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Columa 1

Municipios, el eslabón más frágil

+ Violencia, visión sobre México en Europa

Colosio, lo impensable

CD. DE MÉXICO.- Tenía 19 años cuando mataron a Colosio. Había comenzado la universidad unos meses antes y llevaba en la cartera una flamante credencial de elector: votaría por primera vez en la elección de 1994. Había seguido de manera casi obsesiva cada detalle de la campaña presidencial. Soplaban vientos de cambio en México.

Para empezar, nosotros, los hijos de la generación que había sufrido el 68, votaríamos por primera vez. Quizá por eso había en el aire la sensación de que el PRI podía perder. Por momentos parecía que el propio PRI también percibía la proximidad de la derrota potencial. Las incontables luchas intestinas alrededor de la candidatura priista revelaban una inseguridad inusual en el partido.

La rebelión de Manuel Camacho y las intrigas de palacio alrededor de las ambiciones inagotables de Carlos Salinas exhibían, en el fondo, pequeñas fracturas en el monolito tricolor. A eso había que sumar la figura del propio Luis Donaldo Colosio. Recuerdo haberlo visto solo una vez.

Han pasado 20 años pero lo que conservo es una cierta sensación de calidez y candidez. El hombre no encajaba con la imagen que yo tenía de lo que debía ser un político del PRI. No había en Colosio (o al menos en el Colosio que yo conocí en esa única ocasión) nada de la pedantería y la arrogancia que había visto en otros políticos del partido (y que aún ahora nos resulta tan, pero tan familiar).

Lo cierto es que, incluso tras haber crecido en una casa donde al PRI se le miraba siempre con implacable desconfianza, no pude evitar que Colosio me simpatizara. Lejos estaba yo de convencerme de votar por él, pero la simpatía que me provocó era innegable. Había algo noble en el personaje. En cierto sentido, recuerdo haber pensado entonces, aquel era el mejor de los mundos posibles: si Colosio perdía la elección, México viviría la ansiada alternancia; si Colosio ganaba, el hombre prometía ser esa, la más improbable figura del priismo: el líder que reformaría al partido desde adentro.

La tarde del 23 de marzo del 94 había transcurrido con absoluta normalidad para mí. Recuerdo haber salido a comprar alguna cosa a Perisur. Iba con mi novia de aquel tiempo caminando por la galería del centro comercial cuando una imagen me dio pausa. En las pantallas de Audio Mundo, la legendaria y claustrofóbica tienda de televisores, aparecía un corte informativo urgente. Entramos al local para escuchar la noticia.

Algo había ocurrido en Tijuana. Las voces en la pantalla hablaban de un atentado de consecuencias aún desconocidas. Por supuesto, la realidad era distinta. Como con Kennedy en Dallas, aquello era solo la simulación de la incertidumbre. Para entonces, Luis Donaldo Colosio había muerto ya, como irremediablemente tenía que suceder después de un balazo como el que había recibido en Lomas Taurinas. Y, aunque la gente cercana al candidato y la propia televisión no lo confirmaban, todos en el fondo lo sospechábamos. Quizá incluso lo sabíamos: Luis Donaldo Colosio había sido asesinado.

Recuerdo haber manejado en silencio de vuelta a casa de mi novia, donde nos enteramos de la verdad. Acto seguido, volví a mi auto y enfile rumbo a casa de mis padres. Llevaba una grabación de la canción que Bruce Springsteen había compuesto para la película Filadelfia. Springsteen había escrito la canción pensando en los últimos, dolorosos días de un enfermo de sida, pero en aquel momento la canción me sonaba como una suerte de réquiem para Colosio: “I was bruised and battered, I couldn’t tell what I felt/ I was unrecognizable to myself...” No pude evitar llorar. Era un llanto con un tono distinto (uno, después de todo, sabe que hay de lágrimas a lágrimas).

No fue sino años después que comprendí el carácter real de aquel dolor. Durante mis estudios de posgrado en Nueva York conviví largamente con un maestro que había estado en Dallas el día del asesinato de Kennedy. No precisamente en Dealey Plaza, pero sí muy cerca, en casa de sus padres a un par de millas de distancia.

Me dijo que recordaba dos cosas con toda claridad: la solemne consternación de Walter Cronkite, el famoso conductor de noticias que dio al país la noticia de la muerte de Kennedy, y la intensidad de su propio llanto. Como yo en marzo del 94, mi maestro era apenas un adolescente cuando Oswald mató a Kennedy. El episodio lo había sacudido de manera inédita. Cuando le pregunté cómo explicaba el calibre y hasta el sabor del llanto, me respondió de inmediato: “fue la primera vez que mi generación experimentó la violencia contra el hombre, contra el individuo”.

En sus palabras, la violencia directa e implacable contra el individuo no tiene escapatoria cognitiva para quien la presencia. La guerra, colectiva salvo para quien la vive directamente, es distinta. La violencia en plural es (injustamente)… difusa. Cuando un hombre mata a otro hombre a plena luz del día, frente a las cámaras, el efecto es devastador e indeleble. “En el fondo”, me dijo mi profesor, “era el llanto ante el horror”.

Tenía razón pero yo sumaría otro matiz. Mi llanto y el suyo fueron reacciones ante el acontecimiento de lo impensable. Incluso en el Estados Unidos de la guerra fría era impensable que alguien matara a un presidente en funciones. Incluso en el México turbulento del 94 era impensable que alguien matara a un candidato presidencial. Parecía imposible.

Por eso es que, cuando amaneció el 24 de marzo y todos tuvimos en las manos el periódico con la foto de Colosio ensangrentado, tirado en la tierra tijuanense, los mexicanos nos miramos unos a otros: “es increíble. Es increíble…” La violencia nos había tomado por sorpresa. Y nada fue igual.

Colosio, trámite; Televisa, privilegios

CD. DE MEXICO.- Este domingo, el PRI desahogará un trámite de calendario.

La tarjeta oficial, que servirá para asistir por la mañana a la Universidad del Claustro de San Juana, dice que el partido de tres colores se complace en invitarle a la ceremonia del 20 aniversario luctuoso de Luis Donaldo Colosio, la cual estará encabezada por el dirigente formal, el mexiquense César Camacho.

No asiste al priísmo ningún ánimo combativo o crítico respecto al turbio manejo político y judicial que se dio al histórico asesinato sucedido en Tijuana ni hay asomo alguno de autocrítica respecto al incumplimiento de las preocupaciones y proclamas de su entonces candidato presidencial en su recordado discurso de marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución. Una ceremonia. Un homenaje. Discursos. Emotividad y exaltación del difunto. Nada más.

La complacida ritualidad del priísmo vuelto al poder forma parte del acelerado y vigoroso proceso de reinstalación de las peores prácticas de sometimiento en ese partido que hoy no tiene ni siquiera un asomo simulatorio de discusión interna, de vida política pujante.

El regreso a Los Pinos ha reactivado el binomio clásico PRI-gobierno (como el calderonismo lo hizo descarnadamente con el PAN), con móviles para sus cuadros y militantes que se centran en el reparto de plazas de trabajo y en las expectativas meramente electorales, restaurando en el nicho central el concepto inmovilizante de la disciplina como coartada para callar ante las desviaciones conceptuales graves, como la reprivatización petrolera, y ante los resultados negativos que va acumulando la administración peñista.

El nuevo comisionado nacional de seguridad, Monte Alejandro Rubido, anunció que en julio próximo estará lista una primera división de la gendarmería nacional que Enrique Peña Nieto había anunciado como objetivo importante, pero –ahora queda claro– tenía al removido Manuel Mondragón y Kalb como obstáculo (en ése y en otros temas). Rubido es un funcionario formado en las áreas de inteligencia y seguridad nacional (fue directivo en el Cisen) y fungió como subsecretario con Genaro García Luna en la Secretaría de Seguridad Pública durante un tramo del sexenio pasado.

Cuestionado por periodistas respecto al papel de las fuerzas civiles de autodefensa, Rubido quiso expresar de manera muy categórica que de ninguna manera el gobierno de la República ha pensado en un solo momento en compartir el uso legítimo de la fuerza, eso es una facultad exclusiva del Estado.

Sin embargo, en un giro de discrecionalidad aplicable por las autoridades, colocando el criterio de los poderosos por encima del mandato de la ley, el comisionado pidió diferenciar cuando haya ciudadanos bien intencionados, que sienten que están salvaguardando sus intereses, o haya ciudadanos que crean que simplemente cambiándose de bando pueden delinquir desde otra frontera. Eso se tiene muy claro y por eso no podemos aceptar visiones maniqueas. Ah, pues sí.

TELEVISA, PRIVILEGIOS

Una joven lectora, cuyo nombre será resguardado, reporta que en la tarde del pasado 17 llegó a la terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México el alto ejecutivo de Televisa José Bastón.

Había viajado desde Miami, Florida, a bordo del vuelo 423 de Aeroméxico. Pero, “para sorpresa y molestia de la gran mayoría de pasajeros, Bastón era esperado por una oficial de Migración, quien lo condujo por la ‘línea’ del cuerpo diplomático.

La servidora pública federal, obsequiosa, empujando un carrito, recogió de las bandas las numerosas maletas y paquetes del directivo, para conducirlo junto con sus guaruras de Televisa a la salida internacional sin pasar el filtro de Aduanas como el resto de los mortales”. ¡Feliz fin de semana!

Un "inTIOcable" en el caso Oceanografía

+ Así explica la maraña de corripción el Reporte Indigo

MONTERREY, N.L., 20 de Marzo de 2014.- En la maraña del caso Oceanografía emerge un común denominador: Francisco Gil Díaz. Tres de sus sobrinos y uno de sus hijos completan un círculo familiar en el que se teje una red de influencia política y de negocios

La investigación de PGR refiere que habrían existido movimientos de dinero entre Navix y Caja Libertad, propiedad de Martín Díaz

“En este escándalo el único a quien no han tocado es a Paco Gil y en cada paso de Oceanografía él ha estado presente”, dice molesto un exfuncionario de Pemex durante el panismo, quien pidió hablar bajo anonimato.

La sombra de Paco Gil Díaz se cierne lentamente sobre el caso Oceanografía. En cada publicación donde se le ha mencionado durante la última semana, las referencias son parciales.

Coinciden en que el ex secretario de Hacienda de Vicente Fox, tiene vínculos innegables con Oceanografía, la compañía de Amado Yáñez, y que estos están incluidos en las investigaciones sobre el caso que ahora lleva la Procuraduría General de la República.

El nexo más evidente de Francisco Gil con Oceanografía es su sobrino Martín Díaz Álvarez, propietario del 20 por ciento de la empresa junto a Javier Rodríguez Borgio.

Otro funcionario del gobierno de Fox confiesa a Reporte Indigo que durante su función recibió presiones de Francisco Gil a favor de Rodríguez Borgio para la reapertura de gasolineras, cerradas por acusaciones de vender una cantidad de carburante menor a la cobrada.

La línea de conexión es el dinero. Según una versión contada a Reporte Indigo por un alto funcionario del gobierno de Enrique Peña Nieto, las relaciones entre Gil y Díaz Álvarez fueron la base para mover dinero entre el fondo de capital Navix y Caja Libertad.

Este nexo indicaría que parte de las ganancias que se movían entre las empresas de Díaz, los Borgio y Yáñez, fueron también al fondo que financia a Oro Negro, una de las principales competidoras de la compañía ahora embargada por el Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE).

El círculo familiar se estrecha con Juan José Suárez Coppel, exdirector de Pemex y sobrino político de Gil Díaz, quien dirigió la paraestatal durante los años en que Oceanografía consiguió sus contratos más jugosos.

En apariencia enemigas, Oro Negro y Oceanografía tenían muchos familiares en común, excepto por un personaje: Luis Ramírez Corzo, principal acusador de Oceanografía durante el calderonismo y hoy uno de los hombres más cercanos al director de Pemex, Emilio Lozoya.

Sobrinos y más sobrinos

La investigación de la PGR conecta a Caja Libertad con CI Banco, empresa en la que Martín Díaz, sobrino de Francisco Gil Díaz, es socio, así como de Oceanografía. La relación familiar entre Francisco Gil y Martín Díaz se publicó desde enero, cuando Oceanografía fue inhabilitada por Pemex debido a que no cubrió el monto total de fianza en varios de sus contratos con la paraestatal.

Pero los vínculos de protección de Gil hacia Oceanografía iniciaron antes de que su sobrino fuera accionista de la empresa y se deben, según el testimonio de dos exfuncionarios del foxismo, a que también abogó por la empresa de gasolineras propiedad de Javier Rodríguez Borgio.

El primer nexo entre Díaz y el escándalo actual de la contratista de Pemex parece ser Banamex, ahora acusadora de la compañía y parte de la carrera del exsecretario de Hacienda.

Gil Díaz participó en la compra de Banamex por el conglomerado estadounidense Citi Group en 2001, antes de incorporarse al gabinete de Fox. Ese mismo año, según documentos publicados por el diario 24 Horas, Gil Díaz salvó de la quiebra a la empresa de Amado Yáñez.

No solamente ordenó cancelar el embargo sobre los bienes de la compañía, que ya estaba siendo tramitado por el Servicio de Administración Tributaria, sino que también le condonó el adeudo que la compañía tenía con Hacienda.

En 2005 Martín Díaz entró como socio de Oceanografía.

Las acciones que obtuvo en la empresa significaron entonces un 5 por ciento y fueron el pago por hacer una reestructuración financiera, según él mismo declaró al inicio del escándalo.

Actualmente Energy Group México tiene el 15 por ciento de las acciones de la empresa embargada, y este porcentaje corresponde a Martín Díaz Álvarez y Javier Rodríguez Borgio.

La Inmobiliaria Amagdez tiene otro 5 por ciento de la empresa. Según una revisión del registro público realizada por la revista Proceso, esta empresa también es de Díaz Álvarez, quien con ello alcanzaría el 20 por ciento de las acciones de Oceanografía.

La investigación en PGR conecta a Caja Libertad con CI Banco, empresa de la que Martín Díaz es socio.

Los registros corporativos de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) indican que Martín Díaz ingresó a su consejo de administración en enero de 2005, cuando a Francisco Gil le quedaban aún dos años como secretario de Hacienda.

En 2004 el fondo de capital Advent, que había dirigido Martín Díaz compró una participación accionaria en CI. Advent es el mismo fondo que posee Fumisa y actualmente está en conflicto con el AICM.

De acuerdo con un informe financiero de CI Banco, las acusaciones que esa compañía por fraude en Estados Unidos se arreglaron al hacer un acuerdo en 2006 con el  banco acusador, Wachovia.

Consistió en bursatilizar la deuda por 20 millones de dólares a través de un fideicomiso. Dos años más tarde las gestiones de Díaz, referidas ahora en la investigación de PGR, permitieron que la casa de cambio se convirtiera en banco, con el aval de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

El banco con privilegios

El CI banco disfruta de privilegios al interior del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, como ser la única casa de cambio ubicada en la zona estéril de llegadas internacionales, tener acceso directo a las pistas y ser la única que da servicio en las salas más alejadas de la terminal 1.

¿Quién mató a Colosio?

+ Jorge Ramos entrevistó al padre de Mario Aburto

MIAMI, Flo.- Rubén Aburto, a sus 56 años, nunca antes se había subido a un avión. El primero lo tomó hace unos días para viajar de Los Angeles a Miami y realizar esta entrevista.

Rubén Aburto me había dicho por teléfono que estaba enojado, muy enojado, y que quería decirlo todo sobre su hijo, Mario Aburto, acusado de ser el único responsible de la muerte del candidato priísta a la presidencia de México, Luis Donaldo Colosio. Efectivamente, cuando empecé a hablar con él, Rubén Aburto venía enojado y lo dijo todo. Ni siquiera las fuertes medicinas que está tomando contra las úlceras y el dolor de espalda lo hicieron deternerse.

Este hombre que solo terminó el sexto grado de primaria en Michoacán, México, y que vino por primera vez a Estados Unidos en 1972 es, desde 1986, residente legal de este país. Su esposa de toda la vida es María Luisa. Con la excepción de Mario, todos sus hijos -Rafael, Rubén Jr., José Luis, Elizabeth y Karina- viven en Estados Unidos desde 1995 debido a las amenazas de muerte que han recibido en México. Su esposa y una de sus hijas, dice Rubén Aburto, fueron obligadas a desnudarse en una de las tantas averiguaciones judiciales. Esa afrenta él no la perdona.

Mario es el único de la familia Aburto que vive en México. Para ser más exactos, está en la prisión de Almoloya de Juárez donde cumple una condena de 45 años por el asesinato de Colosio. Desde 1994 hasta el 2000 estuvo totalmente aislado del resto de la población del penal de alta seguridad. Pero con la entrada de Fox a la presidencia le han permitido comer y conversar con otros reos, y hasta jugar futbol y basquetbol en el patio de la prisión. Sin embargo, Mario Aburto aún duerme solo y está vigilado las 24 horas al día. Esto me lo contó su padre basado en las pláticas telefónicas que tienen.

Rubén Aburto venía bien preparado para la entrevista. Me atrevería a decir que llevaba años pensando en lo que iba a decir. Me dijo que sospecha de los periodistas mexicanos porque, alguna vez, funcionarios de los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo se hicieron pasar por reporteros y que otros que sí eran periodistas no se atrevieron a publicar lo que él decía.

Rubén Aburto me dió un montón de documentos que, a su entender, probaban una conspiración gubernamental para matar a Colosio, para encubrir el asesinato y para usar a su hijo, Mario, como chivo expiatorio del crimen. Los documentos, decenas de ellos, incluyen recortes de periódicos, fotografías del día del crimen -23 de marzo de 1994- y numerosos reportes de los cinco fiscales que nunca pudieron dar con un motivo por el asesinato ni con los autores intelectuales.

Pero lo más importante que traía Rubén Aburto eran unos pequeños cassettes

-seis o siete- con las grabaciones de las conversaciones telefónicas que ha sostenido con su hijo durante casi nueve años. “Un día voy a hacer un libro”, me dijo. Rubén Aburto no se separa de esos cassettes. Los trata con una delicadeza como si su vida dependiera de ellos.

Me dejó escuchar varios de ellos. En uno, grabado a principios de 1995, se oye claramente a Mario Aburto decir: “Mira Papá, si no han agarrado al verdadero asesino material ¡imagínate! Nunca van a poder agarrar tampoco al intelectual.” Un poco más adelante se escucha a Mario Aburto asegurar que “si un día me llegan a matar por cualquier cosa, lo importante es que ya la gente ya sabe que fue el mismo gobierno que lo mató (a Colosio) y que yo no fuí.”

“El gobierno mató al propio licenciado Colosio” dice Mario Aburto en la cinta de audio. “Mira, las autoridades al no tener a la mano a los verdaderos culpables agarran a un chivo expiatorio para acallar a la gente y mantenerla calmada…las personas que vinieron a torturarme me hicieron comentarios sobre eso también.”

Tortura. Tanto Mario Aburto, en la cinta de audio, como su padre Rubén, aseguran que fue bajo tortura y con otros métodos coercitivos que Mario fue obligado a decir que él había asesinado a Colosio. “Mi único pecado es haber sido pobre”, oigo decir en una vieja grabadora negra a Mario Aburto, “y no tener para haber pagado un abogado defensor particular que me defendiera.” Hasta aquí la voz de Mario Aburto.

Me senté junto a Rubén Aburto frente a una pantalla de televisión y empezamos a ver los videos de ese 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana. Vimos una y otra vez el momento del disparo contra la cabeza de Colosio. Pero nunca se puede ver la cara del pistolero.

Nadie ha hablado más con Mario Aburto sobre el caso Colosio que su propio padre. Rubén Aburto piensa que, posiblemente, dentro de “la escolta presidencial que cuidaba” a Colosio están sus verdaderos asesinos.

Rubén Aburto no está seguro, siquiera, que la persona arrestada en Lomas Taurinas, momentos después de la muerte de Colosio, sea su hijo. El arrestado en el video tiene el pelo largo y bigote. “Mi hijo es lampiño”, me dice Rubén Aburto, y no tenía bigote. Además, dice su padre, Mario se había cortado el pelo 15 días antes y el arrestado en el video “está greñudo”.

Jorge Ramos . ¿Es probable que la persona que arrestaron en Lomas Taurinas no sea su hijo?

Ruben Aburto. Es probable que no sea. Hay personas idénticas a mi hijo que pudo haber metido el gobierno.

Ramos. Las declaraciones oficiales indican que Mario Aburto reconoce haber matado a Luis Donaldo Colosio.

Rubén Aburto. No. El dice lo que ellos quieren que diga.

Ramos. Pero ¿por qué se va a incriminar el mismo?

Rubén Aburto. Es a base de torturas y amenazas de muerte a él y a la familia… Cuando lo agarran en Lomas Taurinas a mi hijo se lo llevan, no directamente a la PGR (Procuraduría General de la República) de Tijuana, sino se lo llevaron a las orillas de Tijuana. Estuvo ahí y lo torturaron. Estuvo presente en la tortura el gobernador de Sonora Mario Fabio Beltrones. Eso está confirmado de que ese estuvo presente en la tortura de mi hijo…Hay pruebas de eso, verdad, de que a mi hijo lo torturaron. Y le dijeron a mi hijo: si no de das culpable vamos a matar a tu mamá, a tu papá y a tus hermanos…a todos…Por eso mi hijo se dio culpable, porque lo amenazaron de muerte a él y a la familia. Eso es lo que le he dicho a todos los periodistas y sigo diciéndolo y gritándolo al mundo entero.

Le muestro a Rubén Aburto un programa de televisión en el que aparece su hijo Mario, en la cárcel, participando en una recreación del crimen de Colosio. Mario Aburto, en el video, reconoce haber hecho el primer disparo a la cabeza de Colosio, pero no el segundo que impactó al candidato en el estómago. Hubo otro pistolero, se escucha decir a Mario Aburto en la cinta.

Ramos. Su hijo, señor Aburto, está reconociendo ante una cámara de video que él mató a Colosio.

R. Aburto. No, él no lo mató. A él ahí (y apunta a la pantalla) lo están obligado a hacer una obra de teatro.

Ramos. ¿Es una mentira?

R. Aburto. Sí, es una mentira…Hay declaraciones de mi hijo ahí en Almoloya en que lo han inyectado, le pusieron droga a él.

Ramos. Usted dice que su hijo no mató a Colosio…¿Quienes fueron, entonces?

R. Aburto….Yo digo lo que ha dicho don Luis Colosio Fernandez: que fueron dos tiradores del gobierno los que asesinaron a su hijo.

Ramos. ¿Qué evidencia tiene de esto, señor Aburto, que fueron dos tiradores del gobierno (los que asesinaron a Colosio)?

R. Aburto. Bueno, hay evidencias de que el expresidente Carlos Salinas de Gortari en sus declaraciones acusa a Luis Echeverría. Y luego Luis Echeverría acusa a Carlos Salinas de Gortari. Entonces se comprende que este es un asesinato de los altos niveles del gobierno. Esas son las evidencias que hay, ellos lo han dicho…es un asesinato político de las altas esferas del gobierno.

Rubén Aburto me comentó que el vió por televisión una entrevista que yo había tenido con Carlos Salinas de Gortari el 6 de octubre del 2000 en la ciudad de México. “¿Mandó usted matar a Colosio?” le pregunté en ese entonces a Salinas. “Luis Donaldo Colosio era mi amigo entrañable”, me contestó el expresidente. “Quienes afirman que Donaldo Colosio y yo tuvimos una diferencia, no conocen los diálogos intensos, la relación directa y el trabajo común político a lo largo de 15 años.” “¿Usted no tuvo nada que ver con el asesinato de Colosio?” insistí. “Yo fui de los que más perdieron con la muerte de Colosio”, respondió molesto Salinas.

Ramos. Yo tuve la oportunidad de hablar con el expresidente Carlos Salinas de Gortari y él me dijo que no había mandado matar a Colosio.

R. Aburto…Bueno, se comprende que el licenciado Colosio…dió un discurso y en ese discurso el licenciado Colosio dió evidencias de lo que iba a hacer en el país. Se comprende que por ese discurso él dijo que se iba a separar al PRI del gobierno.

Ramos. O sea ¿usted cree que fue una conspiración del gobierno de Salinas de Gortari la que culminó con la muerte de Colosio?

R. Aburto. Mi teoría es, pues, que sí. Que sí. Posiblemente el gobierno de Salinas sí pudo haber sido.

Ramos. ¿No tiene evidencias de esto?

R. Aburto. Las evidencias son que ellos, mutuamente, se están acusando…Carlos Salinas de Gortari acusa al expresidente Luis Echeverría Alvarez y Luis Echeverría Alvarez acusa al licenciado Carlos Salinas de Gortari.

Ramos. Yo no he escuchado esas declaraciones. Pero usted ¿sí las ha escuchado?

R. Aburto. Las he visto dentro del periodismo. Las he leído.

Paramos para ver de nuevo, en la pantalla de televisión, el momento en que Colosio recibe un balazo en el craneo y cae al suelo. El estudio de televisión donde entrevisto a Rubén Aburto está helado; se apagan las luces y ahora está totalmente oscuro. Rodamos la cinta. La piel se me pone como carne de gallina, igual que la primera vez que vi ese video. En cámara lenta, superlenta, una y otra vez nos quedamos con los ojos fijos, incrédulos, en la mano que dispara. “Este es el momento en el que matan a Colosio el 23 de marzo”, le digo a Rubén Aburto. “Ahí está.” No me dice nada. Por varios minutos tratamos de encontrar a su hijo, Mario Aburto, entre las personas que rodean a Colosio antes de su muerte. No lo vemos.

“Mi hijo nunca estuvo cerca de Colosio”, asegura desafiante, confiado, Rubén Aburto. “Nunca estuvo cerca.”

Posdata. Rubén y Mario Aburto hablan 10 minutos por teléfono cada tres o cuatro meses. Mario Aburto habla por cobrar desde la cárcel a la casa de su padre en California, cerca de Los Angeles. “Gano muy poco”, me dice a manera de explicación, “y las llamadas telefónicas están muy caras.” Pero Rubén Aburto ha vuelto a hablar del caso Colosio -nueve años después de su muerte- porque está convencido de la inocencia de su hijo y porque está buscando a un abogado privado que logre reabrir el caso. Varios abogados se han negado a hacerlo por miedo, me dijo.

Uno que iba a retomar el caso recibió una amenaza de muerte contra su familia y se retiró inmediatamente. “¿No sabe usted quien me podría ayudar?” me preguntó antes de irse al aeropuerto de Miami para tomar su vuelo -el segundo de su vida- a Los Angeles. Allá, medio escondido, está su refugio. Y desde allá todos los días Rubén Aburto planea cómo liberar a su hijo. Es su misión. “Estoy seguro que mi hijo no fué”, me dice. Y si no fué él, entonces ¿quién o quiénes?