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La ´narconovela´ de Cajeme

HERMOSILLO, Son. - Hoy les vengo a desbloquear un recuerdo.

Es del mes de enero de 2005, hace casi 20 años y dice más o menos así:

Los que conocemos el Campo 5 sabemos que es un pequeño pueblo de labriegos donde abundan los árboles de guayaba, mango, limón real y guamúchiles; estos últimos que una vez comidos, representan una abominable chinga para descomerlos.

Como todas las poblaciones del Valle del Yaqui –incluidos Atotonilco y El Polvorón- el Campo 5 registra también una alta tasa de emigración a Estados Unidos debido fundamentalmente a la falta de créditos para su tercera actividad más importante, que es la agricultura.

La primera es bañarse en ‘el canalón’ y comer guamúchiles al mismo tiempo; la segunda es levantar polvareda semanalmente en los bailes y llevarse a las labriegas al mismo canalón, pero no precisamente a comer guamúchiles.

El Campo 5, menos conocido como Ejido Cuauhtémoc no había vuelto a ser tan famoso desde aquel día en que en la pila del bautismo cantaron los ruiseñores y nació la colega y amiga Martha Ivonne Mares, que no es precisamente un ruiseñor pero tampoco canta mal las rancheras, aunque luego le da por no soltar el micrófono.

Desde ese día inolvidable, el Campo 5 no había vuelto a aparecer en la prensa internacional hasta el sábado pasado.

Pues ahí tienen que si María Dolores del Río anda poniendo a Hermosillo en el mapa internacional, los narcotraficantes hicieron lo mismo con el Ejido Cuauhtémoc.

Según leo en la nota de Marco A. Manríquez, corresponsal del periódico Cambio en Cajeme, hasta ese pequeño pueblo entró hecha la raya una camionetota que lo único que no traía blindado eran las llantas. Se ponchó y fue abandonada por sus ocupantes, que abordaron otra camionetota, esa sí con llantas blindadas porque ya no les vieron ni el polvo.

Como usted ya habrá adivinado, los tales tripulantes no eran académicos del Centro de Investigaciones Agrícolas del Noroeste (CIANO) ni evangelizadores de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días.

Más bien parecería que eran narcotraficantes, a juzgar por el potente armamento que portaban, con el que después se abrieron paso en la carretera internacional rumbo al sur, donde los ‘polecías’ habían atravesado dos patrullas que volaron de un certero bazucazo, tipo película de los hermanos Almada.

Luego se perdieron en las misteriosas e inexpugnables tierras de Navojoa.

Atrás dejaron una estela de ‘polecías’ de cuanto uniforme se le ocurra a usted, incluyendo es camuflajeado y muy planchadito que lucieron los jóvenes y biencomidos elementos de la también joven Policía Estatal Preventiva en el día de su reciente presentación.

No los pudieron detener, pues como su nombre lo indica, esos muchachos están entrenados para pre-ve-nir y no para co-rre-tear, así que los jóvenes de la nueva ‘polecía’ estatal tuvieron “problemas de visibilidad”, igualito que los no tan jóvenes agentes federales a quienes se les peló el avión en el que presuntamente viajaba un importante capo de la mafia, sobrevolando el cielo de Hermosillo.

(Extraoficialmente se dice que los ‘problemas de visibilidad’ obedecen a que desde el avión soltaron una gran cantidad de dólares que cubrió los vidrios del helicóptero en el que le ‘ponían cola’ y así fue que todos (todos) regresaron a tierra sanos y salvos y con cita al optometrista)

Gracias a la información obtenida por el colega Manríquez, ahora sabemos que al menos dos unidades policiacas llegaron al Campo 5 por el puente de entrada.

Como el colega supone que no todos sus lectores saben dónde chingados está el puente de entrada al Campo 5, precisa en su nota: “donde está el guamuchilito”, con lo cual ya da una idea más clara.

Explica, citando a los vecinos, que media hora después de que los mañosos se habían ido con todo su arsenal a cuestas, llegó “un mar de policías” (de majes llegan antes) cortando cartucho y pateando al perro, preguntando por el rumbo que habían tomado los desconocidos, quizá para tomar el camino en sentido contrario.

Una vez adentro de una humilde vivienda, los agentes del orden interrogaron a sus moradores, entre ellos unos niños, y registraron la casa para ver si hallaban un tanque artillado entre los carrizos del techo.

No lo hallaron, pero mientras ‘hacían la perra’ sobró tiempo para que los mañosos se tiraran a perder y ahora no los hallan ni queriendo.

Pero ninguna parte de la nota informativa describe mejor el sentimiento que dejó en la población el nuevo capítulo de esta narconovela, que el párrafo atribuido a una dama, transcrito aquí textualmente para no demeritar su carácter de documento histórico.

“Después de que ya se supo todo lo que pasó, por las noticias, hasta los niños juegan a los narcos contra ‘polecías’, y agarran palos de escoba y dicen que son bazookas, pero lo chistoso es que nadie quiere ser ‘polecía’…

II

Como ayer, como anteayer, como hace 20 años o más, Cajeme registró un nuevo episodio de violencia criminal. Grave. Gravísimo.

Días atrás, me decía un vecino que trabaja por rumbos de la central camionera de Ciudad Obregón, que desde hace meses ha visto nuevos habitantes de esa zona entre la Xochiloa y la Hidalgo. Se le hace raro porque habitan en los techos de casas, edificios y negocios, aunque a veces bajan a las calles y banquetas.

En Culiacán les llaman ‘punteros’. En Obregón ya están (y probable-segura-mente) en Hermosillo también y en otros municipios.

Veo, en las imágenes que difundió la Fiscalía estatal al único detenido tras los hechos de ayer en Cajeme. Dientes manchados por el fluor del tandeo en Hermosillo en los 2000; no llega a los 40 años; labios resecos, partidos, saliva como hilos de plástico. Vuelvo, irremediablemente a Monsiváis: nacidos para perder, enfrentan con ferocidad las exigencias del destino.

(Tomado de El Zancudo).