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La explosión derriba al primer ministro y funcionarios del Líbano

+ Anuncia la dimisión del Gobierno tras la catástrofe de Beirut; la renuncia allana el camino a la celebración de elecciones anticipadas

BEIRUT, Líbano, 10 de agosto de 2020.- El primer ministro del Líbano, Hassan Diab, anunció este lunes la dimisión en bloque de su Gobierno.

“Hoy damos un paso atrás para estar al lado del pueblo”, ha dicho en un discurso dirigido a la nación.

La renuncia se produce en medio de la creciente indignación popular contra la élite política libanesa tras la colosal explosión de un almacén con 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut el pasado martes, que ha causado 164 muertos, más de 6 mil heridos y más de 300 mil personas sin hogar.

La tragedia agravó la situación del gobierno, que desde finales de 2019 enfrenta críticas severas y exige la salida en bloque de toda la élite política, elecciones anticipadas y justicia independiente.

El sábado, miles de libaneses se echaron a las calles de Beirut exigiendo una vez más la renuncia del Ejecutivo en lo que se convirtió en la jornada más violenta desde el inicio de las protestas, que se saldó con un policía muerto y más de 700 heridos. Por tercer día consecutivo, cientos de manifestantes se dirigieron al centro de la ciudad para escuchar el discurso de Diab.

El anuncio de la dimisión fue recibido con fuegos artificiales y en la tarde de este lunes han comenzado a producirse en el centro de la capital enfrentamientos entre policías y decenas de manifestantes. Diab llamó en la tarde del sábado a celebrar elecciones anticipadas y la dimisión del Gobierno allana el camino a esta posibilidad.

En las últimas 48 horas, cinco de los 30 ministros habían presentado ya su dimisión: los de Información, Manal Abdel Samad; Medio Ambiente, Demianos Qattar; Defensa, Zeina Adra; Justicia, Marie Claude Najm, y Finanzas, Ghazi Wazni. El efecto dominó reverberó en el Parlamento, donde 10 de los 128 diputados también presentaron su renuncia.

Se trata del segundo Gobierno que cae ante el movimiento de contestación ciudadana. El pasado octubre, el entonces primer ministro, Saad Hariri, presentó su dimisión.

El nuevo Gobierno apenas lleva 9 meses, periodo durante el que los libaneses aseguran que no se ha llevado a cabo ninguna de las reformas necesarias para evitar el colapso del país.

Las protestas que inicialmente arremetieron contra una clase político-económica anquilosada en el poder por más de tres décadas y de corte confesional tornaron en protestas a principios de año, conforme la ya grave crisis económica se vio amplificada por las medidas de confinamiento en la lucha contra la covid-19.

Sin un paquete de ayudas estatales para paliar el impacto, más de mil locales cerraron sus puertas y 200 mil personas perdieron su trabajo desde octubre, elevando la tasa de paro en el sector formal al 30% y hundiendo a casi la mitad de los 4,5 millones de libaneses bajo el umbral de la pobreza.

La trágica explosión los ciudadanos libaneses la consideran fruto de una nueva negligencia y de la desidia del sistema político. El deterioro económico, la vertiginosa caída de la libra libanesa y una inflación del 60% han acabado por ahondar las tensiones políticas y sociales que arrastra el país.

Ahora, grupos de jóvenes armados se han enfrentado en repetidas ocasiones en las calles de Beirut y sus líderes políticos se estancan cruzando acusaciones mutuas que paralizan todo medida de reforma.

LIBANO HUNDIDO

El Líbano acumula una de las deudas públicas más altas del mundo (unos 76,000 millones de euros, el 170% del PIB) mientras que la comunidad internacional denuncia la flagrante desidia de la élite dirigente ante el posible colapso económico del país, aquejado también de una corrupción estructural que lo sitúa en el puesto 137 de 180 (cuanto más cerca del 180, más corrupto) en el índice elaborado por la organización Transparencia Internacional.

A la cabeza de las manifestaciones están jóvenes veinteañeros hastiados del sistema y que, sin oportunidades de futuro, abandonan en masa el país.

Los jóvenes de entre 15 y 29 años suponen el 30% de la población libanesa y sufren una tasa de paro (ni empleo ni estudios) del 66%, según el Ministerio de Juventud y Deportes. Decenas de miles emigran cada año en busca de un futuro mejor.

El Gobierno rehúsa reformar el sector bancario o la electricidad, ambos “extremadamente opacos y lucrativos para los políticos”. Para los ciudadanos esto se traduce desde hace meses en cortes diarios de hasta 22 horas de la electricidad y la imposibilidad de abastecerse de productos básicos por falta de divisas en un país que importa el 80% de lo que consume.

Diab tomó el relevo a la cabeza de un Gobierno respaldado por el grupo mayoritario chií Amal-Hezbolá y el partido cristiano Movimiento Patriótico Libre, que encabeza el yerno del presidente, Yibran Basil. En la oposición quedó el dimitido Hariri, junto con los partidos Socialista Progresista, del druso Walid Yumblat, y Fuerzas Libanesas, del cristiano Samir Geagea. Los primeros buscan mantener el statu quo que sirve a sus intereses. Los segundos, mejorar su posición. La calle los quiere a todos fuera.