CD. DE MÉXICO.- Agradezco mucho la presencia de mis compañeras y compañeros de partido.
Saludo con mucho afecto a las señoras ex presidentas y a los señores ex presidentes de nuestro instituto político.
Muy buenas tardes a todas y todos.
Permítanme desde aquí saludar a nuestro compañero y militante, el Presidente de la República Enrique Peña Nieto.
Consejeras y consejeros: gracias por su respaldo.
Soy una mujer a quien el partido le ha dado muchas oportunidades, que han ido acompañadas de lecciones valiosas.
Gracias al PRI fui legisladora. Aprendí lo que es defender al partido y representar nuestras causas desde la oposición. Es una realidad que conozco, porque la he vivido, y no le tengo miedo.
Gracias al PRI, he sido candidata y he hecho campaña en mi estado, en Guerrero, al lado de la militancia. Hace seis años perdí mi elección. Por eso conozco, a nivel personal, lo que significa una derrota: lo que implica levantarse, replantearse y seguir adelante.
Con ustedes, participé en el esfuerzo para recuperar, de la mano de nuestro Presidente Enrique Peña Nieto, el Gobierno de la República, después de 12 años. Por eso sé lo que es superar la adversidad: con trabajo y disciplina, pero sobre todo con un proyecto de partido.
Gracias al PRI acompañé al Presidente en la acción de gobierno en distintas secretarías de Estado.
Yo no represento a ningún grupo ni corriente. Les pido su confianza para representarlos a todos ustedes.
Vengo con humildad, responsabilidad y amor por nuestro partido, para pedir el apoyo, el acompañamiento y el respaldo de sus bases.
Vengo no sólo a protestar un cargo: vengo para hacer un compromiso personal con cada priista. Porque antes que dirigente soy militante.
El liderazgo genuino no es algo que se adquiere el día que se rinde protesta para desempeñar un cargo: se gana cada día; con cada palabra que se pronuncia y con cada acción que se ejecuta.
Para renovar al PRI, igual de importante que tomar decisiones, es no eludir responsabilidades. El deber primordial de una nueva dirigencia es hablar de frente, hablar claro y hablar con la verdad.
Con esta convicción, me dirijo a ustedes como lo exige la nueva realidad: con franqueza, e incluso, con crudeza. Sólo así: sin miedo a las palabras, entendiendo dónde estamos, podemos diseñar nuestro futuro.
Asumo esta responsabilidad, en el momento más difícil en la historia moderna de nuestro partido.
El 1 de julio la ciudadanía nos castigó con su rechazo. No sólo ganó una nueva fuerza política: también se reconfiguró radicalmente el equilibrio de poder, en todos los niveles de representación, y en prácticamente todo el país.
El PRI enfrentará un escenario que jamás habíamos experimentado: ser simultáneamente oposición al Poder Ejecutivo, y un partido minoritario en el Poder Legislativo.
La misma situación se replica en diversos gobiernos estatales, congresos locales y ayuntamientos.
Ante ello, no hay que señalar al adversario para buscar explicaciones. Para encontrar respuestas, hay que voltear a vernos a nosotros mismos. Como partido, todos somos corresponsables.
Hay que decirlo, no supimos defender nuestro Partido.
Nos olvidamos de nuestros orígenes cuando abandonamos la acción política de base. Privilegiamos el pragmatismo sobre nuestros principios, nos dejamos seducir por el poder.
Cerramos en las cúpulas las decisiones que le pertenecen a la militancia, y al hacerlo la marginamos y nos desdibujamos.
Nos acercamos demasiado a las élites y nos distanciamos de las causas ciudadanas. Pasamos más tiempo en los despachos que en las calles.
Se nos olvidó que un partido promueve causas, gestiona para dar respuestas a las necesidades sociales, y es el gobierno quien da solución, mediante políticas públicas.
Nos alejamos de la realidad social. Nos faltó sensibilidad.
Permitimos que otros se apropiaran de nuestras banderas, perdimos identidad y legitimidad, como el partido popular de México.
No alzamos la voz a tiempo para denunciar y castigar la corrupción que se generó en nuestras propias filas.
Dejamos que los cínicos y abusivos, mancharan la imagen y lastimaran la reputación de los millones de mujeres y hombres honrados, patriotas y trabajadores del PRI: los militantes que tocan las puertas y piden el voto por nosotros; los servidores públicos que trabajan incansablemente por México; los liderazgos sociales que son la cara del partido en cada rincón del país.
Si la alterativa política que triunfó el 1 de julio no tenía ni la mitad de nuestras estructuras, ni de nuestros gobiernos, ni de nuestra militancia, ¿por qué ganaron?
Nos ganaron con nuestras propias armas: supieron escuchar mejor a las bases y a los ciudadanos, ofrecieron cosas concretas para demandas específicas.
Tuvieron mayor capacidad para entender que toda actividad política tiene una dimensión ética, que la gente no sólo vota por intereses, sino por esperanza y por principios.
Hay muchos militantes que hoy sentimos frustración, incertidumbre y también agravio. Esto no se debe únicamente al resultado electoral. Su raíz es más profunda.
Se debe a que no supimos valorar las aportaciones de nuestros militantes, reconocer su mérito o abrir espacios de inclusión.
Contratamos consultores externos, para que nos ayudaran a interpretar la realidad y tomar decisiones, apagando la voz de nuestros verdaderos expertos: los militantes que conocen de primera mano, y mejor que nadie, la realidad de cada rincón del país.
Como a todos ustedes, tampoco me gusta la situación interna que vivimos. No es lo que los priistas merecemos.
En este momento decisivo, no podemos permitir que nuestro dolor o el enojo sean más grandes que la determinación para salir adelante. La angustia y la frustración no son un plan de acción.
Encausemos nuestra energía para reformarnos. Que el miedo y el enojo no nos paralicen ni destruyan. No confundamos cambio con ruptura.
Hagamos de la adversidad una oportunidad para dejar vicios y ataduras. Hay que atrevernos a imaginar cosas nuevas para la nueva realidad.
Concluyamos el periodo de reflexión y diagnóstico en el que estamos. Que sus resultados sean el punto de partida del proceso deliberativo, incluyente, abierto, donde participen todas las voces, las expresiones y opiniones de nuestro partido.
Necesitamos una reforma de fondo y forma, donde estemos dispuestos a poner todo sobre la mesa: tanto lo que queremos conservar, como lo que necesitamos cambiar.
Una reforma que atienda los temas fundamentales del partido, que hemos aplazado por demasiado tiempo.
Entender de qué se trata el PRI en el siglo XXI: ¿cuál es nuestra definición ideológica, cuáles son las causas puntuales que debemos abanderar?
Establecer cómo debe ser la relación del PRI con el gobierno, con la ciudadanía y con su propia militancia.
Prevenir de forma realista, y castigar de manera contundente, los casos de corrupción en los que incurran nuestros integrantes.
Comprender cuáles son las expectativas de los sectores sociales que nos rechazan, cómo fue que les fallamos, y qué respuesta le vamos a ofrecer.
Saber, ante todo, para qué queremos recuperar el poder, y cómo debemos ejercerlo para conservarlo.
Este ejercicio colectivo va a durar meses. No es el trabajo de una sola persona o un grupo, es de todos. Debemos hacerlo en casa, en los espacios institucionales.
Juntos iremos definiendo tiempos, método y acciones. Mi responsabilidad es conducir, durante un año, este esfuerzo que nos llevará a definir la reforma que queremos.
La tarea de ejecutar esa reforma será responsabilidad de la dirigencia que elijamos dentro de un año.
Compañeros y compañeras:
A punto de cumplir 90 años, el PRI se encuentra ante un cruce de caminos: estamos en una transición entre el partido presidencialista y vertical del Siglo XX, cuyas inercias aún no terminan de agotarse, y el partido democrático y horizontal del Siglo XXI.
Tengo la convicción de que, frente a este escenario, los priistas solamente tenemos una alternativa: tomar acciones concretas.
En lo interno, asumir una cultura democrática que ponga a la militancia en el centro del Partido. Dejemos de obsesionarnos con la unanimidad y aceptemos las diferencias como algo natural.
Seamos un partido que no privilegie la capacidad técnica sobre la sensibilidad social; que recupere la gestión como vocación permanente no solo como un instrumento electoral de coyuntura.
Volvamos a ser un partido de causas, no de cuotas, donde los militantes avancen por su mérito y su esfuerzo.
Que el partido sea el primero en defender y respaldar a sus gobiernos, pero también el primero en vigilarlos y exigirles cuentas.
En este siglo ninguna organización política puede excluir, limitar o discriminar a las mujeres y a los jóvenes.
Compañeras y compañeros:
Nos urge que las mujeres priistas ocupen más espacios de liderazgo a todos los niveles: en las dirigencias, en los municipios, estados y en el plano nacional.
La visión, entrega, capacidad para trabajar en equipo que tenemos las mujeres, son imprescindibles para construir un partido fuerte e igualitario que refleje a nuestra sociedad.
Otra tarea fundamental es acercarnos a las nuevas generaciones. Necesitamos ser una alternativa para los jóvenes, para avanzar sus causas y convertirnos en un vehículo en el que se desarrollen.
Que con su energía, creatividad y talento nos vigoricen. Que encuentren en el partido una plataforma de participación real, para incidir en el futuro de México.
No podemos olvidar que México es un actor muy relevante en el ámbito internacional. Esa posición responde a un legado que construyó nuestro partido.
Debemos retomar ese liderazgo entre los partidos afines del mundo, voltear a ver lo que pasa fuera de nuestras fronteras y ser parte de los grandes debates globales.
Sin embargo, debemos de estar conscientes de otra realidad: la ciudadanía no va a premiar la reforma del partido. Esta es una necesidad urgente, pero interna: darle estabilidad, certidumbre y rumbo al PRI.
Lo que la ciudadanía evaluará en las próximas elecciones, no es lo que hagamos adentro, sino lo que hagamos afuera: nuestros resultados y honestidad donde seamos gobierno; nuestra congruencia y valentía donde seamos oposición; nuestras conductas y actitudes personales como priistas.
Hasta el 30 de noviembre, el partido contará con un liderazgo natural en torno al cual aglutinarnos. Nuestro reconocimiento y, por supuesto, lealtad institucional, al Presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Una vez que entre en funciones el nuevo gobierno, debemos articular un gran frente opositor, a todos los niveles, entre el partido y cada uno de nuestros espacios de representación.
Este gran bloque priista debe operar igual que un banco de peces. Como un solo cuerpo compuesto de muchos integrantes, que trabaja en perfecta sincronía: en el mismo sentido, con el mismo ritmo y hacia el mismo objetivo.
En el Poder Legislativo, seremos la oposición firme, crítica, valiente y vigilante que los mexicanos necesitamos.
Seremos un verdadero contrapeso, que le hable de frente al Gobierno Federal: con argumentos, con ideas y con principios.
Estaremos atentos a que el Gobierno use el poder que se le acaba de otorgar para servir, para beneficiar al pueblo, no a sus incondicionales.
Para tomar decisiones con visión de Estado, no con intención electoral.
Seremos una oposición constructiva, pero no permisiva.
No bloquearemos los proyectos que le convengan al país, porque para el PRI primero está México.
Pero con igual determinación, rechazaremos aquello que comprometa la estabilidad del país; el patrimonio de las personas, el bienestar de nuestras familias y los derechos de los trabajadores.
Defenderemos, como causas irrenunciables: el régimen democrático de división de poderes; el pluralismo político; la libertad de expresión y la sociedad de derechos para todos.
Seremos los principales defensores del Pacto Federal, de la soberanía de los Estados y la libertad de los municipios.
A todos los mexicanos que nos dieron su confianza les decimos: vamos a representarlos con pasión, con inteligencia y con dignidad. Sus causas son nuestras causas: las vamos a defender y promover desde los congresos, los ayuntamientos y los gobiernos de los estados.
Estamos en campaña permanente.
Tenemos frente a nosotros meses de mucho trabajo, esfuerzo y sacrificios.
No puedo prometerles que el recorrido será fácil, ni cómodo. Al contrario: les aseguro que será la batalla más ardua que hemos librado en muchas décadas.
Lo que sí puedo asegurarles, es que el PRI conserva la fuerza, la energía, el espíritu y la voluntad de renovarse.
Lo que pase con nuestro partido está enteramente en nuestras manos, y de nadie más: ni de nuestros adversarios, ni de las circunstancias.
Caminaremos este trayecto juntos. Estaré en la primera línea, no adelante sino al lado de ustedes. Dirigiré con la fuerza del ejemplo, antes que con el peso del cargo. No les pediré nada que no esté yo dispuesta a hacer.
Que no quede duda: estamos en pie de lucha. Porque tuvimos una derrota dolorosa, pero no definitiva. Porque en la democracia las victorias pueden ser contundentes, pero nunca permanentes.
Si nuestros adversarios pudieron conquistar el poder partiendo de menos, por supuesto que nosotros podremos recuperarlo contando con mucho más.
Consejeras y consejeros:
Me comprometo a ser una Presidenta receptiva, que trabaje desde el diálogo abierto, no desde los despachos cerrados, con todos los sectores, organizaciones y expresiones del partido.
Encabezaré una dirigencia que esté afuera, con ustedes: en las calles, en el territorio, buscando el contacto directo con los ciudadanos.
Una dirigencia en la que todos los priistas se vean reflejados: porque abandera sus causas, representa sus intereses y cumple su palabra. Una dirigencia de la que puedan sentirse orgullosos.
En un plazo no mayor a 60 días, convocaré a la elección de un Secretario General que surja de nuestras filas, que complemente y fortalezca al Comité Ejecutivo Nacional.
Amigas y amigos compañeros de partido:
Les ofrezco lo más valioso que tengo: mi palabra, mi trayectoria y el prestigio, que he construido a lo largo de toda una vida de servicio público y de militancia priista.
Compañeros, los invito a cerrar filas, para reformarnos y para fortalecernos.
Cerremos filas para defender a nuestro partido, para defender a nuestra casa.
Cerremos filas para servirle a la gente y para encarar el futuro.
Juntos y en unidad, lo vamos a lograr.
¡Qué viva el PRI!