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Requiem por Alberto Cortez

HERMOSILLO, Son.- Para nuestra generación, Alberto Cortez fue siempre un referente obligado de buena música, bohemia e inspiración poética.

Lo empezamos a conocer a principios de los setenta del siglo pasado en Huatabampo, cuando en las reuniones de amigos, ya Jesús Quijada, Efrén Pacheco y Pablo Mauro Gutiérrez lo llevaban a las mesas de la obligada tertulia finsemanera.

Eran los días en que Cortez recién había grabado un disco completo con la poesía de Atahualpa Yupanqui, “los ejes de mi carreta” entre otras, y ya habíamos disfrutado de éxitos como “Mi árbol y yo”, “No soy de aquí”, “Camina siempre adelante” o “Cuando un amigo se va”; composición ésta última que se convirtió en una especie de himno de despedida en las misas en honor de amigos que fallecían, interpretada magistralmente por las mejores voces de aquellos tiempos de Huatabampo como el mismo Efrén, Jesús o Marcos Encinas.

A Cortez lo vimos en muchas de sus presentaciones, tanto en la Ciudad de México como en algunas capitales estatales. Siempre humilde, profesional y entregado a su público. Pocos sabían por ejemplo que la canción “Me lo dijo Pérez” de los sesenta, interpretada por la española Karina, era de su autoría. Tampoco se sabía que no había acabado bien en sus relaciones con Facundo Cabral a pesar de haber grabado cuatro discos juntos; “Lo Cortez no quita lo Cabral” entre otros.

Una anécdota nos lo recordaba con frecuencia al recordado José Abel Valdez Campoy y a mí, cuando en un vuelo de Aeroméxico, coincidimos con Cortez en la ruta de Hermosillo a la Ciudad de México.

A mí, me había tocado ser vecino de asiento de Cortez. Valdez Campoy en la misma fila, pero separado por el pasillo.

¿Le preguntas tú o le pregunto yo? Me dijo José Abel.

¿Sobre qué? Le dije y me contestó; sobre la autoría de la canción “Cuando un amigo se va” de quién es, pregúntale, me decía Valdez Campoy. Pásate a mi asiento si quieres José Abel y tú le preguntas le dije, está bien me dijo y esperamos a que el avión despegara para hacer el cambio de asiento.

Para nuestra sorpresa, apenas despegó el avión y Cortez ya excedido de peso y con unos enormes tirantes que enganchaban sus enormes hombros con el pantalón, se recargó totalmente en su asiento tratando de dormir dejándonos a José Abel y a mí con la intención de preguntarle, mirándonos, sin saber qué hacer y esperando que pronto despertara.

Cortez despertó una hora después, vio su reloj y recogió del asiento su pequeño teléfono móvil, pidió a la aeromoza un vaso de agua y nos saludó amablemente y fue ahí cuando lo abordamos.

Don Alberto: ¿De quién es la composición “Cuando un amigo se va”, que tanto éxito ha tenido en México? Le preguntó José Abel.

Es mía, nos dijo, incluso en México la canta alguien que tiene una mejor voz que yo: Manolo Muñoz. Si, reiteró, esa canción es mía y se la compuse a mi padre el día que murió.

“Yo estaba en una actuación -concierto, en un teatro de Madrid un día domingo, cuando a la mitad de la función me pasaron una tarjeta avisándome de la muerte de mi padre en Argentina. Pensé intempestivamente en suspender la actuación, pero luego reflexioné y decidí terminar para no afectar al público que amablemente me había ido a ver. Al final del concierto, le pedí a mi chofer que me dejara solo, que contrario a otros días, no iríamos a cenar ni me trasladaría al hotel en automóvil. Me iría caminando para recordar a mi viejo, y dedicarle mis pensamientos mientras planeaba el viaje a sus funerales”.

Me fui caminando por las calles madrileñas en la oscuridad de la noche y ahí surgieron los primeros versos: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, “Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido, que no se puede apagar ni con las aguas de un río”. “Cuando un amigo se va, se queda un árbol caído que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido”.

Recordamos hoy al enorme Alberto Cortez cuyo verdadero nombre fue —José Alberto García Gallo—, nacido en Rancul, Argentina, un 11 de marzo de 1940. Falleció hoy 4 de abril a las tres de la tarde en un hospital de Madrid, España, de insuficiencia cardiaca a los 79 años. Pocos como el que nos deja un gran legado de música y poesía latinoamericana.

Descanse en paz.