carlos Menem será despedido en el Congreso argentino, sitio reservado a los expresidentes.