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No hay que confundir con números alegres

Ernesto Cordero, flamante Secretario de Hacienda y Crédito Público y aspirante a la Presidencia de la República, es un buen actuario pero está recibiendo malos consejos económicos de sus asesores en comunicación.

Lo tienen diciendo que en materia económica las cosas van bien y vienen mejor, cuando en realidad ocurre lo contrario; algo que, por cierto, no es atribuible a la actuación del Secretario Cordero, pero lastimosamente es incontenible su afán de pintar las cosas económicas color de rosa.

De repente infla la percepción de algo pequeño que ocurre en la economía, para crear expectativas buenas. Quizás pensando que al mexicano le pesa más en su mente lo que le dicen, que lo que está viviendo.

Por ejemplo, en mayo bajó  “un tris”  el ritmo de la inflación y brincó a la conclusión de que: “por primera vez en la historia reciente de México”, el salario mínimo real había incrementado su poder adquisitivo. Ya había dicho que con el salario mínimo se podía comprar más cosas ahora que anteriormente y que una familia mexicana, con ingresos de $6,000 pesos al mes, tenía para recibir crédito hipotecario para una vivienda, para un coche y le sobraba para pagar escuelas privadas. El Secretario del Trabajo, Javier Lozano, aportó a ese análisis diciendo que “el salario contractual real” ganó 1.6% en los doce meses entre abril 2010 y el mismo mes de 2011.

Y como los hechos son buenos pero no tan promisorios, echa culpas a terceros: “Hay muchos empresarios comprometidos con México, con la generación de empleos, con los jóvenes, pero lamentablemente no es así con todos los empresarios.”

Las tendencias en la lucha contra la inflación son buenas, porque ha continuado desde que la inició el Presidente Ernesto Zedillo, a finales de la década pasada,  seguida por el Presidente Fox, primero, y después por el presidente Calderón. Pero no ha ocurrido lo mismo con el resto de las variables de la economía.

No todas pintan bien; es cosa de esperar

Las expectativas que pintan los analistas bien informados, en México y en los organismos internacionales, son que se está desacelerando el ritmo de la economía mexicana, en respuesta al mismo fenómeno en la norteamericana. Además hay preocupación por lo que viene en la economía mundial. Es, pues, demasiado pronto para cantar victoria. Mejor haríamos en crear un plan de respuesta a lo que ya nos está pasando.

De acuerdo con los datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, la creación de plazas laborales nuevas disminuyó su ritmo 26% en lo que va de este año, después de las 445,207 formales nuevas creadas a esta fecha en 2010.

Esa sí que es una delicada tendencia, reflejo de la desaceleración de la economía norteamericana, nuestro más importante socio comercial, y de quien depende lo que pasa con nuestra economía;  situación que ya se había previsto, pero aun así, no entró en los análisis del cuadro económico esperado, a nivel oficial, para 2011.

Inclusive, EE. UU., ha reportado el fin del programa de estímulos que su gobierno inició en 2009. Pero el congreso de ese país parece haber concluido que ya habían llegado a niveles prohibitivamente altos de contratación de deuda pública, lo que hacía recomendable concluir dicho programa, y esperar que el empuje de los dos años anteriores, que se dio a la economía, le sirva para que continúe sola.

Será cosa de seguir de cerca la evolución de nuestro vecino del Norte, tan importante para México; para estar en condición de determinar si ya es momento de poner a trabajar nuestros instrumentos económicos –políticas públicas-- promotores de una mayor actividad económica.

En esta coyuntura, es mejor que la visión oficial esté puesta en la toma de medidas económicas de emergencia a aplicar, en vez de soñar con resultados optimistas.