+ Perdí la apuesta: Guaymas amaneció limpio; Otto Claussen en medio de la sospecha; más radiodifusoras GUAYMAS, Son.- La emblemática calle Miguel Alemán está limpia. Es miércoles 1 de Marzo y el Carnaval de 2017 ha pasado a la historia con los mismos pros y contras acusados por quienes miran la feria según les haya ido en ella.
También conocida como calle 20, nació al ganarse suelo al mar con el malecón tras los trabajos de la Dirección de Obras Marítimas que en los años 40 y 50 era parte de la Secretaría de Marina, donde mandaba el general Rodolfo Sánchez Taboada, a quien los guaymenses le reconocimos –por si no lo sabían—todo el apoyo para consolidar un puerto marítimo de altura que hoy nos conecta con el mundo en un intercambio comercial medido en toneladas. Creo que más de 8 millones por año, según cifras de Edmundo Chávez Méndez, director de la paraestatal concesionaria de este movimiento.
Para conocimiento general, el busto del general hace 4 años fue hurtado y vendido como en 150 pesos a un chatarrero, pero los malandrines autores de la felonía pronto andaban en la calle con la venia de los responsables de proteger los bienes públicos, en este caso la señora síndico de la época, Oralia Sánchez, y el secretario del Ayuntamiento, Ramón Leyva Montoya. Del segundo no me sorprende.
Si quieren más cultura, los malandrines del cuento eran parte del “staff” panista que ayudó al PAN a ganar en 2015, cuando Ernesto Munro mandó 40 patrullas y unos 300 agentes de la Policía Estatal –él era secretario de Seguridad Pública—a apoyar el ataque de la mapachería albiceleste financiada por el ahora defenestrado padrecismo.
Pero hablamos del Carnaval. Se acabó. Y lejos de encontrar la ciudad sucia, cual costumbre, amaneció limpia. Perdí una apuesta y me da gusto. Yo dije que Miguel Quiroz, presto para la ira por lindar con la intolerancia, no podría con el paquete. Me calló la boca y ahora debo pagar la cuenta del próximo desayuno con cercano amigo que padece exégesis azul.
Ni siquiera gente de los juegos mecánicos que debe acampar en el malecón comercial, repitieron esa mala práctica que casi hacía volver el estómago a quienes hacen sus ejercicios o conviven en esa explanada que para eso se creó, para convivencia, no para que los dueños temporales del pueblo se la apropien y le saquen jugo en aras de embolsarse unos pesos.
Ahora, a esperar cuentas. Pero le anticipo, caro lector, que consiga una buena silla. Dar cuentas habla de transparencia y eso no se les da a las autoridades. Y esta vez, las cuentas se evadirán más fácilmente porque el Ayuntamiento regaló la fiesta del pueblo a una empresa lejana, si hablamos en geografía, pero muy cercana si el nepotismo es el cristal con el que se mira.
Fue un carnaval austero. La marcha de los carros alegóricos, atractivo principal seguido de los artistas que justifican la borrachera nocturna –el real negocio, por eso lo regalan o lo venden barato—, dejó mal sabor de boca.
Solo eso se podía esperar. Se lo dijeron a los señores dueños de la empresa Ajedrez, que presumió cosas que no hizo para apropiarse de la fiesta, disolviendo de facto –el Consejo fue papel sanitario—al Instituto de Festividades, donde la titular hizo cosas como cobrar en dos nóminas del Ayuntamiento y manejar a su nombre anuencias de alcohol.
Ajedrez, propiedad de un pariente muy cercano del secretario particular de Lorenzo Decima, no puede apelar a su condición de empresa ajena. Hay dinero público en la mezcla. La fiesta popular nacida en 1888 pertenece al pueblo y el Ayuntamiento debe hacerla porque “vox populi, vox Dei”.
Y vino porque hay dinero. Los políticos concesionan lo que deje dinero. Y si es dinero fácil, mejor. El Carnaval se vende solo. Pero hoy no pueden decir que hubo buenos eventos y peor, la austeridad reflejada en la marcha de carros alegóricos está lejos de situarnos en los escenarios nacionales.
Vamos a dejarlo así. Ha habido peores y mejores carnavales. El problema es que el lucro del funcionario en turno le impide ver la filosofía de la fiesta y por ello evita organizar un grupo responsable para hacerla crecer al nivel de Mazatlán o Veracruz, por citar dos ejemplos de éxito. Si hay éxito, habrás más gente atenta y será más difícil echarse esos pesos a la bolsa.
No, no me pidan pruebas. De por sí soy risueño y querer hacerme cosquillas. De lo que hablo, es la falta de amor al suelo, de compromiso ausente, que nos hunde más como comunidad. Vean a Guaymas y luego me dicen. El Carnaval, sus “resultados”, son muestra de lo que ocurre en la mente de la gente, de los que mandan y de quienes reciben encomiendas para terminar creyéndose jefes.
OTTO, LLAMADO A CUENTAS
Este jueves 2 de Marzo de 2017 será un día memorable. No. No porque nació alguien famoso o hubo un evento histórico que amerite izar la Bandera Nacional. Es porque se ponen a prueba dos caracteres:
1.- El de Otto Claussen Iberri, quien se placeó durante el Carnaval criticando todo lo que veía. Y eso que no vino Julión Alvarez y no se lo llevó Lorenzo Decima a su casa de Playa de 30 millones de pesos, si la tuviera (precios de abril de 2015, según revelación de Javier Lamarque Cano en campaña perredista), a cantar a costillas del erario.
Claussen debe presentarse en Contraloría Municipal, si es cierto eso de que tiene respeto por las leyes, y explicar por qué gastó dinero de los guaymenses en pagar la vigilancia de su residencia en Hermosillo donde ha vivido desde hace casi 4 décadas. El pago fue a una empresa de seguridad privada que también debe aclararse a quien pertenecía, pues de pronto desapareció, en una especie de “que no quede huella, que no, que no…”, como decía aquel famoso tema de “Bronco”.
Yo agrego: no es solo eso. Ya en el lugar --si viene el cuestionado exalcalde--, será notificado que tiene como 356 demandas más por las que debe responder. Ese es el reto. Me iré temprano para encontrar buen lugar. Habrá mucha gente que incluye aplaudidores de la película pasada y hasta las víctimas del síndrome de Estocolmo, que pese al trato sufrido del nazi teutón, lo defienden a capa y espada.
2.- El de Lorenzo Decima, quien pareciera, pinta su raya y confirma que no es cómplice del cercano y corrupto pasado. En alguna ocasión, su antecesor presumía tener a su lado a los mejores abogados de Sonora y qué bueno. Los va a necesitar.
Si el actual alcalde no puede hacerlo rendir cuentas y no encuentra eco en el contralor Fernando Ortega López, o en el agente del ministerio público en turno y el juez de la causa en instancias locales y federales, habrá, al menos, cumplido su deber cívico de denunciar pecados cometidos. Allá nuestra sociedad si sigue tolerando, incentivando con aplauso y reconocimiento incluso, la leperada que cada día nos hunde más.
TIROS RAPIDOS:
1.- Hace unos días amaneció vandalizada la escollera convertida en andador y mirador frente a la Playa de Miramar, una obra de gran nivel. Parafraseando a un amigo mío, quizá mejor de lo que merecemos.
La respuesta pronta vino de los Bomberos Voluntarios de Guaymas, que la repararon. Mi reconocimiento a esos valiosos hombres y mujeres que comanda don Alberto Osuna Agramón.
2.- El Senado de la República aprobó una reforma a la Ley Federal Contra Delincuencia Organizada, para que cuando tres o más personas se organicen para cometer delitos contra el ambiente, sean sancionadas, así, como integrantes de la delincuencia organizada.
Se podrá investigar, procesar y sancionar a quienes capturen, posean, trafiquen, comercialicen o atenten contra la vida silvestre, con mayor severidad. Para cumplir este propósito, el Ministerio Público y la Policía Federal podrán intervenir comunicaciones telefónicas, infiltrar agentes en los grupos delictivos, realizar operaciones encubiertas y solicitar prisión preventiva oficiosa ante los Jueces federales del sistema penal acusatorio.
¿Y a nosotros qué? Bueno, traficar camarón, totoaba y otras especies marinas, es parte de lo que se quiere evitar. Estamos advertidos, pues.
3.- En Guaymas-Empalme, zona conurbada, operan cinco estaciones de radio, dos de ellas del empresario y político nacido en Vícam, Heriberto Lizárraga; una de la familia Padilla, empalmenses radicados en Guaymas; una del empresario local Fernando Astiazarán, administrada por su hijo Mario; y una del originario de Coahuila Javier Carrizalez.
Pronto habrá 8, al licitarse frecuencias FM por parte del Gobierno Mexicano y la Secretaría de Gobernación consigna que las obtuvieron un empresario obregonense cercano al grupo Larsa Comunicaciones; Roberto Lemenmeyer, inversionistas turísticos en San Carlos; y el joven empresario guaymense Julio Luebbert Mazón, quien deja huella de su capacidad ya establecido en la capital del Estado.
Eso es bueno porque traerán nuevos contenidos y mentalidades distintas. También indicador de lo que podría darse en el terreno de la política, pues todos tienen relación con el poder en la entidad.