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"Rius" ha ejado de existir

+ El historietista y caricaturista dejó una gran escuela de humor político

CD. DE MÉXICO, 8 de Agosto de 2017.- El maestro Eduardo del Río era un referente cultural en México.

Murió la madrugada de este martes y la intelectualidad mexicana se ha manifestado lamentando el deceso.

El maestro informal de muchos mexicanos fue considerado un caricaturista genial pero mejor como formador de conciencias a través de sus mensajes, que hizo llegar a México y al mundo a través de historieta y libros.

La información oficial confirmada por fuentes oficiales de Cultura, cita que el historietista Eduardo del Río, nacido en la ciudad de Zamora, Michoacán, en 1934, conocido también por su seudónimo de Rius, murió a los 83 años en Tepoztlán, Morelos.

La secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, comentó en Twitter que "con el deceso de Rius, creador de un estilo renovador, termina una época de la caricatura política y de divulgación. Mi pésame a sus deudos".

Del Río figuró entre los máximos exponentes de la caricatura mexicana e hizo del humor una forma de vida. Cultivó la caricatura y en cada uno de sus libros de historietas rompió con la solemnidad, al optar por abordar con humor temas de filosofía, capitalismo, marxismo, historia, religión y hasta nutrición vegetariana, durante más de cinco décadas en las cuales orientó, divirtió y formó a miles de vegetarianos y ateos.

Se le recuerda por muchos mexicanos que han considerado que sus primeros pasos para la politización de sus pensamientos e ideas, surgieron al leer sus divertidos y polémicos espacios en las historietas Los supermachos y Los agachados.

La estimada escritora Elena Poniatowska lo consideró uno de los grandes educadores de México del siglo XX; Carlos Monsiváis dijo en alguna ocasión, que en el país había tres secretarías de Educación: la SEP, Televisa y Rius.

Rius nació católico y en su vida fue seminarista, para pasar luego a burócrata, embotellador, vendedor de jabón, office boy, encuadernador, cajero, profesor sin títulos y enterrador en Gayosso.

Veía la vida “con humor y optimismo. No siempre es posible pero se hace la lucha. Los mexicanos no le damos tanta importancia a las cosas serias de la vida; lo que más nos critican es que somos una bola de irresponsables que llegamos tarde a todas partes, pero creo que es una forma de vida que deberían envidiarnos los extranjeros”, dijo en alguna ocasión para defender “a su raza”.

Caricaturistas destacados del país como El Fisgón, Hernández y Trino lo han descrito como “genio incomprendido, obispo fracasado y eterno curioso”, pero señalan que descubrió el humor como un camino en el que los lectores comprendían mejor temas religiosos, filosóficos y de sexualidad.

Publicó más de un centenar de libros, pero se le recuerda uno en especial por sus seguidores, el “Manual del perfecto ateo”, pues su exposición cruda de ideas le ganó la excomunión, cosa que con el tiempo se confirmó, no le quitaba el sueño.

Hoy le recuerdan y lloran familiares, amigos y numerosos lectores que siguen buscando sus libros y revistas reeditadas, así como sus principales personajes como Calzonzín, Chon Prieto, El Lechuzo, Perpetuo del Rosal y otras figuras imaginarias con las que ilustró el ambiente social y político a lo largo de décadas.