CD. DE MEXICO.- Al parecer, la apuesta de Enrique Peña Nieto le funcionó.
Aproximadamente un año después de que tomó posesión como gobernador del Estado de México, por allá de finales de 2006, el hoy candidato presidencial del PRI le dio “carpetazo” al caso de su antecesor en el gobierno mexiquense, Arturo Montiel. Lo hizo de manera rápida apelando a la memoria de corto plazo de la gente para minimizar un futuro costo político. Hasta ahora, el escándalo Montiel no ha sido un tema de campaña que haya dañado las intenciones de voto a favor de Peña en las encuestas.
Recordemos que fue Roberto Madrazo, quien competía en contra de Montiel para conseguir la candidatura presidencial del PRI en 2006, quien destapó, en el noticiero de Joaquín López-Dóriga, el asunto de las propiedades del gobernador del Edomex, su esposa y familiares cercanos. Investigaciones periodísticas posteriores demostraron que Montiel habitaba en lujosas mansiones en Metepec, Las Brisas, Careyes y España.
Ya como gobernador del Edomex, Peña formó una Fiscalía Especial para investigar la fortuna de su antecesor. El Ministerio Público investigó y, de acuerdo a sus conclusiones, la Procuraduría de Justicia del Estado de México resolvió que “no hubo incremento al patrimonio” de Montiel durante su gestión como gobernador y por tanto recomendó “el no ejercicio de la acción penal”. De esta forma, Peña exoneró a su padrino político, el que lo escogió para que fuera candidato a la gubernatura mexiquense, el que lo catapultó en la política del Estado de México, plataforma para eventualmente convertirse en candidato presidencial del PRI.
¿Cómo es posible que los fiscales de Peña no hayan encontrado pruebas cuando el mismo Montiel había reconocido la propiedad de su residencia en Careyes en enero de 2006? ¿Acaso Roberto Madrazo se equivocó cuando le había dicho a López-Dóriga en televisión nacional que Montiel y su familia se habían enriquecido misteriosamente durante su gestión como gobernador mexiquense? ¿No encontró la Fiscalía Especial las múltiples propiedades? ¿No hallaron a posibles testaferros?
Hace seis años me quedó claro, y aún tengo esa idea, de que los fiscales de Peña sólo buscaron por encimita. Que el entonces gobernador mexiquense estaba solapando la presunta corrupción de su antecesor en el cargo comportándose como miembro de una familia política que, en lugar de cumplir la ley, se tapan las espaldas entre ellos. Así ocurrió: Montiel fue exonerado, cosa que nunca perdonó, y con toda razón, el gran columnista y escritor Germán Dehesa quien, hasta el último de sus artículos, nos recordó la impunidad en la que quedó este escándalo de políticos priistas.
Lo increíble es que, seis años después, todo indica que Peña se salió con la suya: el asunto Montiel se ha olvidado. Poco se habla de él. Ni siquiera Josefina Vázquez Mota ni Andrés Manuel López Obrador se han encargado de recordárselo al electorado. ¿Por qué? ¿Acaso se la van a perdonar al joven y carismático priista quien, a la hora de la verdad, prefirió solapar la corrupción en lugar de castigar?
Hoy, mientras Peña navega con pocas dificultades hacia la Presidencia, Arturo Montiel se pasea tranquilamente por el país. Incluso asistió a la toma de posesión de Eruviel Ávila quien sustituyó a Peña como gobernador del Estado de México. Ahí, en el Teatro Morelos de Toluca, la clase política mexiquense lo ovacionó y la cúpula priista nacional lo abrazó. Él, muy campante, sonreía: se había salido con la suya. Nunca le investigaron a profundidad los millones de dólares de su fortuna, el tráfico de influencias durante su gestión, la corrupción rampante en los permisos de construcción en la zona conurbada de la Ciudad de México y, desde luego, las mansiones y palacios en los que habitaba.
Todo bajo la complicidad implícita o explícita de su sucesor en el palacio de gobierno de Toluca: Enrique Peña Nieto. Ahora que este viernes comienzan las campañas presidenciales, habría que preguntarse, como lo hizo en tantas ocasiones Germán Dehesa, ¿y Montiel? (Tomado de EXCELSIOR)