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Gabriela Guevara: la traición a su origen

+ La exgacela nogalense olvidó sus principios como atleta y ahora los agrede

HERMOSILLO, Son.- Con qué estrépito se derrumbó su imagen. Con qué crepitar de fuego se consumió la gloria. Qué polvareda levantó al caer aquella estrella que en su momento hinchó de orgullo el corazón de la patria y ondeó la bandera mexicana en lo más alto de los cielos.

De aquella mujer surgida desde abajo, que se abrió paso a fuerza de coraje, disciplina, entrega y pundonor; de mucho esfuerzo en días y noches de renunciar a cosas mundanas para concentrarse en su preparación atlética no queda nada.

Bueno, sí. Queda la soberbia, la envidia, la mezquindad, la prepotencia y la arrogancia que da el saberse protegida del poder político en turno. Queda la traición a su origen y memoria, a lo que un día fue volando por las pistas, midiéndose con las mejores atletas del mundo. Y sufriendo. Sufriendo también los desprecios institucionales, la falta de reconocimientos y de estímulos, hasta que su destino comenzó a cambiar.

Por allá en los 90, el gobierno de Manlio Fabio Beltrones le regaló una pequeña casa de interés social. Creo que también un automóvil modesto. Y comenzaron a llegar los apoyos, públicos y privados que ayudaron a convertirla en medallista olímpica y a cosechar triunfos en varias competencias internacionales. Esos no fueron regalos, sino premios y estímulos a su trabajo. Bien ganados y bien merecidos.

Pero las cosas cambiaron. Dicen que el poder político cambia a las personas, aunque también dicen que en realidad, lo que hace es sacar su verdadero ‘yo’.

Ayer por la tarde me tocó escuchar una entrevista con Ana Gabriela Guevara, la directora del deporte nacional, a propósito de la selección mexicana de natación artística que recién volvió de Egipto con tres medallas de oro y una de bronce. El tema ha sido muy mediático porque las atletas, abandonadas por la Conade en cuanto a apoyos económicos y de otro tipo (desde diciembre les cancelaron las becas), tuvieron que vender sus trajes de baño y otros enseres, llamando la atención de empresarios como Carlos Slim y Arturo Elías, que les financiaron el viaje al campeonato del mundo en esa disciplina.

La sonorense se percibía molesta. Negó que el Estado no las apoyara pues, argumentó, seis de ellas ‘pertenecen’ a la Sedena y reciben pagos desde esa dependencia.

Ana Gabriela miente con la verdad. Las atletas (seis de las catorce que integran la selección) están inscritas en un programa de becas de la Sedena que incluye además otras prestaciones. Pero ni antes ni después de las becas, la Sedena se hace cargo de su formación deportiva y su preparación para competencias internacionales; esa es responsabilidad de la Conade y del Centro Nacional de Alto Rendimiento, donde eventualmente se alojan para prepararse a conciencia.

El tema es complejo porque la federación de natación, como muchas otras federaciones deportivas han sido ciertamente un nido de corrupción y desvío de recursos. No por parte de los y las atletas, sino de los y las directivas. Ese es un asunto que no ha sabido resolver Ana Gabriela Guevara, pero que le sirvió para justificar la ausencia de apoyos. A las nadadoras artísticas, Conade no les dio un triste peso para este viaje.

Ana Gabriela dijo que las atletas son deudoras de 40 millones de pesos que Conade habría destinado para la selección, cosa que tendría que probar, pues en todo caso es la federación la que administra esos recursos. Directamente señaló que las atletas deben dos millones correspondientes a los años 2016, 2017 y 2018, que no han justificado.

Hagamos números: dos millones en tres años significan unos 55 mil pesos mensuales. Divididos entre las 14 atletas, nos dan un apoyo de 4 mil pesos mensuales a cada una. Eso es lo que está reclamando la directora de Conade. ¿Así o más mezquina?

Les echó en cara también que no compitieran durante los años de pandemia en que siguieron cobrando sus becas. La mezquindad es proverbial, más viniendo de una ex atleta que en más de una ocasión alzó la voz para reclamar apoyos institucionales. Con un agregado: las nadadoras no compitieron por causas ajenas a ellas (pandemia) pero nunca dejaron de entrenar. De haberlo hecho, no hubiesen obtenido los resultados que trajeron de Egipto.

Pero lo que provocó la indignación de todos cuantos se enteraron de esas declaraciones, fueron sus dichos en el sentido de que las medallistas mundiales tendrían que buscar fuentes de ingreso por otro lado, porque Conade no les daría dinero: “Por mí que vendan calzones, trajes de baño, Avon o Tupperwere”, dijo.

La titular de la institución rectora del deporte en México sugiere en tono burlón que las medallistas mundiales se conviertan en ‘Nanis’ para sufragar los gastos de sus carreras, que no son menores: medicinas, suplementos, alimentación especial, uniformes, equipo y un larguísimo etcétera que ella misma conoce muy bien.

Ana Gabriela no solo perdió el piso, sino cualquier empatía con sus propios orígenes, a los que evidentemente, desde el olimpo de su cargo, ha traicionado.

Qué lástima. Qué vergüenza y qué coraje.