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Se oponen al progreso

El agua es de todos, dice la reza tradicional no aceptada por todos, pues divide a quienes la tienen de quienes no, y los primeros, aún satisfaciendo sus necesidades, se la niegan a los demás.

Sonora vive de nuevo “la guerra del agua”, tradicional cada cercanía electoral o cada vez que el zapato de la necesidad pisa el callo de la especulación egoísta de quienes todo tienen y nada quieren compartir, les pertenezca o no.

El problema del agua en vigencia provocó guerra mediática que llevó de los periodicazos a las denostaciones en redes sociales y cuanto medio estuviera al alcance, al mismo tiempo que los usufructuarios del agua de todos los sonorenses, pagaban acciones legales para que el líquido no se use para garantizar el futuro de Sonora. Vemos lo que ya se ha visto en el pasado y si ganan los mismos, el progreso de los sonorenses de nuevo será frenado por quienes ven al Río Yaqui como propiedad privada.

El argumento de construir infraestructura que reparta el recurso en regiones para promover su desarrollo --más empleo y riqueza para todos-- es correcto. Llevar agua a Hermosillo sostendrá una planta industrial creciente y muchos tendrán un nivel de vida mejor.

Pero unos cuantos de Cajeme son la oposición. Allí nace, crece, se fomenta y financia todo lo que implique freno al progreso. El agua, según esa óptica, es de ellos, pero disfrazan la posición acusando al Gobierno Estatal de querer robar el recurso a sus legítimos propietarios, los yaquis, pero la etnia solo se usa para ocultar lo perverso.

Es evidente que la etnia no tiene beneficios, pues ni sus suelos están en sus manos. Las grandes y fértiles extensiones que deberían sustentarlos, ni siquiera están a su alcance pese a los decretos que lo garantizan, así que malamente se invoca a la tribu para augurarles perjuicios.

Ellos mismos lo confirman. El movimiento que bloqueó la carretera a la altura de Vícam y que nos afecta tanto a los guaymenses y empalmenses –a todos, pues 20 mil vehículos transitan diariamente por ella--, no es yaqui, es, lo denunciaron, de la gente que siempre se ha beneficiado de sus recursos.

Un párrafo ilustrativo que divulgaron ayer explica el fondo:

“El pleito de los yoris y sus intereses, apoyados por los duales o falsas representaciones, es para seguir despojándonos del agua y el territorio; seguir explotando nuestros recursos naturales y mantener fuerza de trabajo cautiva”.

Agregan larga lista de ejemplos de abusos en su contra, pero no de quienes quieren agua para el desarrollo, sino de aquellos que dan uso a la misma estrategia de 1977, cuando despojaron el territorio yaqui; cuando les retiraron fondos de apoyo ejidal; cuando usaron sus suelos para instalar infraestructura ajena; la misma que abre terrenos al cultivo pero no de ellos.

Note el clamor: “Cómo se ponen a decirnos en nuestra casa y nuestro territorio, apoyados por falsas representaciones que hablan a nombre de la tribu yaqui; con qué calidad moral dicen que el acueducto Independencia se lleva agua para Hermosillo”, y enumeran acciones donde los presuntos “indignados yaquis” han cedido a fines nocivos a la etnia, los que ahora asumen la bandera yaqui en un movimiento ajeno.

Los firmantes, autoridades tradicionales debidamente establecidas, se deslindan de plantones y golpes al gran proyecto hidráulico, demandando la “salida inmediata de la presencia de los intereses yoris en nuestro territorio” y demandan suspender toda acción realizada e implementada por instituciones “que oxigenan y fortalecen la base social que arremete contra el mismo gobierno yaqui, federal, estatal, así como el municipal”.

Sonora tiene un grave problema no de falta de agua, sino de distribución, pero siempre que algún proyecto surge, hay obstáculos. Es hora de apelar a nuestro sentido común y quitarnos el ropaje egoísta que tanto ha perjudicado, para dejar que el progreso llegue.

Y el progreso llega cuando a todos nos va bien. El acueducto Independencia, por más que se combata por razones políticas, es una obra que distribuirá mejor el agua; hacerlo implica orden, pero el orden evidencia desorden y sus beneficiarios.

En aras del progreso, es hora de llamar al pan, pan, y al vino, vino. Cajeme no puede seguir fomentando cresos con cargo al empobrecimiento del resto de Sonora. (Tomado de EXPRESO)