Más de Manlio Fabio Beltrones
Este año se celebran elecciones de gobernador en Coahuila, Nayarit y en el Estado de México y, sin duda, el PRI se perfila como el partido ganador. A partir del 2006, el avance electoral del PRI ha sido consistente: pasamos de ser la tercera mayoría en la Cámara de Diputados en el 2006, a obtener la primera mayoría en el 2009. En ese año recuperamos también los gobiernos de San Luis Potosí y Querétaro. En el 2010, el PRI consolidó su fortaleza electoral y muestra de ello fue que volvió a ganar los gobiernos de Tlaxcala, Zacatecas y Aguascalientes. Ha ganado y recuperado, además, el gobierno de importantes municipios y capitales del país, para afianzar el gobierno de la mayoría de la población.
La elección en el Estado de México tiene una relevancia particular. En primer lugar, este estado concentra al mayor número de votantes que hay en el país, su economía es la más grande después del Distrito Federal y ahí se encuentran los municipios más grandes de México. Esta elección local también muestra que cuando se tiene un buen candidato, una visión incluyente de la política y una propuesta sólida, los triunfos electorales son una garantía.
No tengo duda de que después de los comicios de este año el PRI saldrá victorioso, fortalecido y con la disposición de preguntarse con objetividad y sensatez para qué quiere ganar la Presidencia de la República en el 2012. Esto nos dará la fuerza suficiente para iniciar una nueva etapa en la vida interna del PRI, basada en la reflexión y el diseño de un ideario que deje en claro la forma en que pretendemos llevar a cabo el urgente proceso de reconstrucción económica y social del país y definir el papel estratégico que debe asumir el Estado para dar un nuevo rumbo a la nación.
Ante la expectativa de una victoria del PRI en el 2012 no podemos soslayar que nuestro partido corre varios riesgos, ya vividos en el pasado: confundirse, cerrarse, confiarse o cegarse. Confundirse, al creer en la conveniencia de instalarse en la pasarela de aspirantes presidenciales y dejar a un lado la discusión de las propuestas. Cerrarse, al pensar que las elecciones se ganan únicamente con la estructura del partido y alejarnos de los ciudadanos. Confiarse, y asumir como anticipado el triunfo en la elección presidencial. Cegarse, al alejarnos de nuestra misión principal que debe ser diseñar los instrumentos y construir el camino que corrijan el rumbo de la nación.
El PRI no debe repetir la práctica de otros partidos en los hay muchos aspirantes y pocas propuestas. Aprovechemos la fortaleza que hoy tiene el PRI para discutir son seriedad para qué queremos ganar la elección presidencial, y entendamos la conveniencia de fijar primero el programa y después acordar el método de elección interna de la persona adecuada para instrumentar el proyecto de gobierno.
Por ello, una vez concluida la elección en el Estado de México debemos tener muy presente que los tiempos han cambiado y que un PRI que compite con base en personalidades, pero sin un programa debidamente discutido y consensuado, es un PRI sin acuerdos y electoralmente vulnerable. Por lo demás, no debemos basar la fortaleza de nuestro partido en el desencanto generado en 10 años de gobiernos conservadores, sino en la consistencia de un programa y un candidato.
Insisto en que los priístas llevemos a cabo una amplia discusión que nos permita visualizar el país que queremos construir en el futuro, con el concurso de la sociedad. Con un proyecto claro que defina para qué queremos volver al poder, el PRI podrá asumir el reto de construir una nueva mayoría y convencer a los ciudadanos y a toda fuerza social representativa de que en el PRI tienen un canal de participación y un instrumento de representación y de acción desde el gobierno.
El PRI está en un momento histórico en el que no sólo debe enfocarse en cómo mostrar su fortaleza electoral y ganar la elección presidencial del 2012. El PRI debe evidenciar que es el partido con el mejor programa, madurez y experiencia de gobierno y el único con la claridad suficiente sobre cuáles son los problemas nacionales y cómo solucionarlos. Ese es el reto: entender que nuestra fortaleza electoral debe servir para consolidar al PRI como un partido que logra articular diferencias y construir acuerdos para que en el tercer milenio mexicano la nación recupere el orden y el rumbo.
Presidente del Senado de la República
Obtenido el 20 de junio de “El Universal” en línea a través de este enlace: http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/53356.html