México, D.F., 09 de marzo 2012.- El propóleos es una resina que las abejas utilizan para cubrir su colmena y así impedir que hongos y bacterias la colonicen, y si algún animal –como una lagartija o un ratón– invade un panal, los insectos lo matan, y para impedir su putrefacción lo embalsaman con esa sustancia.
Las investigaciones respectivas en México han sido esporádicas y no sistemáticas, lo que de algún modo lo convierte en un recurso olvidado; por eso, junto con sus colaboradores, José Fausto Rivero Cruz, académico de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, ha comenzado con ese tipo de indagaciones.
En estudios de las variedades brasileñas y búlgaras se ha encontrado una actividad antibacteriana por algunos de sus componentes, como flavonoides y terpenos, y ciertos derivados de sus ácidos grasos, y ya se aprovechan para combatir las caries.
El propóleos inhibe las glucosiltransferasas –enzimas producidas por Streptococcus mutans, el microorganismo que con mayor frecuencia se encuentra en las caries–, con lo que otras bacterias como Porphyromonas gingivalis y Prevotella pueden sintetizar determinados exopolisacáridos y destruir el diente.
“En presencia de algún antibiótico, los exopolisacáridos impiden que esas bacterias entren en contacto con aquél y les brindan un método para adherirse a otras y formar lo que conocemos como placa dentobacteriana o sarro, que ocasiona el deterioro y la pérdida de las piezas dentales”, señaló el académico.
Al inhibir las glucosiltransferasas y, por lo tanto, evitar la síntesis de los exopolisacáridos, el propóleos altera la formación de la placa dentobacteriana. “Por eso se incorpora actualmente a algunos dentífricos y enjuagues, y a otros productos de higiene bucal”, añadió.
Esa resina también tiene una actividad antihipertensiva, aunque todavía no se ha determinado cuáles de sus compuestos son los responsables de ella y mediante qué mecanismos actúan. Una hipótesis señala que sus antioxidantes podrían ayudar a relajar la musculatura vascular, lo que mejoraría la circulación sanguínea y, por consiguiente, la salud del paciente.
“Pero esto aún no se ha comprobado. Mis colaboradores y yo participamos en un proyecto financiado por el Instituto de Ciencia y Tecnología de la Ciudad de México para dilucidar el mecanismo mediante el cual las sustancias presentes en el propóleos podrían controlar la hipertensión arterial”, indicó.
Gran parte del conocimiento proviene de las variedades brasileñas, a las que se les considera de las más finas del mundo debido, principalmente, a la enorme cantidad antioxidantes que contienen.
Se han descrito unos 300 componentes en las diferentes variedades de esta resina (dependen de la flora que haya en cada lugar). Los más comunes son los flavonoides, terpenos, ácidos grasos y algunos compuestos aromáticos simples. En algunas variedades como las cubanas se han hallado benzoquinonas y flavonoides.
Por lo que se refiere a las variedades mexicanas, hay muy pocos estudios que digan cuántos son sus componentes y de qué tipo, pues México tiene muchos climas y mayor biodiversidad que otros países.
“Las más estudiadas son las de Sinaloa, pero aún no sabemos cuál es la característica que distingue a las de México. Hemos descubierto muchos de los flavonoides que se han encontrado en las de otras partes, y algunos otros que no son tan comunes”, indicó.
Si bien no son concluyentes, varios estudios sugieren que la principal fuente de propóleos son las distintas especies de álamo (algunos autores dicen que son las coníferas).
Ahora, los académicos universitarios se proponen rastrear las plantas de donde las abejas obtienen esta resina; en general, las de la región del altiplano, entre la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental. Recurren a flores de la familia de las asteráceas, como el acahual y el cempasúchil; otras fuentes en esa zona son el ocote, así como algunos encinos y pináceas.