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Indigna al mundo la masacre

MEXICO (Mural sonorense).- Todo el mundo ha manifestado indignación por la masacre provocada por un presunto grupo criminal en Tamaulipas.

 

En Ecuador, una denuncia formal fue presentada por el ministro de Justicia, José Serrano, y la secretaria Nacional del Migrante, Lorena Escudero, para que se investigue la muerte de un ecuatoriano en esos hechos calificados como aberrantes y parte de un clima de descomposición que amenaza con socavar la estructura moral del país.

 

 

En ese estado del noreste mexicano, se sabe que el cabecilla de un grupo de "coyotes" ha amenazado a la familia de un sobreviviente ecuatoriano, por lo cual la Comisión de Derechos Humanos de México ha demandado protección con la máxima eguridad para el señalado, como lo han hecho otros grupos sociales y de protección a las garantías individuales, y el mismo Ecuador, que ya investiga redes de "coyotes".

 

 

La masacre de migrantes indocumentados practicamente ha dado la vuelta al mundo y las autoridades mexicanas han aceptado que otra vez el país es noticia principal en los medios, por hechos de tal negatividad.

 

Era esclava de “Los Zetas”

 

 
MEXICO (MURAL SONORENSE).- Marisolina es el nombre de una mujer que los "Zetas" secuestraron.

 

Nadie cercano podía pagar los 3 mil dólares para que la dejaran libre y el grupo, narra, decía que con algo tendría que pagarles.

 

La “levantaron” en Coatzacoalcos, Veracruz, y en una semana la obligaron a cocinar para los migrantes secuestrados y responsables de las casas de seguridad.

 

Una noche, a quien todos apodaban El Perro, se emborrachó, se drogó con cocaína y le confesó por qué traía la ropa tan sucia. Ella recuerda que le tenía mucho miedo a ese hombre que siempre andaba armado y maltrataba mucho a los migrantes.

 

Reía cuando le confió que "soy el carnicero. No hago nada de mecánica. Mi trabajo es deshacerme de la basura que no paga".

 

Refleja miedo al narrar el momento cuando escuchó de "El perro", cómo mataba a los migrantes que no tenían para pagar el rescate. Dijo: primero los hago en cachitos para que quepan en los tambos y luego les prendo fuego hasta que no queda nada”.

 

“Yo lavé muchas veces la sangre de esa gente. Al tallar la ropa salían los pedazos de carne. Todo olía a hollín, que para mí, eso era muerte”, dice Marisolina, quien estuvo tres meses cautiva de un grupo que se hacía llamar Los Zetas.

 

Revela que los soldados eran los que cuidaban de día y de noche a los migrantes. Luego estaban los Alfa, delincuentes que hablaban con los policías, con los de migración o con los maquinistas, quienes les avisaban cuando venía un grupo numeroso de centroamericanos en el tren.

 

De origen salvadoreño, recuerda a seis carniceros, uno por cada casa de seguridad. Arriba de ellos estaban "los meros jefes", los que ordenaban a quién desaparecer.

 

Conocía a muchos de los desaparecidos. “Un día me ordenaron que subiera la comida a un cuarto al que nunca había entrado. El puro olor de ese lugar me hacía llorar. Ahí tenían a los amarrados. Eran los que no podían pagar y serían asesinados. Salían para morir. Muchos recibieron comida de ella por la noche y al siguiente día ya no estaban.

 

Una noche rescataron a muchos migrantes en un operativo del Ejército en una casa de seguridad de Los Zetas. El Perro le pidió a Marisolina y a una amiga ir con él a comprar cigarros y refrescos. Ya fuera, las dejaron ir, pero les advirtieron que "no dejaran que su boca las matara".

 

“No queríamos hablar con la policía porque no confiábamos en nadie. Lo hicimos porque la gente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos nos ayudaron mucho, dijeron que nuestro testimonio podía servir para ayudar a otros", dijo la liberada migrante.

 

Despés vino la decepción. Personal de la Procuraduría General de la República las convirtió en indiciadas porque “existía la sospecha de que fuéramos gente de Los Zetas". No creyeron que por la forma de operar de los criminales, las hubieran dejado libres "así nomas”.