+ Por qué yo (y miles más) votaríamos por Trump PHOENIX, Arizona.- Cuando se produjo la crisis humanitaria centroamericana que forzó la salida de miles de niños de sus países, temiendo por sus vidas, el gobierno de Barack Obama respondió hacinando a los pequeños en crujías malolientes, insalubres, y sin proporcionarles asistencia alimenticia, o de representación legal. Los casos de miles de estos niños fueron rápidamente desahogados en tribunales con un alto grado de racismo. Como resultado de esta rapidez, miles de menores de edad regresaron a Centroamérica a enfrentar una muerte segura a manos de los mismos que los han amenazado si no se incorporan a las filas del crimen organizado.
Cientos de miles de mexicanos han muerto en su búsqueda del llamado “sueño americano”, la mayoría de ellos deshidratados en el desierto. En fechas más recientes, miles más se han convertido en las víctimas de secuestro y muerte de los carteles de la droga, que se han apoderado de las rutas migratorias. Durante el período de Barack Obama también, muchas decenas de miles más han sido atrapados en las continuas redadas de la temida “migra”, separados de sus familias, y deportados como criminales a México, país del cual salieron por la falta de trabajo, las amenazas de los narcotraficantes, y la impavidez de una clase política insensible y corrupta.
La Ley de Ajuste Cubano, aprobada por el congreso norteamericano el dos de noviembre de 1966, dice en su parte medular que: “…a pesar de lo que se estipula en la sección 245(c), de la Ley de Inmigración y Naturalización, el estatus de cualquier extranjero nativo o ciudadano de Cuba inspeccionado y admitido dentro de los Estados Unidos después del primero de enero de 1959 y presente en los Estados Unidos durante al menos dos años, puede ser declarado residente permanente por el Procurador General, a su criterio y bajo las reglas que él mismo prescriba...”. Otra parte de dicha Ley de Ajuste Cubano dice que “…Lo estipulado en esta ley se aplica a la esposa e hijos de cualquier extranjero descrito en esta subsección, al margen de su ciudadanía y lugar de nacimiento, quienes residan con dicho extranjero en los Estados Unidos”.
¡Vaya contraste en el trato! Los mexicanos y los centroamericanos, pese a venir de economías tanto o más deprimidas que la cubana, se enfrentan además a una violencia sin precedentes en la historia de sus respectivas regiones. La dolarización de sus economías es tan brutal, que los sueldos mínimos se indexaron por años de manera irreflexiva e irreal. La pulverización de su poder adquisitivo los hace voltear al norte, a Estados Unidos, donde, si tienen la “suerte” de llegar con vida, son explotados inmisericordemente, perseguidos como fieras por las distintas policías, y acusados de sucios, flojos, insalubres, rateros, etc.
Mientras tanto, los cubanos, gracias a las diferencias ideológicas entre Estados Unidos y Cuba, son admitidos a suelo norteamericano sin mayores expedientes, en cuanto pisan estas tierras. Sus solicitudes de entrada -no de asilo, conste-, se resuelven en cuestión de dos o tres horas, un enorme contraste con los entre 5 y 15 años que tiene que esperar cualquier otro aspirante a residente. A los no cubanos, se les dice que no pueden solicitar servicios de asistencia pública, so pena de sufrir las consecuencias, mientras que a los isleños los reciben en la puerta de Laredo, Tejas, con autobuses especialmente fletados para transportarlos a Miami, les tramitan servicios médicos federales, y cupones de alimentos. Se les acusa incluso de numerosos fraudes al sistema Medicare, un beneficio federal que se otorga a las personas mayores de 65 años de edad y quienes han trabajado durante un mínimo de 10 años. Así y todo, la pachanga de bienvenida sigue para los cubanos a los que no solamente se les entrega el “sueño americano” en charola de plata, sino les perdonan los numerosos actos delictivos contra el país que les abre los brazos.
La verdad de las cosas es que la amable recepción que se dispensa a los cubanos, que no es sino el pretexto del gobierno norteamericano para mantener cierto grado de hostilidad con el gobierno castrista de Cuba, empieza a causar una oleada de resentimientos entre centroamericanos y mexicanos por igual. No hay quien pueda justificar que a estos dos grupos de inmigrantes los hostigan, los persiguen, los detienen, los maltratan y luego los deportan rápidamente, mientras que a los cubanos les dan casa, comida, atención médica y un estatus legal como residentes apenas asoman las narices -o ponen los pies- en este país.
La propia gente de Laredo, Tejas, por donde han pasado empieza a cuestionar la política migratoria de su gobierno, pues no son solamente los mexicanos y los centroamericanos a quienes se discrimina con esta selectiva política migratoria, sino inmigrantes de otros países como Afganistán o Iraq a quienes se somete a humillantes interrogatorios, detenciones violentas, trato vejatorio e inhumano, y separación familiar.
Recientemente, un grupo de excombatientes en Iraq y Afganistán cuestionaron ruidosamente la actual política migratoria de Barack Obama pues, sostienen, se da alojo, y beneficios federales a los cubanos, mientras el gobierno muestra una total incompetencia y negligencia para dar atención a los reclamos de servicio de sus ciudadanos, y particularmente, los que han prestado servicio militar. Protestas similares han sido organizadas por activistas de los derechos humanos, a favor de los inmigrantes en general, excepto los cubanos que son, para todos los efectos, los consentidos del gobierno norteamericano desde 1966.
La demanda principal de quienes se oponen a esta política migratoria tan liberal solamente para los cubanos, es que se les obligue a satisfacer los mismos requisitos que cualquier inmigrante y, lo más importante, que “hagan cola”, no que les den un pase exprés.
¿Y qué dicen los candidatos presidenciales demócratas y republicanos al respecto? De todos, solamente Donald Trump dijo que es un error, que es una política equivocada y que no es justo para el resto de los inmigrantes. De parte de los otros candidatos solamente hubo un silencio -si se me permite- ensordecedor. Trump lo dijo a sabiendas que la comunidad cubana en Miami es políticamente fuerte y puede decidir elecciones.
Ya sé que Trump quiere construir una barda más impenetrable con México y mil tonterías más. Pero de pronto, enfocarse en el tema cubano, tabú para muchos políticos grandes, chicos, y medianos, como que empieza a despertar las simpatías hacia el del pelo ridículo. Cuando menos, con Trump ya sabe uno a qué atenerse.