+ Regidor hostigado, práctica de la 4T versión doméstica; turistas por millares en Guaymas: vienen los buenos tiempos; Maloro contra Heras, fin de un “imperio”; directivos del ejido San José juegan al avestruz, pero eso podría costarles más de 200 MDP
GUAYMAS, Son.- Por primera vez en el Ayuntamiento, el celo comunitario de sus funcionarios llega al grado de amenazar con demoler una residencia construida durante años de esfuerzo por un empresario local por, presuntamente, no pagar permisos de construcción.
Al tratarse el caso, se actuó a lo Pancho Villa, fusilan y “a´luego viriguan”.
Con ese excesivo celo Víctor Marín, director de Desarrollo, dice que desde 2013 comenzó a construirse esa gran vivienda en exclusivo fraccionamiento (y muy descuidado en infraestructura y servicios), pero al no haber permiso, aplicará la ley. Claro, el empresario Ernesto Uribe, dueño del bien, niega la irregularidad y acusa venganza personal que daña al propio Ayuntamiento y “el mensaje que envían afectará mucho a la inversión y a la confianza en las autoridades”.
Tendrá razón, pues el Ayuntamiento que preside la maestra Sara Valle, anunció transparencia en sus acciones y respeto absoluto a la ley, pero deja ver que el antes como antes y el ahora como ahora, tiene sus asegunes.
Un empresario siempre busca ventajas al invertir y acude a la autoridad por apoyo cuando quiere hacer negocio y generar empleo. Así se mueve la economía.
Uribe lo hizo y tiene papeles que mostraría su correcto actuar. Si no es así y Marín aplicará la ley, debe hacerlo sobre todos los empresarios y, de entrada, medir como el mismo rasero cada casa construida. Por ejemplo, los de Palacio ganaron votos criticando la construcción de la “Casa blanca” de Otto Claussen en Los Algodones, que según denunció en su tiempo Javier Lamarque, costó 3 millones de dólares; o los traspasos de suelos en Guaymas Norte, donde de pronto, surgió un terrateniente que tiene “comal y metate” en la oficina del Catastro municipal; ni se diga la paulatina desaparición de áreas verdes y espacios de soporte para infraestructura.
No hacer eso lo mostrará selectivo en su qué hacer. Y para confirmarlo, basta ojear el expediente político de lo que ocurre en el puerto: el dueño de la residencia a derribar como consigna nota oficial de la comuna, es regidor, crítico de la alcaldesa y colaboradores, al grado de hacer que se aplicara la ley y separaran al tesorero inicial, Santiago Luna, rumbo que toma con la sucesora, Célida Botello, por el mismo motivo: no tienen residencia en Guaymas. Es la ley.
Célida, para abundancia de datos, concursó por la tesorería hermosillense pero perdió y los que mandan desde allá, le dieron la subtesorería guaymense como premio de consolación. Igual situación guarda el contralor municipal, que duró 72 horas como jefe policíaco, quien ya busca en lo federal “de lo que sea”, porque aplicar la ley en los funcionarios que violan reglas no es lo suyo.
Este martes habrá más información sobre el nuevo rumbo de este circo mediático hacia hechos que, por una parte, confirmarían el impago de Uribe (le cobran 4 millones 800 mil pesos) y el derribo de su mansión; en respuesta a la presunta arbitrariedad, él denunciará acoso, amenazas, allanamiento, usurpación de funciones y cauda de ilícitos agregados, contra la alcaldesa y funcionarios, con Marín a la cabeza.
Guaymas no es, ni por mucho, aburrido. Da, y mucho, de qué hablar.
TIROS RÁPIDOS
1.- Como nunca –fuera de la semana de vacaciones de primavera--, Guaymas/San Carlos tuvo visitantes por encima de toda expectativa.
Ni la autoridad ni los mismos prestadores de servicios lo esperaban, aunque se prepararon para una gran afluencia, lo cual confirma visión de gente como Luis Astiazarán, Mauricio Monreal, Eduardo Lemmenmeyer y otras figuras destacadas de la promoción, que promueven y amplían servicios. Incluso abrirán hoteles nuevos, una de ellos el próximo mes.
Han hecho muchas cosas buenas en los pasados años y pareciera que 2019 mostrará resultados de tal esfuerzo a favor del turismo. Hoy preparan el próximo asueto que lo confirmaría.
2.- Bajó el polvo generado por la acusación de Manuel “Maloro” Acosta contra Fernando Heras, a quien llamó extorsionador y cosas similares, en aparente acto de desesperación por la promoción de un juicio político por su actuar como alcalde hermosillense, y quizá por lo aquella investigación federal que lo vincula en la “estafa maestra” cuando fue funcionario de Sedatu.
Heras dijo que no valía la pena contestarle. Aunque lo que pueda contestar no ayudará nada a su causa tras el duro golpe.
Al margen de la fama de ambos, que llega a la lupa de la autoridad como presuntos estafadores o extorsionadores, son parte del mismo grupo cuyo dominio de décadas en la política de Sonora era incuestionable hasta hace poco, y hoy dejan ver rompimiento.
Me quedo con la versión de conocedores que sugieren el fin de una era, en la cual la cabeza del grupo --el reconocido político Manlio Fabio Beltrones--, habría resuelto reducir presencia y, “sueltos” sus discípulos, se dispersan por no saber el camino a seguir; o disputarían liderazgos alejados de sus capacidades.
Al final, sin embargo, está un hecho insoslayable: ganó otro partido, se impone otro tipo de política y en la nueva era del país, ya no serán útiles las prácticas en las que Maloro y Heras sobresalieron.
Nuevos tiempos pues, traen nuevos políticos. Ellos, y otros como ellos, ahora son el pasado que se quiere desterrar.
3.- En San José de Guaymas tratan de ocultar evidente golpe en camino. Es la demanda notificada el martes por los juzgados a directivos ejidales –en ausencia, claro, pues juegan al avestruz—por incumplir contrato de servicios profesionales que habrían resuelto con una liquidación alcanzable, convertida hoy con gastos y costas en más de 160 millones de pesos.
Y como toda operación en metálico, el fisco exigirá su parte. Total, cifras por encima de los 200 millones que, por culpa de dirigentes malos o mal asesorados, se cubrirían no de su bolsa --de dónde--, sino de los bienes de la organización social.
Y todo por descuido, suponiendo que no haya sido por arrogancia.