Carlos Loret de Mola
Pasó de denunciar que el país estaba asediado por la narcoinsurgencia que arrinconaba a la autoridad, a declararse, literalmente, fan de Calderón.
No lo pusieron en el reporte oficial, pero los policías federales que capturaron a El Amarillo, presunto cofundador de Los Zetas, contaron que lo agarraron muy borracho. Al grado que en la madrugada del 18 de enero, durante su traslado de Oaxaca a la ciudad de México, no parecía enterarse de lo que sucedía y comenzó a articular palabra hasta después de que fue presentado a los medios de comunicación esa mañana.
La guerra contra el crimen organizado del actual sexenio tiene frentes policiacos y políticos: mientras esto sucedía en la Secretaría de Seguridad Pública, la Cancillería preparaba con hermetismo la visita de una poderosa figura internacional que ha tenido con el gobierno mexicano una relación casi bipolar, que en unos meses pasó de denunciar que el país estaba asediado por la narcoinsurgencia que arrinconaba a la autoridad, a declararse, literalmente, fan de Calderón porque lo que está haciendo es absolutamente necesario para enfrentar al crimen organizado. Este lunes, Hillary Clinton, secretaria de Estado de la Unión Americana, estuvo en Guanajuato y el Distrito Federal.
En 2009, en la cresta del entusiasmo por lo que se percibía como un cambio histórico en las relaciones de Estados Unidos con el mundo tras la llegada del primer presidente afroamericano a la Casa Blanca, Barack Obama comparó a Felipe Calderón con Elliot Ness, el legendario investigador antimafia inmortalizado en Los Intocables, por su decisión de enfrentar a los cárteles.
Al comenzar 2011, cuando ya quedó claro que el cambio se limitó a los estilos del discurso y bajo el escándalo de los cables de WikiLeaks que exhibieron bochornosamente a la diplomacia de la potencia, Hillary Clinton se desgrana en elogios, pero no avanza más. Ni más dinero ni freno al tráfico de armas. Puras palabras, puros elogios que alivian la presión en Los Pinos, pero nada más.
No sólo el presidente Calderón enfrenta presiones en casa. Obama también, después de los comicios de mitad de término en la que perdió la mayoría en el Congreso frente a los republicanos. Ambos, ya con el 2012 en la cabeza, podrán echar mano de la relación bilateral para perseguir objetivos electorales: Obama buscando la reelección; Calderón, la de su partido.
Es previsible que el tema México sea mucho más importante en la elección de Estados Unidos que viceversa. Ya la tragedia de Arizona —el atentado a la congresista Gabrielle Giffords— arroja una probadita de lo que serán los discursos antiinmigrantes, que rayan a veces en la incitación al delito, y cómo puede incubar odio, racismo y terminar volteándose contra los ultraderechistas del Partido Republicano.
SACIAMORBOS
La 11 de ayer: puso a su hijo de diputado federal del PRI. Él se fue de candidato perredista, pero el hijo sigue en el tricolor.
EL UNIVERSAL