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“Más democracia”

Manlio Fabio Beltrones

              La consolidación de la democracia es un proceso complejo y difícil en todas las latitudes, pero pocos ponen en entredicho que es el régimen de gobierno más apto para el ejercicio de las libertades y los derechos humanos, la vigencia de la ley, la convivencia en la pluralidad y el crecimiento con justicia.

Ante el proceso de cambio social que representa una sociedad más participativa e informada y la industrialización y urbanización del país en el siglo XX, las instituciones debieron cumplir la encomienda de adaptarse. Se rompió con viejas creencias de que la cultura autoritaria limitaba nuestro desarrollo democrático y que la competencia política atentaría contra la unidad nacional.

Hoy tenemos elecciones más limpias, equitativas y transparentes y el debate sobre la administración de las elecciones no ocupa hoy el lugar que lo hizo en el pasado.

La realidad vuelve a ponernos a prueba el día de hoy. Los ciudadanos están insatisfechos con los resultados de la democracia, el crecimiento económico es mediocre, la pobreza crece, la desigualdad se amplía y no hemos terminado de establecer gobiernos de calidad. Todavía estamos muy lejos de diseñar y acordar una ruta general que funcione como eje articulador, y nos permita visualizar el camino a tomar y el país que queremos dejar a las futuras generaciones.

La política no está dando resultados y la posibilidad de consolidar nuestra democracia se nos puede desvanecer entre las manos. Las creencias que obstaculizan la adaptación y la reforma de las instituciones quisieran imponerse y posponer la actualización de los instrumentos de gobierno.

Pareciera que estamos atrapados por temores que nos impiden mirar el futuro y construir el presente: la modernización de la política y de nuestras instituciones. ¿La sociedad estaría dispuesta a esperar 20 meses para que le abramos la puerta y escuchemos y atendamos sus demandas? La sociedad quiere resultados ahora y los legisladores y la clase política tenemos la obligación de escuchar y de actuar.  Los políticos no hemos terminado de entender que el país y el mundo cambiaron y que hoy la democracia está en riesgo si la política sigue siendo ajena a la mayoría de los ciudadanos. Necesitamos una reforma política que ajuste las reglas del juego a las nuevas condiciones de pluralidad de la representación política y la diversidad social.

¿Por qué el temor atávico a impulsar una reforma que rompe con los nudos que impiden los acuerdos y las decisiones de gobierno? ¿Por qué la reticencia a la ampliación de los derechos políticos de los ciudadanos? ¿Es acaso aceptable y sostenible que los políticos sigamos gobernando a distancia de los ciudadanos?

La reforma política que aprobamos los senadores es indispensable, tanto como la reforma hacendaria. Sin embargo, los mitos quisieran imponerse y hoy estas reformas están a la espera de la política.

Por supuesto que la reforma política no resuelve todos nuestros problemas. Pero sí es un primer paso firme para destrabar la parálisis institucional y generar los acuerdos de orden político, social y económico que México requiere. La reforma sienta las bases de la modernización del régimen presidencial, pues fortalece la democracia con más democracia. Es una reforma para ciudadanizar la política y completar nuestro proceso de alternancia con la consolidación democrática que todavía espera.

Con la reforma damos pasos inéditos en la transformación del régimen político, establecemos un nuevo equilibrio entre los poderes públicos y acercamos las decisiones de gobierno a los ciudadanos. En dicha reforma se reconocen las candidaturas, la consulta y la iniciativa ciudadanas. Los senadores votamos por la reelección en el Congreso de la Unión, pues pensamos que es la ruta para profesionalizar el trabajo legislativo y promover la rendición de cuentas ante la ciudadanía.

La propuesta de reforma hacendaria que enviamos a la colegisladora responde a la necesidad de terminar con la dependencia que las finanzas públicas tienen de los recursos del petróleo. Es una reforma inaplazable para incrementar la recaudación, sin subir los impuestos, y que busca terminar con los privilegios y la evasión fiscal. Es una reforma que rompe con la creencia de que no se puede poner orden en las finanzas públicas.

Como generación tenemos una gran responsabilidad que cumplir, la cual hoy empieza por superar los mitos que quisieran dejarnos en la parálisis, que en el fondo es regresión. Los tiempos de la sociedad no son los tiempos de los políticos y no es responsable postergar más los cambios institucionales que demanda nuestra democracia. No es posible que por estar pensando en el futuro, no actuemos en el presente.

El autor es presidente del Senado de la República.

PERIÓDICO REFORMA