GUAYMAS, Son.- Una densa neblina quitó la preciosa vista al mar con sus cafés y rojizos cerros, mientras disfrutaba el café veracruzano recién hecho y leía la noticia que, a juicio mío, es muy buena, por los efectos que pudiera tener la propuesta de la que hablaba.
Es la noticia donde el presidente López Obrador habla de fraternidad y ayuda mutua para superar este difícil periodo que vive el mundo. Eso, en el foro del G-20, la Cumbre que agrupa a los países más poderosos del mundo.
Quise la versión directa, por eso después de leer noticias en varios medios sobre la participación mexicana en ese foro, acudí a la fuente directa de la Presidencia de México.
Así, puedo deducir el impacto de la propuesta mexicana, aprovechando el golpe que nos propina la pandemia por el COVID-19, de quitar montos de deuda a naciones pobres y otorgar créditos con tasas de interés equivalentes a las de países desarrollados para aquellos con ingresos medios.
“Espero que seamos capaces de dejar en la historia un ejemplo de cómo hacer frente a una amenaza sanitaria mundial y a una grave crisis económica mediante la aplicación del principio de la fraternidad universal”, estableció el mandatario mexicano al concluir su participación en la 15ª Cumbre de Líderes G20. Allí quedó esa consideración para superar la crisis económica que padece el mundo.
Presume López Obrador que México no recurrió a nuevos préstamos gracias a las medidas de austeridad y de combate a la corrupción que tomó, pero en el futuro confirmaremos si es correcto lo hecho, a partir de que ha sido “muy útil abandonar las recetas económicas aplicadas durante el periodo neoliberal”, la principal de ellas “endeudar al pueblo para rescatar a los de arriba. Ahora fue diferente.”
Habla luego el presidente, de buenas noticias, como los 40 mil millones de dólares que ingresarán este año a México por concepto de remesas (de quienes tuvieron que irse a buscar el futuro fuera de México) y del aumento del 8% en ventas del comercio organizado; 500 mil empleos recuperados del millón perdido a causa de la pandemia y, quizá la joya de la corona de la impresión ante el exterior, que el peso mexicano no ha sufrido depreciación.
Y aquí vienen las comparaciones:
Recordó que la actividad productiva y el crecimiento fueron afectados –aquí acusa al ahora llamado PRIAN—hasta hacer que la deuda pública pasara hasta el 51.1 por ciento del PIB. En el mundo habría sido igual, pues la deuda global creció y eso se volvió una amenaza para la estabilidad económica y el bienestar social.
Esto propuso el presidente mexicano ante el foro de países ricos, el G-20:
Quitar montos de deuda y del pago de servicio de la deuda a naciones pobres del mundo.
Que los países de ingresos medios tengan acceso a créditos con tasas de interés equivalentes a las de países desarrollados.
Y dejar en la historia “un ejemplo para superar la crisis mediante la aplicación del principio de la fraternidad universal para superar este doloroso periodo.”
Por iniciativa mexicana, el G20 acordó mantener el tema migratorio en su agenda y avanzar en la reducción de costos del envío de remesas, temas vigentes precisamente por el manejo usurero de los recursos destinados a lo que se maneja como “apoyos” a países necesitados de recursos para combatir la pobreza, la desigualdad y generar oportunidades para todas las personas.
Hay quienes opinan distinto, pero la propuesta es correcta. Trata de reducir la carga que representa la deuda no solo para México. La mayor parte de los países deben, mucho, y hasta su soberanía está comprometida.
Recuerda quien esto escribe, las resoluciones presidenciales de acudir a préstamos para resolver trácalas que no debieron existir, pero que sus fallas provocaron.
Aquello de las medidas “dolorosas pero necesarias” y la “confianza de los mercados en México”, fueron expresiones que se convirtieron luego en “ya nos volvieron a prestar, mucho y caro”.
Y nunca quedó en qué se invirtieron aquellos formidables montos que sigue pagando México generación tras generación. Es decir, nuestros abuelos, padres y nietos pagan y pagan y no termina la deuda que nuestros hijos ni siquiera entienden.
Piensa mal y acertarás. Hay quienes opinan que grandes fortunas ahora manejadas por los grandes empresarios mexicanos y muchos extranjeros, surgieron de esos préstamos que tanto afectaron nuestro nivel de vida.
Creo que así fue y por ello, también creo que la propuesta del presidente no es descabellada y puede hacer que los grandes del mundo, en un momento de reflexión, su conciencia les dicte atender este llamado.
Bajarle tantito a su afán de enriquecimiento no les afectará tanto, pero sí ayudará mucho a los países que menos tienen. Y aunque México tiene mucho qué ofrecer para hacer negocios, sería bueno que entrara en estas consideraciones, pues ya pagamos mucho y todavía tenemos esa loza de “El Pípila” sobre nuestras espaldas, que lastra cualquier iniciativa de crecimiento.
Sí, eso se espera del G-20. Si no, para qué volverse líderes.