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El factor Manlio

HERMOSILLO, Son. - Una ruidosa matraca en la sede estatal del PRI suena como el intento por despertar nostalgias por tiempos idos. De arengas y multitudes; de discursos encendidos que hablan de revolución y de instituciones, de nacionalismos y próceres; de la historia de bronce representada silenciosamente en el busto de Luis Donaldo situado en la sala principal del viejo edificio de las calles Kennedy y Colosio, crucero que no deja de emanar una reminiscencia políticamente trágica, históricamente fúnebre.

La militancia más comprometida, los polvos de aquellos lodos, los y las sobrevivientes de alternancias y transiciones, terremotos políticos y tsunamis ideológicos están allí añorando la espectacularidad de las concentraciones masivas, las estridencias musicales, el confeti y las serpentinas, la fiesta de aquellos tiempos de aplanadora tricolor, de hegemonía total, de partido único, de corporativismo infalible, del axioma que como tal, no requiere comprobación: el poder se ejerce, no se comparte.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces. Uno de los pilares de ese partido ni siquiera se hace presente: la CTM brilla por su ausencia, al menos sus dirigentes formales. Por allí en una silla reposa con los añales en su cansada espalda Guadalupe Silva Romero, por mucho tiempo líder de la CROC.

Esporádicamente vuelve a sonar la matraca con su seco tableteo y la pequeña multitud revive el entusiasmo que se niega a morir y que como José Alfredo, advierte con sacar juventud de su pasado.

Las esperanzas están depositadas hoy en el hombre que encabezó el último sexenio de partido casi único, el líder que 30 años después regresa para soplar sobre las cenizas del letargo y tratar de encender las brasas de aquello que, como reza el adagio, algún día tuvo fuego.

Es miércoles 17 de enero de 2024, día en que Manlio Fabio Beltrones se registró como precandidato al senado de la República. En la casi orfandad de liderazgos, el exgobernador es el único que podía concitar la presencia del entreverado generacional tricolor que se vuelve a congregar en la búsqueda de la figura que pueda desatascar la carreta de un partido que lo tuvo todo y hoy debe apelar hasta a sus adversarios históricos, renovar su discurso, olvidar la arrogancia del poder absoluto para levantar las banderas que no solían ondear en las torres de su castillo: sí a los gobiernos de coalición, no al presidencialismo imperial; sí a la reconciliación, no a la eternización de los agravios.

Vaya cosa en un partido que fue perdiendo su carácter hegemónico a partir precisamente de tantos episodios de represión y de tantos agravios.

De Manlio se podrán decir muchas cosas, pero no que ha dejado de tener arrastre entre los priistas, los que quedan, hay que apuntar. Numéricamente diezmados pero anímicamente revitalizados por la reaparición de quien bien podría considerarse el último de los mohicanos y en quien han puesto las expectativas de remontar en una batalla que a la luz de la frialdad de los números y el calor de un partido en el poder dispuesto a hacer lo mucho y lo poco para conservarse como tal, luce perdida.

¿Les irá a alcanzar? No lo sabemos. Las campañas aún no comienzan y nos falta mucho por ver, pero ni propios ni extraños podrán negar que, la reaparición de Beltrones, sobrecalentó la discusión pública en una campaña que se anticipaba sosa y prácticamente definida.

Manlio llegó a tirar línea no solo a los priistas, también a panistas y perredistas: “no es que seamos iguales, es que nos necesitamos”, sentenció, “para acabar con un presidencialismo que está completamente anquilosado y para construir un Congreso donde no mande el presidente de la República”, dijo.

Cualquiera que sepa del origen de Manlio Fabio Beltrones en un sistema presidencialista tan anquilosado que terminó crujiendo hasta romperse, junto a un Congreso donde el único que mandaba era el presidente de la República, levantará las cejas con azoro.

Pero al menos en el PRI, esa narrativa de la reconciliación y el dejar atrás los agravios, toma forma. Allí están personajes que en su momento tomaron distancia de Beltrones y tuvieron desencuentros con él, si no es que francas confrontaciones. Allí está por ejemplo Bulmaro Pacheco o Miguel Ángel Murillo. El mismo Borrego Gándara, que minutos después del registro de Beltrones, hizo lo propio para oficializar su candidatura a la diputación federal por el distrito 5 con cabecera en Hermosillo norte, donde hace tres años Morena hubo de ganarlo en tribunales debido a lo cerrado de la contienda.

Hermosillo es un espacio propicio para el análisis político electoral en esta coyuntura. Hace tres años Morena perdió la alcaldía de esta capital, perdió dos distritos locales y obtuvo resultados cerrados en otros, lo que habla de competencia en una demarcación que aglutina a casi un tercio del padrón electoral y donde mucho tendrán que ver los perfiles en el resto de las candidaturas, contra el peso innegable de una marca (Morena) que aparece demasiado confiada en los vientos a favor que soplan desde la intención del voto medida en las encuestas.

Tan confiados aparecen, que pueden lanzar como su candidata a la alcaldía a María Dolores del Río, un barco que hace agua por todos lados sobre todo en estos días cuando la seguridad pública -área a su cargo- es una de las que más mala percepción generan entre la ciudadanía.

En descargo hay que decir que han perfilado a dos cuadros competitivos para disputar los distritos federales: Célida López y Omar del Valle Colosio, pero fuera de ellos no parece quedar más que la apuesta por la marca. Inexplicablemente parecen haber dejado fuera también a un militante, fundador del partido y probado en las buenas, en las malas y en las peores como es Jacobo Mendoza.

Y este es un punto importante, porque todavía falta ver cómo gestionen los procesos internos en Morena para la selección de candidatos.

Lo que es un hecho es que la candidatura de Manlio al senado metió ruido en la coyuntura electoral y movió piezas en el tablero, sobre todo en ese sector de la izquierda que electoralmente y sin el paraguas del obradorismo nunca se habría empoderado tanto, pero que en muchos sentidos aún adolecen de la malicia que curte el cuero de políticos de larga data, como el propio Manlio, como Alfonso Durazo o como el mismísimo AMLO, que en un chasquido de dedos convierte, por ejemplo, a un enemigo histórico en un aliado estratégico o viceversa.

Ejemplos hay a pasto y en adelante los seguiremos viendo.