Agustin Rodriguez
Manolete se habría puesto pálido al ver la magistral actuación que César Lizárraga tuvo en el ruedo la mañana de ayer, al ser embestido por “miuras” de la talla de los dirigentes tiangueros y de la organización Antorcha Campesina, que está lejos de ser una perita en dulce.
Los primeros, por el temor de que los desalojen de su actual sitio de operación, la vía pública, en calle 19 y avenidas aledañas donde los miércoles son el caos. Hasta eso que lo entienden, pero también se entiende que los puedan desplazar y eso tampoco se vale.
Los segundos, “picados” por las respuestas de Comisión Federal e Electricidad que insiste en ser una empresa de clase mundial –aunque con tecnología de cartoncitos, alambritos y contratistas subcontratando mano de obra tercermundista—pero que en tanto curso de capacitación olvidaron la elementan cortesía y atención al público que paga sus gastos.
Eso, además de pedir a los organizadores de pachangas en el malecón turístico bajarle tantito, pues la práctica de traer grupos cerveceros exigió 6 millones de pesos para reparar la plaza de los Tres Presidentes y ningún promotor del vicio se apuntó con, aunque sea, un saco de cemento.
El tiro cantado es para Irma Campillo, hasta ahora titular del Instituto de Festejos, quien olvida que ese espacio fue rescatado para el pueblo, pero de pronto ese pueblo es desplazado por vallas metálicas y groseros individuos que impiden el paso si no pagan.
De pilón dan chamba extra a la Policía al atraer vándalos que hieren y destrozan infraestructura para robar –esos sí, CFE—arrancando cables de los arbotantes y hasta han fundido lámparas que nadie repone. Ni se diga la basura que dejan.