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El irresponsable César

GUAYMAS.- Pensar que César Lizárraga puede abandonar la ciudad y marcharse a Hermosillo no es raro, dado el resultado de su caricatura de administración municipal, pero a quienes no lo conocen, sí puede parecerles raro.

Esperarse a septiembre y entregar el mando como debe ser, sería como tener la ciudad en la mano como si fuera un mazapán y apretujarlo. Así se vislumbra el epílogo de la actual administración que ahora confirma, siempre fue de caricatura, dejando las cosas para luego, de quemar incienso a la figura, hacer y deshacer a fin de cuentas “no pasa nada”.

Pasó. La ciudad refleja el efecto del “no pasa nada” en el cual la cofradía de “los ingenieros” a quienes les va tan bien, económicamente hablando con el famoso millón de metros cuadrados de pavimento hidráulico en construcción, se escudaba para obligar al alcalde y sus funcionarios a hacer lo que ellos querían: negocios, a costillas del pueblo, olvidando a la ciudad.

Ahora, ese criterio del “no pasa nada” y algo que queda en los bolsillos del millón de metros cuadrados de cuestionada pavimentación en marcha, se suman para hacer creer al alcalde potencialmente desertor, que puede ser diputado local y pagará una campaña para desde Hermosillo, “servir” al pueblo de Guaymas, como le ha servido hasta ahora.

¡Qué tierno! Cuánto candor existe en quienes fomentan ese pensamiento, esos asesores que cobran muy caro en pesos y posiciones, que ya le llevaron la estructura electoral al aspirante futuro y le pusieron números alegres en el escritorio, diciéndole que arrasará en un proceso electoral porque la gente, se lo afirman tras la firma del cheque correspondiente, lo ama y le reconoce todo su trabajo de dos años y medio.

Ese canto de las sirenas desgraciadamente, es lo que llevó a Guaymas al desastre que no necesita más descripción. Basta ir a cualquier punto de la ciudad, incluso al primer cuadro o a los que se intenta presentar como turísticos, para ver el efecto de la improvisación, la irresponsabilidad y si se va al fondo, la corrupción denunciada y hoy oculta por el transitorio poder de aquel a quien los guaymenses le confían el manejo de 500 millones de pesos anuales más lo que manden el Estado y la Federación.

Pero el drama no termina aquí. Si El César abandona el zozobrante barco, lo hará cual lo hizo el capitán del Costa Concordia, con un “no pasa nada”, y lo confirmará si entrega la silla como el titiritero del circo, a la síndico Mónica Marín, buena ama de casa, agradable cuando no es funcionaria, pero ajena a lo que implique mando y conducción de una comunidad.

Será el segundo autogol azul si el desertante se sale con la suya. Ni siquiera podrá taparle trapos sucios que lo tienen cercano al ministerio público –como tienen a Mónica--, por esos líos de terrenos que a ambos han beneficiado, o las oscuras luminarias que sangran a Guaymas con 45 millones de pesos, uniformes policíacos y tantas cuentas mochas que exigen lupa.

Y no es que el PAN carezca de figuras capaces, pues si el alcalde suplente debe ser un integrante del Cabildo, hay en él gente con conocimiento, buenos administradores, y a ellos debe recurrirse, no volver a improvisar.

Mejor aún si no comparten el criterio oficial, si están fuera de la cofradía de ingenieros y consejeros “meidinchina” que abundan en las oficinas de Palacio, la sede del poder municipal, donde el tema de moda es la exacerbada cleptomanía que padecen los mandos.

Así que si el Cabildo es responsable –hablo de conciencia, no de ligas o complicidades—tendrá que fijarse muy bien en quien se queda, si se da el abandono del barco. Si tiene que ser del PAN, la terna de Luis Zaragoza, Jorge Villaseñor o Francisco Ponce, es opción, no como dijeron los ingenieros, “el que sea, de todos modos va a hacer lo que le digamos”, lo cual garantiza un papel triste y una “más de lo mismo” que nos tiene hundidos.

Porque tampoco es posible culpar al PAN, pues el grupo dominante hoy se improvisó como panistas y al tomar el mando, dejó de escuchar líneas azules. Confrontó, quiso imponer incluso. La culpa es de un pequeño grupo de gente que no quiere a Guaymas, y todos tendremos que pagar por ello. Y el propio Estado lo sabe, lo cual genera una esperanza.