GUAYMAS.- En una superficie cercana a las seis hectáreas se encuentra el viejo panteón del puerto, desde mediados del siglo XIX. Se ubica en la Cerrada San Vicente, entre la Calle 6 y la Avenida X a menos de 100 m del mar, en la llamada “costa azul” de la cabecera municipal, y es sin duda uno de los destacados monumentos históricos del puerto que reflejan la identidad, la historia y la cultura de la región.
Al conjunto arquitectónico lo identifica una vieja y encalada barda construida con piedras de las montañas cercanas, aderezada con caliza y arena de playa que todavía conserva restos de conchillas blancas de almeja y ostión.
Lo que impresiona es que pocos inmuebles como este, alberguen tanta historia y a tan disímbolos personajes de la región de los últimos 200 años. El panteón y sus personajes registran puntualmente los altibajos de la vida cultural, política, religiosa, económica, e ideológica nacional y local, con impacto directo en el pueblo, que a través de su aduana y su Zona naval conocían primero que nadie los más importantes acontecimientos de la historia de México.
No están aquí los restos de los tres presidentes de la República nacidos en Guaymas en el siglo XIX: Plutarco Elías Calles, fallecido en 1945, fue sepultado primero en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México, posteriormente sus restos serían trasladados al Monumento a la Revolución en la Plaza de la República. Los restos de Adolfo de la Huerta, que murió en 1955, descansan en el Panteón Francés de San Joaquín, junto a su esposa Clara Oriol. Y los restos de Abelardo L. Rodríguez, fallecido en 1967, fueron sepultados en El Sauzal, municipio de Ensenada, Baja California.
Palmeras datileras, cocoteras y machos, guajes, guajillos, nims, mezquites, pinos, algodones y cuastecomates rodean el inmueble, protegiendo una gran puerta enrejada de gruesos barrotes de fierro rematados con puntas de lanza. Ya cuenta con una oficina del encargado del panteón, desde donde se controlan los servicios de agua, vigilancia y orientación al público.
A la izquierda de la entrada principal, destaca la tumba del sacerdote Francisco Navarrete, hermano de Juan, obispo de Sonora, plagada de mensajes y agradecimientos por los bienes recibidos; pero una de las tumbas más desconcertantes es la de Francisco R. López, de 21 años, sepultado un “31 de febrero de 1889” (¿?).
A la izquierda y en la orilla se ubican algunas tumbas que recuerdan a comerciantes llegados con el imperio francés: Pedro Cosca (de Balmaceda, provincia de Vizcaya), Armando Malchiodi, Domiciano Bastón; y también el amplísimo monumento dedicado a Los Aguayo.
Alguien con sensibilidad histórica se encargó de señalar y destacar mediante pequeñas placas de mármol con letras negras y el escudo, las modestas tumbas dispersas de quienes dieron la batalla contra los invasores franceses de 1854. Ahí se puede localizar por ejemplo a: Wenceslao y José Lino Iberri Montijo, Rafael Escobosa, Gabriel Corella Quiroga, Pablo Mejía, Jorge Martinón, Jesús H. Preciado y Juan Basozábal Luján, entre otros.
Pocos saben que en una vieja y olvidada tumba gris de cemento con un modesta placa verdosa de cobre muy oxidada, se encuentran los restos de don Antonio Canale, padre del secretario particular de Victoriano Huerta Aurelio Canale -un político impulsado por el ex secretario de Gobernación y vicepresidente de México Ramón Corral Verdugo- y también del prestigiado escritor, médico, político y académico de la lengua Francisco Canale, nacido en Guaymas en 1873.
Por su diseño, su mensaje subliminal y la calidad del mármol con que fue construida, destaca la tumba del eminente, controvertido y uno de los personajes más destacados del siglo XIX Sonorense sepultado ahí: Carlos Conant.
Dice de él Francisco Almada: “Nació en la ciudad de Guaymas en 1842. Secundó en la región del Mayo el Plan de la Noria. Formó parte de las tropas comandadas por Donato Guerra. Se opuso a las frecuentes reelecciones del general Pesqueira y organizó contra él el Plan de Promontorios. En agosto de 1890 obtuvo una concesión de la Secretaría de Fomento para deslindar los terrenos baldíos existentes en los ríos Yaqui, Mayo y Fuerte y colonizarlos. A su empresa la Sonora and Sinaloa Irrigation, Co. le siguió la compañía constructora Richardson S.A. Conant falleció en 1907.
Su tumba de mármol con diseño de A. Baldassi es una de las más expresivas del panteón. Una dama de la época con dos niñas, una en brazos y otra de la mano ofreciendo una moneda. Se presume que representan a sus hijas, el epitafio dice “Murió el 5 de febrero de 1906 a la edad de 66 años. Sus hijas le dedican éste recuerdo”.
En el área central se localiza un influyente personaje del Guaymas de finales del siglo XIX, Don Torcuato De la Huerta Armenta. Fue “uno de los comerciantes más queridos y de mayor arraigo en Guaymas”, nacido en 1833, fallecido en 1900 y héroe de la batalla del 13 de julio. Don Torcuato fue padre del ex presidente de México Adolfo De la Huerta Marcor, y aquí descansan también los restos de sus otras hijas; Josefina, Carmen y María De la Huerta Marcor. A un costado se encuentra la tumba de Carmen Marcor, viuda de De la Huerta fallecida en 1921, cuando su hijo era el secretario de hacienda en el gobierno del presidente Alvaro Obregón Salido..
Al centro del panteón, entre una diversidad de palmeras, piochas y mezquites, se conservan las tumbas de los padres del ex gobernador José María Maytorena Tapia.
En la lápida de mármol de Doña Santos Tapia de Maytorena se inscribe que murió en Los Ángeles, California, un 13 de febrero de 1917. A varios metros de ella se encuentra la de su esposo José María Maytorena Goycochea, aspirante varias veces al gobierno de Sonora, bloqueado siempre por el triunvirato Torres-Corral-Izábal.
En la lápida marmórea y todavía blanquecina solo se menciona que murió un 3 de febrero de 1918, un año después de Doña Santos, también en Los Ángeles.
A un lado se encuentra la cripta familiar de su influyente yerno, Gaspar Zaragoza Echevarría(de El Anchove,Bilbao provincia de Vizcaya), fallecido en 1938. Al parecer es la única lápida del panteón diseñada por el famoso escultor A. Ponzanelli.
La tumba del otro --influyente yerno-- de Don José María, Leonardo Camou, “miembro de otra importante familia de herederos de haciendas en Hermosillo y Ures”, se encuentra junto con su esposa Guadalupe Maytorena. Ambos fueron asesinados en diciembre de 1937 por personal a su servicio en la casa que habitaban en la XVI y Serdán.
Los asesinos,después de pacientes investigaciones realizadas por el jefe de la policía municipal, fueron descubierto por los restos de sangre que aparecieron en el tacón de uno de los zapatos. En la lápida se alcanza a leer : “Testimonio de afecto a mis queridos tíos; Santitos Zaragoza”.
Ironías de la vida, los restos de José María hijo, gobernador de Sonora entre 1911 y 1915, exiliado por 21 años en California y fallecido en 1948 peleando por la devolución de sus bienes incautados en la Ciudad de México, descansan en el Panteón Español. ¿Por qué sus familiares no han insistido en traerse sus restos a Guaymas? Todo un misterio... Los de otro guaymense distinguido, Don Rodolfo Elías Calles, gobernador de Sonora entre 1931 y 1935, por alguna razón fueron depositados en el Panteón Yañez de Hermosillo y no aquí. El nació en 1900 en Guaymas cuando su padre se dedicaba al comercio.
A un lado de ellos se encuentra la tumba del liberal Carlos Randall, tesorero del Club Guaymas “Bernardo Reyes” y después anti reeleccionista cuando en 1909 Maytorena y Eugenio Gayou fueron elegidos como presidente y vicepresidente. Randall “nacido en 1862 era el hijo de un skipper inglés residenciado en el puerto desde mediados del siglo XIX (HAC) También minero, comerciante, gambusino y productor de naranja sería después colaborador de Maytorena en el gobierno del Estado, gobernador de transición y encargado del despacho. Participó en el movimiento Renovador y murió en el año de la rebelión 1929.Un hijo suyo sería posteriormente alcalde del Puerto.
Otro participante activo de la rebelión escobarista, el general Francisco R. Manzo, fallecido en 1940, en un conjunto de tres tumbas similares se observa junto con su esposa Ernestina Villa de Manzo (1970), y su padre Rafael -muerto en 1906-. Se encuentran en el ala sur del panteón en medio de palmeras y arbustos. Manzo, obregonista de larga carrera militar, subsecretario de Guerra y Marina, era el jefe de operaciones militares en Sonora en el momento de la rebelión escobarista. Uno de sus hijos, Francisco, fue regidor del ayuntamiento y presidente de la Junta Federal de Mejoras Materiales. Su nieto, Francisco Manzo Taylor ejerce como notario público.
En la parte cercana a la barda que fija los límites con la sección nueva, destaca la familia Escobar, entre ellos Don Manuel, fundador del periódico La Gaceta en 1915.
Dispersas en el inmueble y en lotes especiales se encuentran los apellidos con influencia en la política y la economía del puerto durante el siglo XX: Escobar, Castanedo, Ramonet, Aínza, Von Borstel, Yñigo, Fourcade, Taylor, Lübbert, Garayzar, Tapia, Avilés, Cházaro, Gaxiola, Corella, Martínez, Yberri (Olaya, Ignacio, Beatriz, Wenceslao y Carmen R.). Y los apellidos mas vistos que más abundan de mayor frecuencia y dispersos a lo largo y ancho del inmueble: Maytorena y Marcor. Aquí se localizan los restos de don Abraham Marcor hermano de Adrián que junto a Gayou,Randall,Maytorena y De la Huerta retaron al gobierno estatal la primera semana de enero de 1910 cuando Madero estuvo en Alamos y Guaymas para organizar los mítines y conseguirle alojamiento.
En una tumba muy bien conservada que data de 1875 se lee: “Emilio Clausen. De Stuttgart, Würtemberg, murió el 17 de diciembre de 1875 a los 49 años”. Stuttgart es capital del estado federado de Baden-Wurtemberg, Alemania, y sede de la producción de los vehículos Porsche y Mercedes-Benz.
El panteón de Guaymas, que según algunas versiones fuera inaugurado a mediados del siglo XIX, refleja actualmente abandono, indolencia y saqueo. Muchas de las creaciones artísticas en mármol, herraje y diseño arquitectónico han sido dañadas por el tiempo y por la mano del hombre. Aquí hay mucha historia y mucho qué ver. Lo que Guaymas ha sido y lo que hoy es, en mucho se debe a los que aquí descansan y a los que -por lo visto- muy pocos reconocen y menos recuerdan. Lo irónico de la historia es que “se pelearon las herencias y se descuidaron las memorias”.
No nos cansamos de celebrar y presumir las epopeyas históricas que recuerdan los principales hechos que moldearon México, Sonora y Guaymas, pero al parecer no nos hemos dado tiempo para pensar en lo que vamos a hacer con la memoria y el ejemplo de quienes dieron las principales batallas por México y Sonora para rescatarlos y enseñarlos a las nuevas generaciones que en mucho piensan que Guaymas surgió apenas ayer. Ironías de la vida... pero es la realidad. Por eso... hay que cambiarla.
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