Ciudad del Vaticano, abril 20 de 2012.- El Vaticano anunció que intervendrá y reformará a la más grande asociación de monjas católicas de Estados Unidos tras comprobar que sus integrantes promueven “manifestaciones de disenso corporativo” y “feminismo radical”.
La decisión, comunicada por la conferencia estadunidense de obispos, fue tomada por la Congregación para la Doctrina de la Fe tras una evaluación general a la Conferencia de Superioras de las Religiosas Mujeres.
Como consecuencia, la Sede Apostólica determinó que el arzobispo de Seattle, James Peter Sartain, se haga cargo como “delegado apostólico” de concretar la reforma a ese organismo.
El mandato de Sartain, quien contará con el apoyo de otros dos obispos, incluye la revisión de los estatutos de la agrupación junto con sus actuales líderes, con el fin de “garantizar una mayor claridad sobre el alcance de la misión y las responsabilidades”.
Deberá aprobar los programas o las líneas generales de las asambleas y las publicaciones de la LCWR y creará nuevos planes de formación para “proporcionar una comprensión más profunda de la enseñanza de la Iglesia”.
Revisará y ofrecerá orientación sobre la liturgia, cuyos ritos principales deberán tener la “debida prioridad” en las actividades de la agrupación.
Estas medidas buscan combatir una serie de errores doctrinales identificados en el seno de la LCWR, en cuyas asambleas se proponía “ir más allá de la Iglesia” o “más allá de Jesús”, posiciones consideradas por El Vaticano como “un rechazo a la fe” y “fuente de grave escándalo”.
La mencionada evaluación doctrinal advirtió que el grupo también promovía un cabildeo en temas contrarios a la doctrina católica como la ordenación sacerdotal de mujeres y la homosexualidad.
La intervención a la LCWR es resultado de una más amplia investigación, una “visita apostólica” que inició cuatro años atrás e incluyó a todas las religiosas no contemplativas de Estados Unidos. Sus conclusiones están siendo analizadas por El Vaticano.
Esas pesquisas fueron ordenadas tras el descenso de un 23 por ciento en el número de monjas estadunidenses en los últimos cinco años y la “degradación en la calidad de la vida religiosa”, consecuencia de una “falta de fidelidad” a los propios carismas.