Manlio Fabio Beltrones dio sus impresiones sobre la celebración del Bicentenario en una columna divulgada por el diario Reforma. Así lo escribe:
19 septiembre 2010.- La celebración del Bicentenario del inicio de nuestra Independencia nos permite reflexionar sobre los sólidos cimientos de los propósitos nacionales y de nuestras instituciones fundamentales, construidos con el esfuerzo y la perseverancia de 200 años:
Precisamente, nuestro pasado es el que permite explicar la persistencia de los valores que hoy compartimos y que nos definen más que cualquier otra cosa en el mundo. Ningún mexicano aceptaría menos que ello. De ahí también que resulte inaceptable el caos y el retroceso, observable en lo cotidiano y también en los indicadores internacionales de desarrollo.
No es poca cosa caer, por ejemplo, de un lugar 42 en el ranking internacional de competitividad que teníamos en el año 2000, al lugar 66 tras una década de confusión y deterioro. ¿O qué, acaso estábamos mejor cuando no estábamos tan bien?
Ante ello, es preciso afirmar el orden democrático en México, partiendo de tres premisas fundamentales en la política, la certeza jurídica, la gestión pública y la seguridad ciudadana.
Es posible reconciliar al ciudadano con el Estado y devolverle eficiencia, eficacia, orden y responsabilidad a la gestión pública a través de la reforma política, para que a los ciudadanos les sea significativa una nueva relación entre los Poderes basada en estabilidad de las decisiones, eficiencia en los resultados y gobernabilidad democrática, porque quien resulta electo no es tan sólo un representante o un funcionario más, es también alguien que tiene la mano en los bolsillos de todos, quien decide los impuestos y en qué se van a aplicar, la calidad de las políticas públicas, de los servicios de salud, la seguridad o la justicia. De ahí que sea relevante contar con un régimen responsable, transparente, que rinda cuentas y que posibilite la elección pública y la participación ciudadana.
Los ciudadanos, los empresarios y los trabajadores demandan certeza jurídica para funcionar, menos trámites y más ágiles, políticas fiscales que respalden el esfuerzo y la iniciativa para invertir, generar empleos, mejorar la distribución del ingreso; en suma, sin simulaciones o componendas, recobrar la capacidad promotora del Estado a partir de órganos reguladores autónomos de la economía. Ni la mano invisible, ni el excesivo peso del gobierno aseguran que la economía funcione y distribuya los beneficios.
Por ello es relevante la propuesta de órganos reguladores con autonomía, capacidad técnica y experiencia profesional para restablecer la competitividad disminuida por prácticas monopólicas públicas y privadas, en telecomunicaciones, energéticos o con los excesivos trámites en la gestión pública.
En los últimos 10 años, los gobiernos federales han dispuesto de los presupuestos históricamente más grandes de nuestro país y aplicado las tasas impositivas más altas. De ello no han derivado mejores resultados. La economía no está creciendo como nos dicen, ni generando los empleos duraderos y bien pagados que requieren nuestros jóvenes y clases medias, ya muy afectados en los últimos años. Hay que poner orden ahí, revisar el gasto público, en qué se está gastando y para qué, pues el mejor gasto no es aquel que se disipa en jugosas plazas para la alta burocracia, sino en la promoción del empleo y el crecimiento.
Un primer paso en la dirección correcta es la Iniciativa de Fomento al Primer Empleo que, con el aval del grupo de senadores del PRI, he presentado para estimular, con apoyos fiscales a los empresarios que contraten por primera vez a nuestros jóvenes. Otro paso para ordenar la economía será analizar qué régimen fiscal nos conviene, impuestos a la baja en donde todos paguemos o esa ilusión de que no habrá nuevos impuestos cuando ya todos han sido aumentados.
En seguridad pública, tampoco estamos teniendo los resultados que estaríamos esperando por los mayores recursos y nuevas leyes que hemos aprobado. Es imprescindible distinguir la acción decidida contra el narcotráfico de lo que debe ser una política de Estado en esta materia. Si sólo se insiste en la visión corta del choque frontal, la espiral de violencia y muerte en nuestras calles nos llevaría a una situación límite. Es urgente poner orden en esto y recuperar la capacidad del Estado para prevenir el delito y procurar e impartir justicia cuando se cometen ilícitos, con inteligencia, con policías mejor pagados y preparados, con control judicial y autonomía del Ministerio Público.
Sólo así, con orden, libertades, crecimiento y justicia, estaremos ante la perspectiva de un mejor futuro. A partir de ello, con la sociedad, podremos construir el orden democrático del México moderno, justo y competitivo en el que todos creemos.
El autor es presidente del Senado.