HERMOSILLO, Son.- Se ve difícil el camino para los partidos políticos que no les fue bien en la elección del domingo 5 de junio. Los partidos odiados por el Gobierno de la llamada 4T, deberán realizar un profundo análisis, muy autocrítico, sobre cómo quedaron. Necesitarán revisar el lugar que ocuparon en cada una de las entidades, así como en el nuevo mapa político de México que, será el punto de partida de las estructuras territoriales de los partidos —y el gobierno— para competir en la elección presidencial del 2024 (después de pasar por los comicios locales del 2023: Coahuila y Estado de México).
Como sucedió en el 2021, el voto urbano no favoreció a Morena. Les fue mal en Durango y Aguascalientes, entidades donde la proporción urbano-rural es de 80-20%, y en Tamaulipas, donde la elección fue muy cerrada y se observan circunstancias similares.
Cambia indudablemente el mapa político de México y Morena se queda con 22 gobiernos estatales (incluye los del Verde ecologista en San Luis Potosí y Quintana Roo, y el de Morelos, del Partido Encuentro social). El PAN bajaría —entre 2018 y 2022— de once a solo cinco estados (Querétaro, Yucatán, Aguascalientes, Chihuahua y Guanajuato); el PRI —en el mismo período— de 14 a 3: Coahuila, Estado de México y Durango; Movimiento Ciudadano con 2: Nuevo León y Jalisco. Y ahora, y ante la nueva realidad, ninguno del PRD y ningún Independiente.
Vuelve a ser motivo de inquietud, tanto de los partidos como de los organismos electorales, el bajo nivel de participación ciudadana en las votaciones. En Tamaulipas y Durango apenas se rebasó el 50% (53.3 y 50.4). En Hidalgo apenas llegaron al 47.5, Aguascalientes el 45.9, Quintana Roo el 40.4 y Oaxaca un disminuido 38.7%.
Perdieron el registro, a nivel local: El PVEM en Aguascalientes, Durango, Hidalgo, y Oaxaca. El PT lo perdió en Aguascalientes, Hidalgo y Quintana Roo. El PRD se esfumó en Durango, Tamaulipas, Hidalgo y Quintana Roo, y el PANAL en Oaxaca.
Tiene razón Dante Delgado cuando dice que en su partido van creciendo, porque a diferencia de los anteriores comicios, Movimiento Ciudadano en los seis estados alcanzó porcentajes superiores al 3%, entre Hidalgo, donde su candidato alcanzó el 3.08%, y Quintana Roo, donde MC logró su máxima votación con un 13.10%.
El mapa político también marca tendencias en la intención de voto por cada uno de los partidos políticos, dado que de los 11.7 millones de votantes, de los cuales votaron casi 7 millones, Morena y sus aliados lograron un 50.5% de los sufragios efectivos. La alianza de PAN PRD y PRI se quedaron con el 36.2% y Movimiento Ciudadano con un 4.4%.
Ante eso, Dante Delgado ha negado que hayan rechazado la posibilidad de ir en alianza con otros partidos para los comicios del 2024. Lo que él ha aclarado es que en siete meses más las oposiciones deberán tener claridad sobre qué tipo de proyecto deberán trabajar si quieren ser competitivos en los próximos procesos electorales, y así buscar coincidencias para una potencial alianza que haga frente a los ataques del gobierno y sus intentos de destruir y pulverizar a cualquier aspirante a la candidatura presidencial opositora. Evidencias las hay, instrumentos también.
Por más euforia post electoral que quiera demostrar Movimiento Ciudadano, deberá entender que si algo demostró la elección del pasado domingo es que “Ningún partido opositor— aislado— podría ganarle a Morena en 2023 y 2024”. En el pasado proceso ganaron y cerraron resultados donde fueron unidos, mientras que el PRD (Durango, Hidalgo, Tamaulipas Q. Roo) y el PRI (Quintana Roo) apenas pudieron alcanzar el 3% que señala la ley para estar vigentes y algunos perdieron el registro local.
No han tardado en aparecer los catastrofistas. Es decir, aquellos que después de cada elección les da por sentenciar a muerte a los partidos perdedores y exaltar sin límite a los nuevos ganadores, como si las victorias y las derrotas políticas fueran definitivas o para siempre.
¿Qué le duele ahora a los partidos que no les fue bien en al pasado proceso electoral? Son varios dolores presentes y —quizá— futuros.
Primero, reconocer el súbito avance de Morena en el territorio. Apenas hace siete años, Morena no gobernaban ningún estado y hoy en alianza tienen 22, van por 2 estados en 2023 y por la Presidencia de la República en 2024 y la mayoría en el Congreso de la Unión.
Segundo: ¿Con quiénes ha ganado Morena las elecciones locales? Con políticos provenientes del PRI y el PRD —o que fueron primero priistas y después perredistas— que han logrado en Morena lo que nunca lograron en sus partidos de origen (Rocha, Layda, Durazo, Monreal, etc.)
Tercero: La explotación de los programas sociales del gobierno como presión para los potenciales votantes: “Si no votas por Morena te van a quitar los apoyos en efectivo que mensualmente te da el gobierno” (sic), y el uso de recursos públicos incluyendo a funcionarios en activo —algo que casi se había desterrado— en los procesos electorales sin rubor alguno a favor de los candidatos del partido oficial.
Cuarto: El misterio de que el votante no exprese mayoritariamente en las urnas la inconformidad palpable sobre el fracaso de los principales proyectos del gobierno federal, sobre todo los más sensibles para la población como la salud, la economía y la inseguridad.
Quinto. Morena seguirá siendo débil entre las clases medias y los barrios urbanos. No saben cómo abordar tanto las expectativas como la crítica que ejercen las clases medias; la mayoría inconformes con el rumbo del país. A lo más que han llegado es a llamarlos aspiracionistas y trepadores sociales. Tendrán que trabajarlos porque ¿quién sabe? si les alcance con el voto duro de los programas sociales para ganar en el 2024 lo que dependerá también de la candidatura designada y la unidad de Morena.
Las recientes elecciones demuestran que las candidaturas independientes casi han desaparecido del mapa y que seguirán siendo los partidos políticos los que promuevan los procesos políticos y democráticos, les guste a sus críticos o no. No existen en el mundo otras figuras políticas que puedan sustituir a los partidos políticos en materia de democracia y elecciones. No las hay y no las habrá por un buen tiempo, ni en México ni en el mundo. Lo que actualmente le duele a los partidos habrá de reflejarse en los trabajos políticos previos a la sucesión presidencial…que han arrancado a partir de las elecciones del pasado domingo…