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Estas líneas...

+ La nueva CTM da libertad de elegir; dice no a la simulación y cacicazgos arcaicos; pide democracia y le responden con ausencia y borrando siglas; “Don Goyo” heredó sindicato a su hijo

 

GUAYMAS, Son. – “Puerta libre” era el grito y corríamos a ver las dos últimas entradas --que a veces eran más, por empatarse el partido--, en el estadio Abelardo L. Rodríguez de la avenida 6, construido por el general en 1946 a orillas de la extinta “Laguna” y que en 1970 demolió el alcalde Oscar Ruiz Almeida para erigir la Secundaria Federal 1.

Se necesitaba la escuela y ya había nuevo estadio en la Unidad Deportiva que nos creó el entonces gobernador Faustino Félix Serna.

Cuando Javier Villarreal anunció “puerta libre” a los cetemistas de Sonora que veían con malos ojos la caduca obligación de pertenecer a un partido, o estar o no sindicalizados, la gente corrió a quitarse el yugo.

Hoy la Confederación de Trabajadores Mexicanos se conduce por rumbos muy ajenos a la dictadura perfecta donde Fidel Velázquez representó por décadas a esas siglas, presunta defensora de millones de trabajadores, pero en una mesa decidía sin enterarlos de nada.

Tenía bajo su control a los sindicatos “nacionales” que le alababan al grito de “nos leyó el pensamiento, señor”, las decisiones impuestas luego a las bases. También, por supuesto, para repartir posiciones políticas a esos liderazgos artificiales en aras de mantener todo “en orden”.

Qué tiempos. Nadie hacía ruido como ahora, que hasta botellazos podemos tirarle al presidente sin riesgo de agregar nuestro nombre a la lista de desaparecidos como ocurría cuando actuaba la temible Dirección Federal de Seguridad, policía política del régimen cuya huella digital aparece en todo movimiento represivo, como en el de 1968 de Díaz Ordaz, o el de Luis Echeverría en 1971.

La puerta libre distingue hoy a la CTM. Se nota. Hace unos días se realizó el Congreso General Ordinario de la Federación de Obreros y Campesinos de Guaymas. Ya no es “del Municipio y Valle de Guaymas”, como fue fijado con pintura negra en la sede fundadora en los años 60, hoy moderno edificio del inasaltable Banjército, en avenida Serdán.

Creo que Lorenzo Ramos Véjar la fundó, junto a Jesús Olea y otros viejos líderes perdidos en la historia, como perdido quedó el objetivo sindicalista con el paso de los años y de la hegemonía priísta. Los liderazgos se volvieron cacicazgos sobre quienes nada pasaba. Ni los intereses de los trabajadores, porque eran quienes menos interesaban.

Ahora se anuncia esta nueva era de la CTM donde se debe trabajar por los demás, así que nadie del tradicionalismo político se interesó en el mando, hasta hace un mes en manos del líder de obreros de la industria maquiladora Rolando Corral López.

Por eso emergió la figura de Ricardo González Palacios y su vocación social, apegada a los nuevos tiempos y preparado para la lucha exigida por el movimiento. Se echó el trompo “a´luña” y hoy dirige a esa central, además de ser parte del nuevo Cabildo guinda en este puerto.

El reconocido comunicador y líder del Sindicato de Trabajadores de la Radio, se acercó hace una década a Francisco Bojórquez y algo le aprendió, que enseguida materializó como participante y luego dirigente de su sindicato, el de Trabajadores de la Radio y la Televisión.

Lo eligieron para sustituir al histórico locutor de “la Voz de Oro” Jorge Enríquez Valle y hace poco fue ratificado, así que para qué esperar. Aceptó dirigir la CTM y el propio Rolando, quien le guarda afecto al amigo “que le entiende a lo social y tiene fuerza para la lucha”, lo apoyó. Hoy es parte importante de la fuerza social construida por la dirigencia estatal de Javier Villarreal.

Y los primeros pasos de González Palacios fueron los mismos de Villarreal en el Estado y de Pérez del Olmo en el país: fuera la simulación. Pero no es fácil convencer a un viejo líder de 40 o 50 años dueño absoluto de “su” sindicato, que debe hacer su trabajo.

No obstante, es lo que se puso en marcha y brotaron reacciones del sindicalismo charro setentero que ignoraron la asamblea, pusieron muros a la democracia y hasta retiraron de sus paredes el logotipo cetemista por la “traición” de abrir los ojos al obrero, por develar bases del sindicalismo que busca hacer transitar juntos a empresa y trabajadores, porque no hay una parte sin la otra.

El ejemplo es el Sindicato de Trabajadores del Empaque de Productos del Mar. Ya borró el “logo” cetemista de su pared frontal y su dirigente --¡desde 1972! --, Gregorio Alvarado, quien hace poco se “jubiló” felicitado por los patrones, no por los obreros que decía representar, se negó a asistir.

La CTM en Guaymas llegó a registrar una treintena de sindicatos. Cuando Jesús “Chuy” Fajardo dirigió la organización le gestionó una sede digna y pasó el rastrillo. Al terminar su encomienda el hoy empresario dela construcción y ganadero, la dejó a la mitad. Luego subió a 22 con la improvisación tradicional.

Hoy, Ricardo la dejó en ¡4! y convocó a una docena más, a condición de existir no solo en el papel. No caben los sindicatos “blancos” solo útiles al líder espurio y la ley ya niega representatividad sindicalizada a gremios. El sindicato debe ser de trabajadores con patrón, no gremios cuya defensa es de distinta forma.

El trabajador, si decide afiliarse, participa y lo hace con voto libre, directo y secreto en la elección de dirigente, como ordena la ley laboral. No habrá “toma nota” sin requisito cumplido y todo dato está al alcance del trabajador en cualquier oficina responsable de atender y mediar en asuntos laborales, como la Secretaría del Trabajo.

Tampoco habrá sindicatos omisos al interés obrero, pues las bases tienen en sus manos decidir lo que está bien o mal, con herramientas legales de obligada comunicación en cada organización.

En síntesis, se acabaron los grupos de líder permanente o caciques con medio siglo de control jubilados en fiesta pagada por por el patrón. Peor cuando la jubilación prolonga el fraude, como podría interpretarse en el “el negocio” de los empacadores de mariscos, heredado de padre a hijo.

Francisco Javier Alvarado Vizcarra ya posee la secretaría general de la cual se adueñó su padre en los años 70, pues ya aprendió eso de a cuánto por barco, quien entra y quién no a trabajar, quién va a la “lista negra”, etc. Pero no aprende de elección libre y decisión en consenso. Y ya no tiene en su heredado edificio el logo de la CTM, porque en esas siglas ahora se habla de democracia.

Ojalá las nuevas generaciones pongan en su lugar al viejo espécimen que se niega a morir y vean la oportunidad que el régimen en marcha da a la auténtica representación. Si no es hoy cuando puede madurar el movimiento obrero, puede no ser nunca.