GUAYMAS, Son.- No tiene letra de desperdicio --aunque con ortografía criticable por lo que ha representado--, el documento divulgado por Omar Núñez exigiendo transparencia a Otto Claussen, para que los guaymenses sepamos en qué gasta el dinero que se paga a Tesorería.
Como debe ser, pide que se cumpla una garantía constitucional que causa escozor a los políticos carentes de la filosofía que debe sustentar su actuar como servidores públicos.
Claussen presuntamente no ha respondido al oposicionista regidor azul –sé ahora que coordina a los azules—Felipe Valenzuela Vielledent, quien le pidió información sobre obra pública y licitaciones.
Que encuentre respuesta en el titular de Obras Roberto Banuet es difícil. El ejecutivo de la construcción habilitado como funcionario solo sabe pegar ladrillos. Ni se diga el obregonense –también—Alán Echeverría, quien solo responde al llamado de quién lo pueda correr.
Pero Otto seguramente le responderá. Es difícil ver a un guerrero como el alcalde, evadiendo luchas cuando se trata de defender a la comunidad. Hace semanas le decía yo a Omar, buen tipo pero iletrado también en lo político, que no era así como ganaría simpatías para su causa, pero acostumbrado a ver grilla en todo, pensó en su mentalidad monárquica típica, que este aplastateclas defendía al alcalde.
Recordemos que a Omar, licenciado y maestro en asuntos de educación –por eso le digo que es criticable que ofenda a la ortografía--, fue rescatado de la oficina de la Secretaría de Educación y Cultura para evitar que el mundo se le cayera encima ahora que se descubre el desgarriate material de las escuelas guaymenses, donde no tenía nada qué ver, pero sí vigilar que los responsables de realizar las obras las hicieran bien. Vaya, que las hicieran siquiera.
Pero no hay que satanizarlo, como tampoco a Francisco Manzanares, a quien dejaron a cargo de esa oficina donde lidia con el enorme felino rayado hindú que obtuvo en la rifa, pues Omar solo quiere transparencia, igual o mejor que la manejada por su partido durante el trienio anterior.
Sí, cuando todos los guaymenses supieron claramente quién ganaba licitaciones de obra, a quien le pagaban por hacerles ganar, cómo pavimentaron un millón de metros cuadrados nunca vistos, lo qué hicieron para (des)iluminar Guaymas, qué áreas verdes vendieron y a quién. Todo eso era tan claro, que fue fácil integrarlo al expediente del contralor Héctor Hernández, quien abandonó al panismo asqueado de lo que vio en las entrañas de esas siglas que no fueron, al menos en ese lapso, seguidoras fieles de la filosofía de Manuel Gómez Morín, su fundador.
A ver si la denuncia que Omar prepara tiene seguimiento y se le responde con más rapidez que a la interpuesta por la comuna para recuperar lo perdido: asfalto, cemento y no sé cuántas cosas más extraviadas durante el mandato de César Lizárraga y el cártel de los ingenieros que encabezaba otro refugiado en la SEC, el sinaloense Alonso Arriola Escutia.
Transparencia y rendición de cuentas es lo buscado y nadie puede oponerse a eso. Ojalá tiraran la primera piedra y las cuentas claras se hagan presentes con la retroactividad que se complica, pero sigue vigente contra quienes no solo saquearon, sino dejaron destrozado al Municipio.
De paso
Un vocero estatal de Comisión Federal de Electricidad niega fallas en la energía como para parar el bombeo de agua potable en Boca Abierta. La Comisión de Agua dio esa respuesta que hace ver mal a la gente de Antonio Osuna Gastélum, solo para justificar a un organismo que va en el tobogán.