CD. DE MEXICO.- Estamos viendo en el mundo las consecuencias del mal manejo de las finanzas públicas; y en México el crecimiento de las deudas estatales, como no había ocurrido antes.
Es peligrosa esa tendencia, misma que ha llevado a varios países a enfrentar problemas de suma gravedad, que han puesto en jaque su estabilidad financiera. Ahí tenemos el ejemplo de Grecia, primero; de Irlanda y Portugal, después; y pronto seremos testigos de lo difícil que será para Italia y España volver a poner orden en sus finanzas públicas; y los años que les costará enderezar su “barcos”.
Y todavía quedan otros europeos que necesitan poner orden en sus finanzas gubernamentales. Entre ellos, Francia.
Las manifestaciones de esos desequilibrios se perciben en los indicadores de la vida cotidiana de cada país. Los prohibitivamente altos niveles de deuda pública llegan a impedir acciones gubernamentales, necesarias para ayudar a sus ciudadanos. Por ejemplo, los actuales niveles de desempleo en sus economías han llegado a causar inmensos sufrimientos y sus gobiernos, por endeudados que están, no pueden tomar medidas de alivio.
España, por ejemplo, tiene un nivel de desempleo de más del 20% de su fuerza laboral; y Estados Unidos y otros de los europeos andan en tasas arriba del 10%. Tan fácil que sería para estos gobiernos gastar en proyectos socialmente útiles que generarían empleos, pero ya no tienen dinero para costearlos; solo con deuda podrían, pero ya están copados. La reciente crisis les costó mucho.
Varios de los países “enfermos” de Europa están contagiando la vida cotidiana de sus ciudadanos e impactando también la de sus países vecinos, con efectos en el mundo entero; que es una de las causas de la crisis económica y financiera que estamos sufriendo en el mundo desde 2008, y que no deja de afectarnos.
Las violentas manifestaciones en las calles de Grecia y España, y lo que empezamos a conocer de lo ocurrido en diversas ciudades de los Estados Unidos, en los últimos diez días, son parte de lo mismo. En la trama de esa crisis también han jugado un papel importante los propios intermediarios financieros, por no cuidar la calidad de sus créditos y la capacidad de pago de sus deudores.
México tenía antes una banca de desarrollo, y fideicomisos financieros de fomento, que fueron importantes fuentes de apoyo a los sectores productivos y segmentos pobres de la población; y su razón de ser era precisamente conceder créditos, asumiendo parte del riesgo de sus acreditados. Dichas entidades financieras estaban capacitadas para enfrentar dificultades que podrían ocurrir, ya que también cubrían los riesgos con los seguros apropiados.
Pero indiscutiblemente, no hay forma de absorber el costo para las familias afectadas, si no se cuida la salud del sistema financiero y de sus instituciones participantes.
En México estamos con las manos amarradas porque tenemos gobiernos MUY POBRES: el Federal, los Estatales y los gobiernos Municipales. El problema fundamental es que no hemos querido reformar las haciendas públicas para que generen más recursos, porque hay mucha resistencia a pagar impuestos. Los muy ricos hacen hasta lo imposible por evadir esa responsabilidad, y terminan pagando muy poco; las clases medias tampoco quieren aportar más, y los de menores ingresos pueden menos.
Al final de cuentas estamos imposibilitando la acción de nuestros gobiernos a todos los niveles. Por ejemplo: los municipales deberían hacer tanto más y mejor para hacer más amable nuestra cotidianidad, pero les faltarían recursos. Los Estados también, y de hecho en los últimos años han hecho mucho, pero han tenido que contratar deuda y están llegando ya a su límite.
Una reforma hacendaria nos llevaría a dejar de envidiar los servicios gubernamentales que gozan los vecinos de Canadá y EE. UU., y tampoco nos diferenciaríamos de los europeos en esa materia.
Hay tanto que deberíamos tener. . .
(*) Presidente Nacional de El Colegio Nacional de Economistas