Es difícil dilucidar ahora lo que el Ejecutivo Mexicano decidirá hacer ante las nuevas políticas recesivas que se están empezando a aplicar en el exterior, particularmente en los países que siguieron políticas expansionarías, fiscales y monetarias, en 2007/08, y que les sirvieron bien para enfrentar con éxito la magna recesión que amenazaba con tornarse grave en sus mercados, con el consecuente desempleo.
En América Latina, fueron Brasil, Perú y Chile, los que actuaron bien y a tiempo, inclusive logrando tasas anuales de crecimiento superiores al 6%, en esos años en que la recesión mundial estaba pegando fuerte a varias economías del mundo, entre ellas a la nuestra.
Luego, otro número importante de países aplicaron medidas expansionarías en 2009/10, también para proteger su planta productiva y laboral. De manera que esos aplicarán las consecuentes políticas recesivas en algún momento entre mediados del 2011 y el 2012. Entre ellos están los Estados Unidos, el Reino Unido, y Francia.
Como nuestros lectores recordarán, en la columna del lunes pasado hicimos un análisis económico de lo que venía en este campo, y la necesidad de que se aplicaran medidas para drenar liquidez monetaria de las economías que sostuvieron inyecciones de liquidez en momentos recesivos, para luego revertirlas en su etapa de recuperación, a manera de evitar las consecuentes presiones inflacionarias por el exceso de demanda agregada.
Lo más importante para nosotros, ahora, será determinar cuál será nuestra respuesta a lo que finalmente hagan los Estados Unidos y los países europeos que lo siguieron después, por “esa misma ruta”.
Ahí el dilema para nosotros es saber ¿qué hará México? o ¿si hará algo? Porque es imposible saber con certidumbre su respuesta, ya que nuestro ejecutivo no actuó anteriormente con su política fiscal ni con su política monetaria; cuando la gran recesión nos estaba tumbando la puerta para entrar, amenazando. De hecho, finalmente nos pegó con una contracción horrorosa en 2009, que amplió fuertemente el desempleo y la pobreza en México.
Y todavía no logramos reducir aquel nivel de pobreza y desempleo al que llegamos en 2009.
El problema es que a los que asesoran al presidente de la República no se les ocurre utilizar políticas económicas que vayan en contra de lo que dicte el mercado. Por ejemplo, ni pensar en políticas anti-cíclicas.
Es más, le dan una serie de argumentos para justificar que estemos satisfechos con lo que tenemos y lo que somos; e inducen a que el Presidente se presente ante los televisores para convencer a los pobres que las cifras del censo revelan que todos debemos estar contentos.
El problema es que tenemos dos Méxicos, cada uno con aproximadamente el 50% de la población: Uno es el México exitoso, que sabe responder a los incentivos que le da el mercado; Y el otro es el México al que siempre le pega el desempleo y el subempleo, el que trabaja en el mercado informal, y el que vive en un estado casi permanente de pobreza.
Y nos preguntamos: ¿Qué pasó con aquella política de Estado que se mostraba siempre inconforme con la pobreza, la indigencia y el desempleo?